miércoles, 9 de marzo de 2016

EL GENIO EQUIVOCADO




Mariana dice que no pide deseos porque se puede topar con un genio bobo. Dice que, como está el mundo, los genios también deben ser unos despistados. Tal vez, dice que tal vez, algún genio ya tiene Alzheimer. ¿Imaginás, dice, los problemas que esto acarrea?
Dice que de niña hurgaba, como gato o perro, en la bolsa de basura que sacaba la abuela todas las mañanas y dejaba en el patio para esperar el paso del campanero. Le digo que era como una pepenadora y dice que sí, sí. Esperaba que la abuela subiera las gradas del corredor y se metiera al cuarto. Mariana abría la bolsa y hurgaba. Siempre hallaba tesoros. Una vez halló una libreta un poco húmeda que contenía recetas de cocina. La abuela, ya para ese tiempo, estaba en un proceso de desprendimiento. Todas las mañanas abría sus cofres, cajas, alhajeros y se iba desprendiendo de cosas antiguas. Mariana disfrutaba el hallazgo de pequeños objetos que eran como grandes descubrimientos. ¿Por qué la abuela se desprendía de algunas fotografías en tono sepia? Mariana sacaba esas fotos, las limpiaba con sus manos, y las llevaba a su corazón. Algo, no sabía qué, le susurraba que esos personajes con trajes y vestidos largos, serios, siempre viendo hacia la cámara, formaban parte de su árbol genealógico, porque si no por qué iba la abuela a tenerlos bien guardados, por qué los tiraba como un marinero tira el lastre del barco para aligerar la carga.
A veces, Mariana imaginaba que, en medio de fotografías y de pulseras con piedras brillantes, hallaba una botella de cristal que, igual que las piedras, brillaba, brillaba con una luz como de veladora a través de un vitral. Mariana abría la botella y algo como un vapor espeso salía de la boca. Este vapor tomaba una forma sin forma y hablaba, le decía “Soy un genio, pídeme un deseo y te lo cumpliré”. Mariana dice que no le asombraba tanto la aparición del genio sino la puerta que se abría frente a ella y que daba a una encrucijada de mil caminos. ¿Qué pedir? ¿Por qué este genio era tan miserable y sólo estaba dispuesto a cumplir un deseo? Por lo regular, en los cuentos que el abuelo le contaba en la tarde, en el corredor de la casa, los genios concedían tres deseos, ¡tres! ¿Qué pedir? Mariana dice que su mayor preocupación era que el genio se desesperara y que así como había aparecido se evaporara antes de cumplir el deseo. ¿Qué pedir, Dios mío, qué pedir? ¿Que sus papás vivieran para siempre? Pero si pedía esto, debía pedir también que ella fuera inmortal y esto significaba dos deseos. ¿Pedir que su abuela volviera a ser una mujer sana? ¿Estaría de acuerdo la abuela? Tal vez la abuela gozaba la despedida, ese desprendimiento de objetos antiguos que hacía; tal vez la abuela se estaba preparando para el gran viaje y Mariana lo echaría a perder. ¿Qué pedir? Mariana dice que tal vez por esto ahora nada desea. A veces ha visto cómo el deseo de alguien se cumple sin mayor trámite (es una convencida de que los milagros suceden todos los días en cualquier lugar del universo). Sin duda que el solicitante logró hacer su petición de manera clara y el genio de su guarda es un genio inteligente y generoso. Pero ella cree que, como están los tiempos, ya hay genios que comienzan a olvidar sus fortalezas y, sobre todo, cree que hay algunos que son bobos y pueden equivocarse. ¿Has pensado, me pregunta, en un genio bobo que se equivocara? No, nunca, dije, pero si esto se da debe ser muy engorroso. Sí, dice Mariana, con una cara de gárgola sin agua. Imaginá que pedís mil millones de dólares y el genio que te tocó es un viejo con mil millones de años y ya padece sordera. Sí, dije, en lugar de dólares puede escuchar dolores y no te la acabás nunca. Mariana sonrió y siguió con otro ejemplo: imaginá que, en homenaje a Simon and Garfunkel pedís poseer el sonido del silencio y el genio que te toca es un genio disléxico y te manda el silencio del sonido para la eternidad.
Mariana tiene razón. Los tiempos han cambiado. Ahora es infrecuente hallar lámparas donde estén atrapados genios milenarios. Ahora nuestra basura es basura de tercera. Ya no está la abuela de Mariana para tirar basura con imágenes en color sepia o botellitas de cristal que brillan como si fuesen una jaula con mil millones de petirrojos.