domingo, 6 de marzo de 2016

UN ABRAZO PARA ENRIQUE




Querido Quique: Vi esta fotografía que subiste a tu muro del Face y pensé que debía decirte algo. Esto que ahora escribo debería decírtelo en privado, porque es como un abrazo para el amigo, pero lo hago público porque, tal vez, algún lector vea el cordel de luz que vos amarrás.
Vos escribiste como pie de foto lo siguiente: “Don Enrique Robles Domínguez, orgulloso comiteco, orgulloso jaguar, mi amigo y compañero de toda la vida”.
No te enojés si digo que lo de jaguares es un mero pretexto. Lo llamaré ¡El gran pretexto! Sé de tu pasión por este equipo de fútbol, pero también sé que en los años setenta vos eras un fanático del América. Ah, cómo sufrías cuando los aguiluchos perdían, ah, cómo disfrutabas cuando ganaban. Yo, que nunca he sido ni del América ni del Jaguar, sólo te acompañaba en tu pena y en tu alegría. Como buenos “fanáticos” del fútbol soccer abríamos la botella de ron y celebrábamos la victoria y llorábamos la derrota.
Así pues, tu pasión por el Jaguar no es de siempre, porque este equipo es muy reciente en nuestra vida. ¿Cuándo el Jaguar apareció? Nosotros ya tenemos sesenta años de vida, así que durante dos tercios de nuestras vidas, el Jaguar nos valió un cacahuate. Nosotros crecimos con el Maderas de Comitán y con las Águilas del América.
Digo pues que el Jaguar es el feliz pretexto para que lo que se refleja en esta fotografía sea ese cordel de luz que nos compartís.
Digo que una mañana (o una tarde, no lo sé) cambiaste de camiseta: te quitaste la del América y te pusiste la del Jaguar. Pero, acá, entre vos y yo, ¿de veras importa mucho que el Jaguar gane o pierda? ¿Qué ganás cuando gana? ¿Qué perdés cuando pierde? Tal vez ganás más cuando gana. ¿Qué cuando pierde? Nada. Lo importante acá, y por ello, insisto, hago público este abrazo para vos: es lo que escribiste al final del pie de foto: tu papá es tu amigo y compañero de vida. Esto es lo que importa. Lo que importa, querido Quique, es que la camiseta de Comitán no te la has quitado nunca, ni te la quitarás. Lo que importa, querido mío, es que ese cordel de luz con que Dios te bendijo al darte el padre que tenés lo llevás enredado, con gran orgullo, en tu corazón, desde siempre.
Sé lo que hacés cada vez que el Jaguar juega en Tuxtla; sé que tomás tu camioneta y (a pesar de la amenaza de bloqueos y de la niebla permanente) viajás de Comitán a Tuxtla, llegás a casa de tu papá y le decís que ya es hora, de que irán a ver el juego de la patada (esto lo escribo sin ironía, sólo para reafirmar que irán a ver el juego que se juega, sobre todo, con los pies).
Los seres humanos estamos hechos del barro de la tierra donde crecimos y del abono que alimenta nuestro tallo. Vos sos de una tierra llamada Comitán, tierra pródiga y bendita; y recibís el abono de esa enormísima ceiba que es don Enrique Robles Domínguez. Ceiba producto de árboles colosales que dieron sombra y sirvieron para que las chinitas construyeran sus nidos. Don Enrique es ¡orgullosamente comiteco!, es ¡orgullo de Comitán!
No importa, Quique, que el estadio esté casi vacio. ¿Qué importancia puede tener cuando tu espíritu está pleno con la compañía de tu papá?
Bendito Jaguar que te permite hacer esto que hacés. No importa que gane o que pierda (sé que esto último no es infrecuente). Así como no importa que ahora la camiseta del América la usés como trapeador. Lo que importa es lo que escribiste al final del pie de foto (se sabe que las últimas palabras serán las primeras). Importa que estés al lado de don Enrique Robles Domínguez, tu amigo y compañero de toda la vida. ¿Mirás lo que escribiste? ¡De toda la vida! De acá hasta el fin del universo.
Un día, vos lo sabés, murió mi papá. Ese día ya no pude usar el pretexto que, de vez en vez, usaba. Le decía a mi papá que fuéramos a San Cristóbal, su lugar de nacimiento. Nunca dijo no, a pesar de que tuviera algunos pendientes. Nos subíamos al vochito y respirábamos los pinos del camino y bajábamos a lavarnos las manos en el riachuelo que baja a Amatenango y reíamos. San Cristóbal, desde siempre, fue mi gran pretexto y aunque mi camiseta siempre ha sido Comitán, llevo algo que es como un parche infinito que dice San Cristóbal. Sé que vos también llevás puesta la playera de Comitán y el chal que dice Enrique Robles Domínguez. ¿El jaguar? Es un parche, un feliz pretexto. No importa si el Jaguar le gana al Diablo o empata con el Tigre o pierde ante el Xolo. Lo que realmente importa es ese cordel de luz que te ata al gran árbol. Bueno, es lo que digo yo, y lo hago público porque creo que puede ser como un canto de vida para aquellos hijos que buscan pretextos para estar con sus viejos antes de la proyección de esa película que, en compensación con la que filmó el actor Soler, “Cuando los hijos se van”, se llama: “Un día los padres se alejan para siempre”. Abrazo, querido Quique. Mi cariño y mi reconocimiento para vos. ¡Que viva el jaguar, aunque pierda en forma frecuente!