miércoles, 23 de marzo de 2016

LOS NIÑOS DE CASA





¿Qué juegos jugaron los que nunca jugaron carretón? ¿Qué hicieron los que nunca jugaron una “cascarita” a mitad de una calle polvosa? Porque, todo mundo sabe, hubo niños de calle y niños de casa.
Todo mundo advertía que los niños de calle eran los niños más atrevidos, los que no tendrían problema en adaptarse al mundo. Los otros, los que eran niños de casa, los consentiditos, sufrirían al crecer, porque (eso advertían los adultos de entonces), los de casa no podrían permanecer siempre en los patios donde todo era menos adverso. Algún día deberían salir, porque crecerían y el mundo de afuera los reclamaría, tendrían que trabajar.
Ya también, en ese tiempo, en la calle era donde estaban los peligros, ahí, en los entremetidos de las casas o detrás de los cercos, estaban agazapados “Los enagüitas”, que eran un grupo de robachicos. Por eso, los de casa siempre salían a la calle acompañados por los mayores y no regresaban después de las seis de la tarde, porque cuando se hacía de noche era que este grupo de malvivientes salía y robaba a los niños de casa.
Cuando, en la sala, al amparo del quinqué, un niño de casa preguntaba por qué los robachicos nada les hacían a los niños de la calle, un adulto somataba sus manos sobre las rodillas y decía que era porque los de la calle eran unos pobres miserables; una señora, con un abanico frente a su cara, completaba: “Los enagüitas son papás de los niños de la calle”. Los niños de la calle eran parte del mismo terror, por eso no tenían problema en andar por las calles de Dios después de las seis de la tarde.
Los niños de la calle, entonces, eran los resentidos que envidiaban a los niños de casa y algún día se desquitarían. Porque los de casa tenían bicicletas, zapatos y, cuando iban de vacaciones, iban a lugares con nombres difíciles de pronunciar.
Y los vaticinios no se equivocaron, porque los niños de casa crecieron y son los que más resienten salir a la calle. A veces veo en el noticiario de la televisión algunas escenas de Tepito y veo que la gente de ahí (barrio bravo) no tiene inconveniente alguno en caminar por la noche. ¿Qué pasa con los niños de casa, los que viven en residencias en el Pedregal de San Ángel? Éstos no se atreven a caminar por las calles de los barrios de la periferia de la Ciudad de México. Los niños de casa (ya adultos) tienen perfectamente delimitado el área donde pueden moverse: las colonias donde vive gente de bien. Y cuando se atreven a andar, a medianoche, por lugares prohibidos, se suben a sus camionetas blindadas y se hacen acompañar por agentes de seguridad (que los otros, los de la calle, llaman guaruras). A los niños de casa les cuesta trabajo moverse en las calles, por eso no se bajan de sus autos y cuando vacacionan lo hacen en lugares exclusivos. Es raro ver a un niño de casa pasear por calles de pueblos abandonados. En temporada de vacaciones de Semana Santa, los niños de casa van a Cancún o a la Riviera Maya o a París o a Las Vegas. Evitan los lugares donde la multitud se mueve como un pulpo; siempre están en lugares exclusivos, como si supieran que los de la calle jamás podrán llegar a sus yates o a sus jets privados. ¿Y si algún día se decidieran a llegar?
Los agoreros no se equivocaron: los de la calle se mueven sin mayores dificultades por todos los espacios públicos. Ellos se sientan en los andenes de trenes y observan con cuidado a los pasajeros, tratan de descubrir quién es de casa, quién se mueve con temor, quién lleva las manos adentro de las bolsas del pantalón y, con la mano engarrotada, cuida su cartera. Los de calle se mueven como pez en el agua. Los de casa no se sienten seguros hasta en tanto no regresan a sus domicilios, y a veces tampoco encuentran seguridad en ellos, porque entran y hallan que todo está tirado, la tele ya no está, tampoco la computadora personal; van a las recámaras y encuentran que todas las gavetas están en el piso.
¿Qué juegos juegan los que fueron niños de calle? ¿Qué juegan los que fueron niños de casa?