viernes, 8 de abril de 2016

ALEJANDRO Y EL SOL




Alejandro Hernández es lector, acá se ve. Alejandro es escritor, acá no se ve, pero él está empecinado en ser escritor, por eso lee mucho. En esta fotografía, el sol está detrás de él. Alguien, algún día, deberá decirle que, para la lectura, lo menos recomendable es que el sol esté detrás. La luz del sol, siempre, ¡deberá estar al lado!, para que no provoque sombra. Porque si Alejandro sigue en su intento de colocarse detrás del sol irá perdiendo la vista, poco a poco, y después necesitará lentes, y luego tendrá necesidad de un lazarillo y después se volverá un Homero o un Borges y esto no es recomendable. Ya dije que Alejandro escribe, quiere ser escritor, sueña con ser un gran escritor, por eso (también ya lo dije) lee y anda en la busca de un maestro, porque todo gran escritor ha tenido grandes maestros. Sin ir más lejos podemos decir que Gabriel García Márquez, es esa búsqueda, se topó con Faulkner, y así los demás grandes. Pero, alguien tendrá que decirle a Alejandro que si desea que Homero sea su maestro, o Borges, no hay necesidad de volverse ciego. Alguien, algún día, en alguna tribuna de un estadio de fútbol (puede ser el doctor Roberto Ortiz Solís o el de la Pilita Seca) deberá decirle: ¡Alejandro, el sol no debe estar detrás de vos, sino a tu lado, entendé totoreco!
¡No, no, qué bobo soy! Perdón. Siempre soy un inútil. Ahora confieso ante mis lectores mi yerro, perdón. Perdón, Alejandro Hernández. Yo soy quién está mal. Sí, sí, confieso ante Dios todopoderoso y antes mis lectores, que he pecado de omisión. ¡Pero qué tonto soy! ¿Cómo no vi que Alejandro tiene el sol al lado? ¿Por qué soy, ¡Dios mío!, como Homero o como Borges? ¿Por qué soy tan ciego, siempre? ¡Claro, acá el sol está a su lado! Y lo ilumina de tal modo que se ve que ella, su hijita, también lectora, ¿también aprendiz de escritora en el futuro?, irradia su luz de tal manera que envuelve a su papá en medio de una bombilla de luz. Ella es como su ángel, es el ángel.
Sí, perdón, qué tonto soy. Pero si todo está muy claro. Él tiene una playera que dice corona. Si ahora comenzara a hacer mi lectura de fotografía, diría (porque así es) que Alex, de vez en cuando, toma una cerveza y por ello, ¡ah, Dios de la mercadotecnia!, él bebe cerveza Corona. Ahora sé que Alex lector, Alex escritor, no se puso esa camiseta porque beba cerveza, sino porque él, como si fuese devoto de las vírgenes verdaderas, siempre le coloca una corona a su nena, porque ella es la reina de todas las reinas. Por eso, acá se ve y se escucha, la bebé le dice a su papá que lea. ¿Querés ser un escritor? Ah, bueno, dice ella, pues entonces leé y escribí. No, papito, no, la cerveza corona, no lo sabés, no te hará escritor ni te dará vida. Vos pensás que sí, pero no es así. La vida, papito, ¿lo sabés?, está concentrada en esta luz que nos abraza, que nos cuida. La vida, la vida, está en el libro que te doy.
Y la niña, el ángel, le dice que lo siga en la lectura, y Alex, que es buen hombre, se sienta y, como niño bien portado, abre el libro y sigue la lectura tal como se lo enseña su maestra. Porque cualquier lector puede advertir en esta foto que él sigue lo que le indica su maestra, su hija, su sol, su ángel. ¿Si se alcanza a distinguir, verdad? Ella está leyendo: “… Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria…” Y ella le explica que es un canto de la Ilíada y le explica quién es Príamo y luego le dice que para ser un buen escritor debe leer, leer mucho y luego escribir, escribir. Que no se preocupe, que ella siempre estará a su lado, porque ella es la encarnación de la vida, es la nube, es el sol más alto del más alto cielo. Y él, dócil, dice que sí. Sólo falta que se deje tocar por esa luz infinita para que cumpla sus sueños, los sueños que tienen los hombres buenos, los que son tocados por la luz de los ángeles que, de vez en vez, sólo de vez en vez, se materializan y tocan a sus padres con su luz.
Perdón, soy un estúpido. Creí que Alejandro estaba adelante del sol y esta luz le provocaba sombra en su lectura. Perdón, para la otra (hablo de lectura de vida y no de ronda de cerveza) tendré más cuidado. Como si fuese un gran dibujante, como si fuese Miguel Ángel o Leonardo, tendré cuidado en ver de dónde procede el foco de luz, ese foco que ayuda a dar el volumen a los objetos y a las personas en los grandes dibujos de los grandes dibujantes.
¡Larga vida a Homero, a Borges, dueños de la sombra y del tentaleo! ¡Larga vida a Alejandro y a su ángel, dueños infinitos de la luz!