viernes, 29 de abril de 2016

CARTA A MARIANA, DONDE SE HABLA DE UN REY




Querida Mariana: El jueves, Reynaldo Velázquez estuvo en Comitán. Vos sabés que él es un dibujante y escultor en madera, un gran artista figurativo. Un año del siglo pasado recibió el Premio Chiapas, en Arte. ¡Bien merecido!
¿Cómo le dicen a Reynaldo sus amigos? ¿Alguno, de manera afectuosa, lo nombra Rey?
Reynaldo vino a Comitán porque se presentó una exposición de su obra y un libro que, igual que la exposición, se llama “La piel despierta”.
En la mesa de honor, aparte de Marco Antonio Orozco Zuarth, quien, ya sabés, realiza una labor editorial fecunda en el Coneculta-Chiapas, estuvieron Julio Pimentel (quien leyó un texto iluminador y erudito que mostró los caminos que Reynaldo camina y abre en el arte), el propio Reynaldo, y Óscar Bonifaz (también Premio Chiapas), quien (ahora sí) leyó un texto en el más puro estilo Bonifaz. Y digo que ahora sí, porque cuando recibió el Premio Chiapas, en el Auditorio Belisario Domínguez, dijo que había escrito su discurso, pero que lo ignoraba porque la emoción del momento exigía la improvisación e improvisó y su discurso improvisado no tuvo la contundencia del texto que leyó la noche en que Reynaldo Velázquez estuvo en Comitán. Fue un texto muy disfrutable. Óscar comenzó diciendo que la presencia de Reynaldo en Comitán era fruto de un milagro, un milagro de San Caralampio, y luego comenzó a bordar un tapete con palabras, palabras medidas en una balanza, bien dichas. Como es característico en Óscar la anécdota brilló. Hubo un instante en que dejó el texto porque dijo que aunque Reynaldo se enojara contaría la anécdota de la tarde en que el artista plástico, en Tuxtla Gutiérrez, le propuso que fuera su modelo para una obra. ¿Modelo de un cuadro de Reynadol?, pensó Óscar, ¡ah!, eso era un privilegio, así que aceptó de inmediato. Reynaldo le dijo que Óscar debía posar completamente desnudo. ¿Ni la trusa? La respuesta fue al estilo Padre Naty. Óscar posó desnudo. Pero, se preguntó Óscar, ¿por qué Reynaldo lo había elegido como su modelo? Acá, el escritor dijo que probablemente el artista plástico no recordaba, pero le había dicho que tenía encargo de pintar un santo para una iglesia y los santos, ¿cómo decirlo?, no tenían cuerpos perfectos, sino un poco maltrechos. ¡Por eso! ¿Debo decirte que la audiencia disfrutó el texto de Óscar? Reynaldo también disfrutaba. Él, el artista que tanto arte ha generado con sus manos, las movía como si también ella rieran y fueran guajolotes en el sitio de la casa. Se notaba que estaba contento. San Caralampio, a decir de Óscar Bonifaz, le había hecho el milagro y él disfrutaba su estancia en Comitán. Marco Antonio Orozco comentó que la exposición “La piel despierta” se presentaba primero en Comitán, antes que en Tuxtla, la capital de Chiapas. Por algo será. Bueno, qué tonto me estoy viendo, ya lo dijo Óscar: ¡fue milagro de San Caralampio!
¿Mirás la foto que anexo? Son dos obras únicas. Así como te las envío pareciera que las une un puente, el puente de la genialidad. En primer plano está el pichito, que mueve las manos y las piernas, como si la vida, después de todo, fuera un juego; en el fondo aparece el hombre que levita, que pareciera estar recostado sobre una cama, pero donde la cama no se ve, porque el aire es el que ha tomado la forma de su cuerpo. Acá está la síntesis de la obra de Reynaldo y la síntesis de la esencia de la presencia del hombre en el universo. Ambos están boca arriba, porque del infinito somos. Al niño lo protege un capelo transparente; al hombre lo protege un manto negro que lo rodea por todos los costados, sin embargo está lleno de tonalidades rojas y amarillas, como si un sol lo tocara con sus manos y le dijera: ¡Levántate y anda!
Óscar Bonifaz dijo esa noche, en un texto lleno de juncia fresca, que las pinturas de Reynaldo hablan y si algún espectador no alcanza a oír es porque no sabe ver el arte.
Óscar terminó su participación con una de esas ocurrencias que tanto lo definen, pero antes confió un secreto, dijo que Reynaldo cuando crea escucha música clásica. Dicho esto, como si fuese un mago y todo mundo escuchara una sonata dedicada al silencio, abrió una bolsa de plástico y sacó una imagen pequeña de San Caralampio y se la entregó a Reynaldo, éste la recibió, sonrió y la sostuvo entre sus manos y jugó con ella, como si fuese el pichito de su escultura, como si cerrara los ojos y, de igual manera que el durmiente de su pintura, imaginara que hay santos que no tienen cuerpos tan torcidos como lo tuvo el modelo llamado Óscar que un día posó para el Rey.