miércoles, 27 de abril de 2016

TRANSFORMACIONES




Mariana dice que lo importante está detrás del muro. Esto es como la luna: sólo vemos un lado. Nos falta ver el lado oscuro de la luna. Acá, dice Mariana, lo que nos falta ver es ¡el lado luminoso de la pared!
Mariana dijo que yo me fijara bien. ¿A poco pensaba que estas matas crecían en el borde superior de la pared? ¿No, verdad? Mariana dice que estas plantas están sembradas en el sitio contiguo, ahí crecen, crecen hasta alcanzar el tamaño del muro y es, entonces, cuando se pasan al sitio de este lado. Empiezan de poco a poco. Primero sólo se les ve los dedos de las manos, como si fuesen niños jugando a encaramarse en una barda; luego ya asoman sus ojos (es el momento más riesgoso) y, posteriormente, suben sus piernas y, como si fuesen vaqueros, se montan sobre el borde superior. En ese momento ya están posesionados de ese espacio.
La gente de este lado cree que las plantas son inofensivas. Cuando algún amigo llega de visita, los anfitriones le enseñan al amigo la barda y le dicen que es un prodigio de la naturaleza y el amigo, con cara de sapo en medio de la lluvia, asiente y confirma su emoción. Sí, se ve tan bonita la parte superior del muro, porque es como una bendición.
Pero, ¿de veras es una bendición? Mariana dice que no. Ella afirma que estas plantas son como esas plantas carnívoras que existen en el Amazonas. Son plantas de una gran belleza y colorido. Los colores y formas bellas las usan para seducir a sus víctimas. Estas plantas trepadoras son igual de perversas.
En un cuento de Aquiles Hernández Vasconcelos, que se llama igual que el texto de Kafka: “Metamorfosis”, la protagonista, una muchacha llamada Anabel, le regala una planta carnívora a su novio, una planta de colores hermosísimos. Lo que el muchacho no sabe es que la planta es carnívora ¡en serio y no de mentiras!, por ello no tiene mayor cuidado a la hora que, a la mañana siguiente, le da una mosca como desayuno. La planta abre sus pétalos, orlados por una fila de dientes tan finos como si fuesen los dientes de un pez sierra. Arturo (que así se llama el novio de Anabel) coloca la mosca adentro de la flor y ésta cierra sus pétalos, con tal fuerza y precisión, que le cercena la mano. La planta, al contacto con la sangre, se transforma, ya no es una simple planta carnívora, sino que se convierte en una planta vampiresca que se fortalecerá con la sangre de sus víctimas. Arturo abre la puerta de su departamento y va en busca de Enrique, su vecino, para que le ponga un esparadrapo y evite el sangrado, mientras lo lleva a un sanatorio. Ahí, la doctora, encargada de urgencias, pregunta cómo perdió la mano y si ésta puede recuperarse. Arturo dice que no, a esa hora, sin duda, ya la planta la hizo picadillo. Arturo, días después, comienza a acostumbrarse a llevar una venda en el muñón y a cambiársela todas las mañanas. Anabel le llama por teléfono y le pregunta cómo está la planta (ella nunca se entera del accidente). Arturo dice que la planta está muy bien e invita a su novia a visitarlo. Arturo, no sabe por qué, siente un impulso de venganza que va más allá de toda lógica, quiere que su novia también sufra lo mismo que él sufre. La novia llega y Arturo le da una mosca, con la mano izquierda. Espera con atención el momento en que Anabel se acerque a la planta, alargue la mano y la planta coma lo que debe comer, pero Anabel suelta la mosca antes de tiempo y ella vuela, vuela casi hasta la mitad de la estancia, pero ahí es alcanzada por la lengua de camaleón que la planta ya ha adquirido y la succiona. Arturo no puede creerlo. No puede creer que la planta, como si pensara, después de engullir a la mosca, mueve su lengua por toda la habitación hasta ubicarlo a él. La planta apunta su lengua hasta el cuello de Arturo. La lengua ya se ha convertido en una especie de boa constrictora, lo ahoga y comienza a chuparle la sangre. El lector sabe que es así, porque la planta vampiresca necesita alimentarse con la sangre que le dio la vida: la sangre de Arturo.
El desenlace es un apocalipsis. La novia va por un cuchillo y trata de liberar al novio. Pero a cada corte, la planta, como si recibiera una poda, crece más y más y más; y se descuelga por la ventana hacia el patio y, como planta trepadora, asciende por el muro y se asoma al patio de la casa vecina donde juega un par de niños…