martes, 19 de abril de 2016

PALABREJAS




Vimos la parte trasera de la camioneta y nos acordamos del tío Eusebio. Cuando alguien le preguntaba ¿Qué es vida?, él, recostado en su hamaca, se ponía las manos detrás del cuello, y decía: “Más sabrosa” y aclaraba, es que hay una canción que dice: “En el mar la vida es más sabrosa…”, y si ustedes quitan las palabras En el mar, les queda una definición de vida: La vida es: más sabrosa. Nosotros le decíamos que era una incorrección gramatical decir eso, que no podía eliminar las primeras palabras que le daban sentido al verso de la canción, pero él no nos hacía caso, cerraba los ojos y reafirmaba su definición: “La vida es: más sabrosa”.
De igual manera, Mariana me dijo que mucha gente podía jugar con esta definición que estaba escrita en la parte trasera de la camioneta. ¿Qué es vida? ¡Vida es ecaución! Cuando alguien preguntara qué es ecaución, ya el jugador podría buscar una rima que completara la oración, o podría inventar alguna definición a esta palabra de cuño reciente. Un poco como jugaba Sabines con la palabra Yuria, donde Yuria puede ser todo y nada puede ser.
Ecaución es la palabra con la que se designa el jugo que brota de los labios cuando alguien sonríe, podría decir alguien. Otro podía decir: es un sustantivo, pero también puede ser un verbo. Yo ecauciono, Vos ecaucionás, Él ecauciona, vosotros ecaucionáis; y se emplea cuando alguien está en plenitud, cuando está lleno de vida, porque decir ecaución es casi decir vida. Entonces, todo mundo sabría que ecaución era sinónimo de vida, por eso cuando alguien decía: ecaución es vida, era un pleonasmo, porque decía: vida es vida.
Cuando alguien, con cara de plato viejo, diría que su hermana había desencaucionado, habría dicho que ella ya no vivía; es decir, que había pasado a otro plano, donde, sin duda, seguiría ecaucionando, pero de diferente manera.
Mariana dijo que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes debería emitir un decreto en el cual, a partir de la publicación en el Periódico Oficial, todos los transportes públicos deberían llevar escrito el mensaje positivo de “Ecaución es vida”, que, como se ve, es la frase motivacional más iluminada que jamás se ha escrito.
En las escuelas primarias los estudiantes llevarían una clase con ese nombre, precisamente, dividido en dos módulos. En tercer grado estudiarían: “Ecaución es vida I”, y en el cuarto grado: “Ecaución es vida II”. Formarían grupos de investigación e irían al bosque, donde su maestro les enseñaría que las piedras y las plantas y los árboles y los jaguares y los ratones y la arena son elementos esenciales de la ecaución, porque se sabría ya, para ese entonces, que ecaución es vida. Todo mundo tendría la palabra ecaución en la punta de la lengua y eso sería bueno, porque los muchachos jugarían a pasarles un tantito de ecaución a sus muchachas a la hora de darles un beso.
Sería tan famosa la palabra de nuevo cuño que los publicistas la retomarían y la emplearían en todos sus anuncios; llegaría a tanto que, la Coca Cola, pagaría millones de dólares para hacer uso de la palabra y Coca Cola sería “La chispa de la ecaución”. Claro, como nosotros tendríamos el registro ante la Comisión de Derechos de autor, la empresa refresquera nos tendría que pagar esos millones de dólares y nosotros viviríamos felices, gracias a la ecaución. Viajaríamos mucho, a la India, al Japón; compraríamos una residencia en París y otra en Londres; levantaríamos una estatua en el centro del patio de la casa del tío Eusebio, quien se murió definiendo a la vida como “es más sabrosa”, en la mayor incorreción gramatical que jamás ojos de estas regiones vieron. Crearíamos una Fundación que otorgara becas a escritores y académicos de todo el mundo para que se dedicaran a inventar palabras, palabras que, siempre, alentaran el gusto por la ecaución y por todo lo que hace más agradable la ecaución del hombre.