martes, 21 de junio de 2016

EL SANTO DE COMITÁN




Reynaldo Velázquez estuvo en Comitán la noche del veintiocho de abril. Por si alguien no sabe quién es Reynaldo diré que es un destacado pintor y escultor chiapaneco. En no sé qué año obtuvo el Premio Chiapas, como reconocimiento por su obra.
Yo conocí la obra de Reynaldo en un número de “Sinapsis”, una revista que dirigía el escritor David Tovilla, en los años noventa del siglo pasado. Desde entonces, como medio mundo, me convertí en admirador de su obra figurativa.
En esta fotografía, Reynaldo tiene entre las manos una imagen de San Caralampio, el santo más querido del pueblo. En el Museo de la Ciudad (de Comitán) se presentó una exposición con obras del maestro y, en la mesa de honor, Óscar Bonifaz (amigo de él, de hace muchos años) le dio esa imagen brevísima del santo.
Una tarde le mostré la foto a Mariana. La vio con atención y dijo que esa foto decía una historia más allá de la anécdota.
Dos o tres tardes después, me llamó por teléfono y dijo que quería platicar conmigo, me preguntó si podía llegar a las oficinas de la Dirección de Difusión y Extensión Universitaria, de la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, lugar donde laboro. Le dije que sí. Media hora después le ofrecía una silla para que se sentara. Se sentó y sin más preámbulo dijo que sería bueno que algún fotógrafo hiciera un portafolio con retratos de personajes comitecos teniendo a su lado una imagen de San Caralampio; un portafolio donde deportistas, escritores, cantantes, músicos, ejecutantes de diversos oficios, bailarines, políticos, científicos, maestros, alumnos y niños nos hicieran reflexionar acerca de la importancia que para Comitán tiene este santo. Conforme lo platicó le brillaron los ojos como si fuera una calle en un atardecer soleado después de la lluvia. Me dijo que la exposición sería un éxito en el pueblo y en el mundo. Le pregunté por qué se le había ocurrido tal idea. Me dijo que amarró dos momentos: la experiencia de un grupo que, año con año, invita a los fotógrafos de Comitán a tomar retratos a niños con Síndrome de Down y montan una exposición en los corredores de la Casa de la Cultura; y la foto donde Reynaldo tiene a San Caralampio entre las manos.
Mariana se fue y yo quedé pensando. Le llamé y le dije si tenía alguna idea de cómo llevar a cabo su idea. Entonces me regañó, me dijo que ni siquiera lo pensara, que no se trataba de hacer una convocatoria oficial, se trataba, simplemente, de platicarla, de compartirla para ver si algún artista la pepenaba. Por esto, ahora escribo una Arenilla donde transmito su idea.
Mariana dijo que Reynaldo tenía a San Caralampio entre las manos, pero, en realidad, era el santo quien, desde siempre, tiene en sus manos la fe de este pueblo. Los comitecos que no son creyentes, ponen, de todos modos, una atención al fenómeno social que el santo suscita. Como siempre sucede con los grandes iconos religiosos de la colectividad trascienden el territorio de lo sacro para entrar de lleno en lo terrenal y más allá. Basta mencionar como ejemplo a la Virgen de Guadalupe que, como agua limpia, se introduce en todas las hendijas de este país. San Caralampio es un santo que tiene un lugar muy especial en la sociedad comiteca, no es solamente el santo milagroso, sino también el santo que nos otorga identidad.
En una ocasión, en un templo de la colonia Roma, en la Ciudad de México, Jorge me llamó a gritos (bajos, porque estábamos en el interior del templo) y me enseñó una imagen de San Caralampio (el abuelo de Jorge se llamó Caralampio). Fue un poco como si dijera que ahí estaba una extensión de Comitán. Nunca se ha dado un fenómeno similar cuando alguien se topa en algún lugar ajeno con una imagen de Santo Domingo o de San Sebastián o de otro santo venerado en este pueblo. San Caralampio trasciende el ámbito religioso y penetra en la conciencia de la memoria colectiva.
Mariana dijo que algún fotógrafo de los buenos debería, así, calladito, pero de manera tenaz, invitar a muchos personajes comitecos para hacer la serie de fotos en donde el tema central sea la presencia de San Caralampio. Yo, igual que mi niña amada, creo que el resultado permitiría una reflexión estética y sociológica sin igual. ¿De qué manera los personajes importantes advierten la presencia de San Caralampio como un elemento esencial de nuestra comunidad?
Ahora que lo escribo imagino ya algunas imágenes en blanco y negro, otras en color; imagino a un carpintero, en su taller, comparando la madera de la puerta que construye y la madera con que está hecha la imagen; imagino las diversas formas de imágenes de San Caralampio, desde las antiguas (bellísimas) hasta las más modernas.
Mariana dijo que uno de los buenos fotógrafos debía echarse a cuestas esta idea. Pienso entonces en César Pérez, en Amín Guillén Flores, en Ari Peralta, en Ángel Gabriel Penagos, en Carlos Gordillo, en Toño Aguilar, en Roberto Román, en César Guillén Cota, en Daniela Quintero, en Fredy Culebro, en Leticia Bonifaz, en Alex Hiram Morales, en Grace Díaz, en Omar Suaznávar, en Estefanía Fonseca, en Roberto Carlos Espinosa, en Nohemí Pech, en Anna Semitiel; pienso en Ariel Silva, en Carlos Mora y en muchos, muchos más. Yo pienso en ellos, pero ¿quién de ellos puede pensar en un proyecto semejante? No sé. Si yo tuviera el ojo que ellos tienen no dudaría un instante. Pero yo no tengo el ojo que tienen Gerardo Hernández o Julio Albores o Luz del Alba Velasko. Alex Tellowsky, ¿qué piensa de esta propuesta? ¿Qué piensa Daniel Saborío? ¿Juan José Vázquez Méndez? Pienso en Zarape Films y en Liliana y Alma Martínez; pienso, incluso, en Balam Quitze, fotógrafo sancristobalense que ha realizado excelentes trabajos en nuestro pueblo.
Creo que si fructificara la idea de Mariana tendríamos una riqueza iconográfica de primer orden. Ya Bonifaz y Reynaldo prendieron la mecha, y Mariana y yo ya cumplimos al echar a volar la idea como papalote. ¿Alguien jalará este hilo y le dará más cuerda? Si es así, que San Caralampio se lo premie, sino que la patria chica se lo demande. Tan, tan.