lunes, 27 de junio de 2016

TE HACE FALTA VER MÁS BOX




Tres amigos me lo han dicho. A raíz del suceso donde dos diputados locales fueron llevados a la fuerza a una comunidad indígena, los amigos han dicho que sería bueno releer “Oficio de tinieblas”, de Rosario Castellanos, novela que da cuenta de la situación de los indígenas de los Altos de Chiapas en los años cincuenta del siglo pasado.
Llama mi atención la sugerencia. ¿Por qué ninguno de los tres me remitió a revisar los planteamientos de Marcos en el levantamiento del 94?
La respuesta que me di está asociada a un reciente comercial de televisión que se volvió famoso. Stallone, el artista que interpretó al boxeador Rocky Balboa, en la serie de películas Rocky, aparece y dice: “Te hace falta ver más box (más bax)”.
Meses después del levantamiento zapatista, en 1994, coordiné un taller literario en la preparatoria de San Cristóbal de Las Casas. Cuatro o cinco muchachos se inscribieron y asistieron puntualmente a la cita quincenal. Yo viajaba de Comitán a San Cristóbal, en autobús. En ese tiempo los bloqueos no eran la pesadilla que es ahora.
Debo decir que Marcos estaba de moda con sus cartas. Los muchachos, simpatizantes del movimiento, leían sus textos con la misma emoción (imagino) que los chavos de los sesenta leían los textos del Che Guevara.
En el transcurso de las sesiones advertí dos elementos que supuse eran una consecuencia natural de los tiempos: los textos de los integrantes del taller retomaban historias de la situación indígena y estaban “contaminados” con el tono de Marcos. A los muchachos les hice notar lo segundo y consideré que no era lo más apropiado. “Pontifiqué” acerca de la necesidad de buscar una voz propia y eliminar los intentos de imitación plástica y, sobre todo, inmediata. Vaticiné (parece que no erré. Muy pocos leen ahora sus textos.) que la voz de Marcos sería olvidada, porque sus textos eran textos panfletarios ocultos tras una máscara que pretendía ser literaria; la palabra parecía estar envuelta tras los mismos pasamontañas que usaba el líder. Marcos no tenía la culpa, al contrario, él escribía textos que pretendían sensibilizar a todo el mundo respecto de la situación miserable de los indígenas de Chiapas, lo importante para Marcos era el mensaje social y, se sabe, la literatura sugiere misterios ¡no los revela! Daba a conocer las satrapías del gobierno federal y estatal (incluidas la de los hacendados) y el trato despótico que se continuaba otorgando a los grupos indígenas. En los textos de Rosario (no olvidemos que “Balún-Canán” expone el descontento indígena, el rencor acumulado, por los malos tratos recibidos por parte de los caxlanes), también aparece ese mundo. La diferencia es que Rosario emplea los mismos elementos de humillación, pero los mete en el tamiz de lo literario. Basta recordar los dos pasajes iniciales de “Oficio de tinieblas”, donde las mujeres que bajan a San Cristóbal de Las Casas con sus animales son sorprendidas por las “atajadoras”, mujeres abusivas y prepotentes que les arrebatan las gallinas y guajolotes y les avientan unas monedas, como si fuese una limosna; asimismo, la muchacha vendedora de ollas de barro que es sometida sexualmente por un viejo asqueroso, cuyo comportamiento muestra cómo los caxlanes se abrogaban el derecho de posesión de los cuerpos de las mujeres, tratándolas como a los animales. Los hombres eran los “atajadores” y les robaban su virginidad, en medio de carcajadas.
El ciclo del taller de San Cristóbal lo cerré abruptamente, porque el coordinador del Centro Chiapaneco de Escritores (del cual era yo becario en ese instante) me comisionó para impartir un taller de creación en el Tecnológico de Monterrey, campus Tuxtla, así que mis viajes ya no fueron cada quincena a San Cristóbal sino al Tuxtla de los calores. Debo decir que allá (era lógico) la temática de los cuentos nada tenía que ver con la situación de los Altos de Chiapas ni con la miseria de Chiapas. Los muchachos del Tec vivían la otra realidad.
Cuando me despedí de los integrantes del taller de San Cristóbal habíamos comenzado a leer a Rosario, con la convicción de que a ellos les haría más bien leer a Rosario, que a Marcos, para reafirmar su convicción de creadores literarios. Lo último no estaba mal, les daría un termómetro exacto de la situación; pero lo primero les ayudaría a ver que la situación de los indígenas no era muy diferente de lo narrado en tiempos de Rosario, de lo narrado en todos los tiempos, con el agregado de lo literario. Parece que a los lectores la realidad nos abruma si no es tamizada por la varita mágica de la ficción. A los niños les cansa escuchar las anécdotas del abuelo, pero sus caritas cambian cuando les dice que les contará ¡un cuento!
Ahora, con el suceso de ese movimiento inesperado donde los diputados fueron sacados a la fuerza de un recinto de San Cristóbal, tres amigos recordaron que debemos releer a Rosario, un poco como decir que nos “hace falta ver más bax”, para reconocer que en la literatura está la explicación del rencor. El desconocimiento de la historia hará que ésta se repita y, entonces, el levantamiento indígena ya nadie podrá contenerlo. El rencor es de siglos. Si los caxlanes siguen con sus modos prepotentes y soberbios, si continúan creyendo que Chiapas es su finca, podrán despertar con una sorpresa desagradable. Hace falta leer más libros de Rosario.