viernes, 10 de junio de 2016

ES CULPA DE LAS FEMINISTAS





“¿Por qué escriben la palabra chic@s, con arroba?”, preguntó el maestro René. Rodrigo levantó su mano, luego levantó su anatomía y dijo: “Es culpa de las feministas” y, serio, se sentó de nuevo en su silla de paleta.
El maestro insistió: “Pregunté por qué, no pregunté quién es el culpable”. Rodrigo levantó de nuevo la mano, luego toda su anatomía y dijo: “Las culpables, maestro, ¡las culpables!” y, serio, se volvió a sentar.
Marcos, sentado en una esquina del salón no levantó la mano, así como estaba, desparramado, dijo: “No, el Chairas miente”, y, como no se había parado, sólo cerró la boca. (A Rodrigo le dicen Chairas, de apodo.)
Romina, quien es la más seria y estudiosa del salón, no levantó la mano (tal vez en un alarde de superioridad), pero sí habló: “Es una muestra de equidad de género”.
“Eso es una bobera”, dijo Armando (que le dicen Armando Broncas) y agregó: “Escrito no hay problema, pero sí hay problema a la hora de la lectura. ¿Cómo se lee la arroba? ¿Tenemos que decir Chicarrobas? ¡Qué complicado!”.
Romina dijo: “Es para visibilizar a las mujeres. Ustedes, los hombres, han querido adueñarse del mundo y comenzaron a hacerlo desde el lenguaje”.
Elena, quien por lo regular es una chica callada, se paró y dijo: “Marcos tiene razón. Las mujeres no tenemos la culpa de nada”.
“¿Por qué lo decís?”, preguntó Marcos, quien puso el brazo sobre el respaldo y volteó a ver a Elena.
Ésta dijo: “No lo digo por lo de la arroba, sino por el intento de cambiar la preeminencia masculina en el lenguaje”.
“¡Preeminencia!, qué pinche palabra es esa”, dijo Rodrigo.
Elena ignoró el comentario y siguió: “A ver, ustedes que son tan listos y que se quejan por todo, díganme qué culpa tenemos las mujeres de que ustedes no razonen y anden castrando a sus héroes y a sus hombres ilustres cuando alguna institución pública o privada lleva su nombre. ¡Nadie se espanta por ello! Alguna antecesora nuestra maquinó la venganza y ahí tienen que yo, de veras, juro que estudié en la Matías de Córdova. ¿Ven, tontitos? Estudié en La Matías de Córdova y tengo un sobrino que estudia en La Benito Juárez. ¡Dios mío! Bueno, esta invocación no va acorde al comentario, porque don Benito era un gran ateo, pero ¿qué pensaría don Beno si oyera que su nombre va antepuesto por el femenino La? Tiene años de años que todos los hombres están del lado de las feministas y, sin reconocerlo, porque son tontitos, se unen a la voz de las mujeres en esa dulce venganza. Desde la preparatoria, a mí me cayó mal Jaime Sabines, precisamente porque esconde su vena machista detrás de un muro aparentemente hecho con hojas de ternura. Todo lo reduce al sexo. En uno de sus poemas dice: “Nunca he amado a una mujer delgada / pero tú has enamorado mis manos”; en otro aparece: “Tu cuerpo está a mi lado / fácil, dulce, callado”; en otro escribe: “Te desnudas igual que si estuvieras sola / y de pronto descubres que estás conmigo”. ¿Ven? Todo es cuerpo, a eso reduce la imagen de la mujer. Entonces, cuando voy a la biblioteca, digo: “Voy a la Jaime Sabines” y remarco el La y nadie se espanta, porque todo mundo entiende que voy a la biblioteca. Mi corazón brinca como si saltara una cuerda, me vengo en nombre de todas las mujeres del mundo, incluidas aquellas que aman la poesía de Sabines, sin reflexionar en sus palabras machistas. Anduvo por todos lados ¡canonizando a las putas! ¿Por qué no propuso canonizar a las mujeres inteligentes, a las madres solteras? ¡Ah, no!, canonizó a las putas, porque ellas satisfacían su hombría. ¡Qué poeta tan sin poesía! Así que no les echen la culpa a las feministas. Ellas son continuadoras de la lucha iniciada hace mucho, incluida la blandengue de Rosario Castellanos, que era muy teórica pero muy poco práctica, ya que era sumisa ante las atrocidades que le hacía su esposo Ricardo. Muy feminista en el discurso, pero muy cobarde en la realidad real”.
“Pues será lo que decís -dijo Rodrigo-, pero cuando menos Rosario supo que no era modificando la lengua como se lograría la equidad de género. La Chayo escribió una poesía altísima y una prosa limpia sin ponerse a pelear con la palabra, que en su voz suena a agua limpia, sin género. Cuando alguien, como las feministas irredentas, escribe con arroba comete un sacrilegio, porque cancela la fuerza del símbolo y la convierte en una mera imagen; es como si alguien, en lugar de emplear la o usara un mapamundi, sólo por la semejanza, dejando de lado el sentido ritual del símbolo. Además pervierte el sentido máximo del lenguaje que es la comunicación llana y comprensible. Quieren cambiar el mundo desde el lenguaje, bobas, no saben que desde el lenguaje es que se cambia el mundo, para muestra ahí está la gran Rosario, aunque le pese a quien le pese”.
El timbre sonó. Todos guardaron su laptop en las mochilas. El maestro René borró el pizarrón y metió el borrador sucio en una bolsa, igual de sucia. Romina le preguntó si quería que lo ayudara a llevar el maletín a su carro. El maestro aceptó. Rodrigo pasó y, riendo, dijo: “No le cargués el maletín. No te sobajés. ¿Qué van a pensar de vos las feministas?”.