martes, 7 de junio de 2016

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE ESTÁ UNA PUERTA




Mariana dijo que jaláramos una silla. Así lo hicimos. Nos sentamos frente a la puerta. “No se mueve”, dijo Mariana. La puerta estaba estática, contraviniendo el mensaje insólito de “Precaución. Puerta en movimiento.”
¿Quién y por qué había puesto tal letrero? Mariana dijo que era un letrero inútil. Las puertas, de todo el mundo, están en movimiento cuando se abren o cierran. Lo extraño sería lo contrario; es decir, una puerta que no se abriera. Por lo tanto, el letrero para este caso debía ser: “Precaución. Puerta sellada”.
Permanecimos en silencio dos o tres minutos, pendientes del suceso en que la puerta se pusiera en movimiento. Reímos, reímos mucho. Nos sentimos inútiles, un poco como sucede (perdón) con los humanos que suben a la cima de la montaña, se sientan y ven el cielo en espera de que aparezca un ovni.
“¿Y si debemos decir unas palabras mágicas al estilo de Abracadabra?”, preguntó Mariana. Sí, tal vez, dije yo. Entonces comenzamos a jugar para ver si algún conjuro ponía la puerta en movimiento. Mariana dijo: “A la bio, a la bao, alabado sea el señor”. ¡Nada! Yo dije: “Estas son las puertecitas, que abría el Rey David”. ¡Nada! Después de diez minutos nos aburrió el juego. La puerta seguía sin movimiento.
“¿No será que se mueve con un control remoto?”. Nos levantamos, buscamos debajo de los cojines de los asientos y debajo de las sillas, pero nada hallamos. ¡No! Parecía imposible que la puerta hiciera el prodigio de ponerse en movimiento.
“¿Y si la abrimos?”, preguntó Mariana, con el tono que siempre imprime cuando está a punto de hacer una travesura. Se supone que cuando alguien no desea que se abra una puerta en una institución pública lo advierte con un letrero que dice: “No se abra.”. Esto sucede cuando la puerta da, por ejemplo, a un sanitario exclusivo. Acá no había ninguna advertencia de no abrirla. “¡Eso es!”, dijo Mariana y me explicó que el letrero estaba para que alguien llegara y la pusiera en movimiento, un poco como si el ser humano fuese el punto de apoyo que Arquímedes anhelaba.
Mariana se paró y fue hacia la puerta. En el instante que colocó su mano en el pomo, éste se movió, Mariana se hizo para atrás y la puerta, ¡prodigio!, se puso en movimiento y se abrió. Un joven, con uniforme del hotel, pidió perdón, porque se dio cuenta que estuvo a punto de arrollar a Mariana. Mariana sonrió, dijo que no había cuidado. Ella siempre lo dice para reafirmar que en efecto ¡la gente no tiene cuidado!
Descubrimos el misterio. La gerencia del hotel, a través del mensaje, trató de indicar que la puerta se pone en movimiento cuando alguien, que está adentro, abre.
Mariana volvió a sentarse. Dijo que el mundo funciona al revés. El letrero, indicó, debía estar adentro y debía decir que el empleado abra con cuidado, con mucho cuidado, revelando que algún huésped puede transitar por ahí, al lado de esa puerta que debe dar a algo que es como un almacén o una bodega. Pero, luego lo pensó y dijo que no estaba mal el letrero porque era una advertencia, los huéspedes sabían que algo pasaba en esa puerta. El mensaje era como esas equis con cinta masking que los albañiles colocan en cristales limpísimos. Dijo que no estaría mal que los lectores tuvieran un mensaje similar que indicara que ellos siempre tienen la mente en movimiento y en cualquier instante su puerta se puede abrir.
En esas estábamos cuando la puerta volvió a abrirse. Salió una joven, con uniforme del hotel. Salió apresurada, con las mejillas arreboladas; salió arreglándose la falda, pasándose la mano por el cabello un tanto despeinado. Mariana me vio y preguntó qué estaría haciendo allá adentro y no dejó que yo respondiera, dijo que jugaba, jugaba con el muchacho que había salido antes; dijo que estaban en movimiento. Yo nada dije. ¿Qué iba a decir?