miércoles, 10 de agosto de 2016

BRISA DE MONTEBELLO





¿Qué es la brisa? Desperté con esta pregunta, puedo decir que casi casi la hallé sobre la almohada. Tal vez fue así porque una noche anterior escuché que la radio “Brisas de Montebello” cumple trece años.
¿Qué dirán los triscaidecafóbicos, que son los supersticiosos que evitan todo lo que tenga que ver con el número trece?
Cuando en Comitán se inauguró la XEUI, la primera radio comercial del pueblo, fue un suceso. Uan multitud llegó a las instalaciones y contempló el equipo que lograba el prodigio. En las casas, la gente movió el dial de los radios, que permanecía casi inalterable en la frecuencia de la XEW, y escucharon la producción local. Claro, las voces no podían compararse, las de la W tenían más experiencia y estaban educadas; pero, poco a poco, los comitecos aceptaron “su” estación y a sus locutores. Y esto fue así porque el cantadito del pueblo estaba en las bocinas de la radio, era un signo de identidad.
¿Qué sucedió en La Trinitaria, hace trece años, cuando se inauguró la radio en su localidad? La Trinitaria es, todavía, una villa. A mí me encanta ir, porque camino sus calles como si caminara en un set cinematográfico donde filman películas de mediados del siglo XX. A veces doy vuelta en una esquina y aparece una imagen en blanco y negro, sólo sucede un instante, sólo sucede en mi mente, pero ello es propiciado por la tranquilidad con que el tiempo camina en el pueblo. Aún se pueden ver los sitios llenos de árboles frutales, donde en el piso las gallinas picotean y los conejos permanecen en jaulas elevadas. No todas las casas tienen bardas, muchas conservan muretes de piedra o líneas de alambre que delimitan el sitio de la calle. Pero que nadie se vaya por un camino de polvo, no, La Trinitaria vive a plenitud el siglo XXI en cuanto a comunicaciones se refiere. La presencia de la radio da aval a esto último.
No sé qué ocurrió el día que en La Trinitaria se inauguró “Brisas de Montebello”. Imagino que las personas aquilataron el acontecimiento y, hasta la fecha, se sienten orgullosos, porque esa radio permite ubicar al pueblo en el centro del universo.
¿Alguien de allá imaginó algún día que su voz podría escucharse en cualquier parte del mundo? El otro día oí que un grupo de niños zapalutecos (Zapaluta era el nombre antiguo, y era un nombre muy bello) –Adrián, Paulina, Sofía y July- invitaban a la audiencia a escucharlos a través del programa “Mis vacaciones en la radio”. Imaginé a estos vacacionistas jugando a hacer castillos de arena en el aire y soplando para que esa brisa llegara a muchas orillas. ¿Alguna vez alguien imaginó que podía lograr esta quimera desde un pueblo que siempre se ha visto como olvidado? La radio permitió que La Trinitaria tenga una ventana que todos los días permite ver hacia afuera y, sobre todo, permite que los demás caminantes, hurguen en el interior de esa casa que es una casa afectuosa, desde siempre.
¿Las autoridades locales valoran la importancia de que en su municipio exista una estación de radio como “Brisas de Montebello?”.
¡Ah, cuántos pueblos quisieran una radio que les permitiera comunicarse con el mundo! No todos tienen la oportunidad de mostrar su cultura de manera tan amplia.
¿Qué es la brisa? Romualdo dice que la brisa está dividida en brisa marina y brisa terrícola. ¿Sabe Romualdo que, en La Trinitaria, la brisa es de juncia, de agua, de sol? ¿Hay brisa fresca de sol? ¡Sí, sí hay brisa fresca de sol! Es la brisa que, desde hace trece años, ilumina los hogares de todo el mundo a través de las ondas de esa radio.
¿El trece es número de mal augurio? No en este caso. En Comitán decimos que cuando alguien cumple trece años comienza a andar en los catorce. “Brisas de Montebello” ya anda en los catorce y deseamos que su camino no se detenga, que continúe dando brisa al mundo, porque la brisa es fresca y es señal de que la gente saque su “butac” en la banqueta, tome una limonada y mire pasar el tiempo, que, en La Trinitaria, camina como si no tuviera prisa de algo, como si la vida no fuera más que un círculo de armonía, un círculo con aroma a caramelo de miel, hecho con las prodigiosas manos de doña Margarita.