martes, 23 de agosto de 2016

CARTA A MARIANA, DONDE EXISTE UNA RUEDA DE CABALLITOS




Querida Mariana: Luis Arturo dijo: “Todos los días nos tropezamos con cosas maravillosas, lo que pasa es que no nos damos cuenta“. Lo dijo al presentar su libro: “Caballo verde para la poesía de peluche”. Lo dijo en compañía de Delva, su hija, autora de las ilustraciones del libro.
Lo dijo como si soltara una cinta, tenue, fina. Porque la vida, él lo sabe, es el misterio enredado en el árbol o en la nube. Pero, ya lo dijo, las personas no nos damos cuenta de ese guiño.
Ahora todo es prisa. Los hombres y mujeres suben a sus autos y van detrás del destino, pero no el destino que significa promesa, sino del destino como lugar.
Luis Arturo presentó su libro, acompañado por Delva y por un pequeño caballo verde. De esos juguetes forrados con fieltro que realizan los artesanos de Amatenango. Ese caballo era (es) una de las cosas maravillosas a que Luis Arturo se refirió. Ese caballo estaba parado en la superficie de la mesa de honor, pero primero estuvo en el piso de tierra del local del artesano. Pero, antes, ¿en dónde estuvo? Ese caballo es pariente del unicornio de Silvio, del Rocinante del Quijote, del Pegaso de los griegos y de Silver del Llanero Solitario. Pero también, ahora Luis Arturo nos ha enredado la certeza, también es parte de ese bestiario formidable donde pastan el caballo azul de Franz Marc, el Platero de Juan Ramón Jiménez y el caballo verde de Neruda.
Mi niña, yo no sabía que Neruda creó una revista que se llamó “Caballo verde para la poesía”. Y esto es porque yo, ¿cómo evitarlo?, soy de esos seres que Luis Arturo sentenció pasan sin darse cuenta de lo maravilloso de la cosa.
Los automovilistas comitecos suben a su auto y programan su GPS para llegar, directo y sin escalas, a San Cristóbal. Después de media hora pasan frente a un zoológico maravilloso creado por los artesanos indígenas. Los niños que van en el asiento posterior pegan sus caritas al cristal y ven los caballos verdes, amarillos, rojos y azules. Esos caballos conviven con jirafas y con cuches, también hechos con fieltro. Los niños apenas los ven, porque el auto avanza a más de ochenta kilómetros por hora. Urge llegar a San Cristóbal.
Ahora todo está firmado por la urgencia. Urge llegar a los lugares del destino, pero ¿qué sucede con ese prodigio llamado destino que, como muchos saben, no es un dictado divino sino la capacidad del hombre para construir sus caminos?
Pasamos por la vida como si tuviésemos urgencia por agotarla, por llegar a lugares donde no está la nube de nuestros cielos.
Luis Arturo dijo que “nos tropezamos con cosas maravillosas”, pero nosotros las eludimos. ¡El colmo!, mi niña, nos molestamos ante la nube que detiene el pie y con la mano tiramos aquella como si fuese una piedra que nos impide llegar pronto. Llegar ¿adónde?
¿Y de dónde las cosas prodigiosas? Ese caballo verde de Luis Arturo y de Delva, ¿de dónde? Lo hallaron pastando en un piso de tierra, pero, sin duda, su querencia estaba en una hacienda llena de nubes y de sueños. ¿De dónde el caballo verde de Delva? Del mismo lugar de donde nacieron los pegasos y los unicornios azules y amarillos.
Luis Arturo y Delva nos dicen que una tarde ellos detuvieron la marcha del auto y bajaron a la tierra del caballo verde; otra tarde vieron el cielo de España (lugar donde radican); una más se sentaron y escribieron y pintaron; y la más reciente, apenas tarde de agosto de este año, compartieron con gente de Chiapas (tierra de sus raíces) el vuelo de un caballo que es como una línea vaporosa, llena de aire, hilo de agua limpia.
Y aunque ésta no es una fábula la moraleja es detener la marcha del tiempo, bajarse del potro desbocado para meter las manos en el arroyo donde corre el agua clara, de color verde. El espíritu del hombre lo agradecerá y, también, el potro podrá descansar. ¿Qué es la vida? Ya nos lo dijeron los sabios: La vida es un viaje, pero vale por el trayecto y no por la llegada al destino.
Luis Arturo y Delva se llevaron un caballo verde de Chiapas y, una tarde de éstas, lo regresaron lleno de luz y de esperanza. Gracias a ellos por recordarnos que hay cosas maravillosas. El libro de ellos debe formar parte ya de esa maravillosa cosa universal.
Ahora falta que por ahí pepenemos ese libro y lo leamos. Debe estar disponible en la librería del Centro Cultural Jaime Sabines.