viernes, 19 de agosto de 2016

VIERNES CASI SÁBADO CASI DOMINGO




¿No será que nos va como nos va porque siempre andamos dando gracias a Dios por ser viernes? Decimos que es viernes y el cuerpo lo sabe.
El cuerpo, por supuesto, reconoce que es viernes, ya tuvo una semana intensa de trabajo. Bueno, con excepción del tío Abundio, cuyo cuerpo no reconoce ya el día, porque él bebe trago de lunes a domingo, sin hacer alguna distinción.
No he visto ni escuchado que alguien diga: “Gracias a Dios es lunes”. Siempre andamos dando gracias porque llega el viernes.
No hay necesidad de profundizar en el concepto de tal agradecimiento. Damos gracias a Dios porque llega el fin de semana y con éste la posibilidad del descanso, del antro, de la playa.
No está mal que deseemos descansar, lo que parece equivocado es que nunca deseemos trabajar. Parece que los mexicanos nos tomamos muy a pecho eso de que el trabajo es una maldición bíblica: “Desde ahora ganarás el pan con el sudor de tu frente”. ¿Pues qué esperábamos, qué queríamos? ¿Que el pan nos cayera como maná permanente sin hacer algún esfuerzo? ¿Queríamos ser como polluelos con la boca abierta y que nuestro padre Dios nos proveyera el alimento diario?
Y menciono a Dios, porque los mochos dirán que es bueno que las personas le agradezcamos la llegada del viernes; es decir, cuando llega el día pareciera que hasta el más irreconciliable ateo da gracias a Dios por la posibilidad de echar trago y dedicarse a regar la parcela donde crece la hueva.
¿No será que por eso nos va como nos va? Somos una sociedad que enaltece el descanso y aborrece el trabajo. Pareciera que todo el ánimo de nuestra vida está colocado en el deseo de la vacación permanente. Desde que inicia el lunes ya estamos esperando, con ansias desbocadas, que llegue el viernes y cuando éste llega damos gracias a Dios y, a la vez, le pedimos que no llegue el lunes.
Cuando un ciclo escolar inicia, todos revisan el calendario escolar y lo primero que hacen es ver cuántos días inhábiles contiene. A veces ni siquiera tenemos la certeza del inicio del ciclo. Los maestros dan gracias a Dios por los paros, porque esto posibilita estar fuera del aula, ya que el noventa y nueve punto nueve de maestros pega de brincos cuando hay puente programado o cuando es Día del Maestro, porque esto permite que no se trabaje.
¿No será que por esto nos va como nos va?
Insisto, el cuerpo y el espíritu necesitan remansos. Es bueno que descansemos, que hagamos una pausa en el ritmo frenético del trabajo, pero ¿es correcto aborrecer de tal manera la actividad laboral? ¿No será que una gran mayoría ejerce profesiones y oficios que nunca soñó con efectuar? Cuando vemos que en el juego olímpico un Usaín Bolt vence a todos sus contrincantes más jóvenes, y lo hace con una gran sonrisa en el rostro, sabemos que ahí hay un hombre que da gracias a Dios por la posibilidad de que llegue el lunes para practicar su oficio. Y digo que da gracias a Dios por tener su oficio, porque todo mundo vio que, antes de la carrera, elevó los ojos y un dedo al cielo como si dedicara la carrera a la divinidad o a algún recuerdo sublime. Nunca, lo juro, he visto que un trabajador llegue al trabajo y mire el cielo y levante el dedo y dedique el día a la divinidad. ¡No, jamás! Siempre he escuchado a los compañeros, a las dos de la tarde, a la hora que levantan sus cosas, dar gracias a Dios porque el viernes llegó. “Nos vemos el lunes”, dicen, pero en su tono se nota que dieran su vida porque el viernes se extendiera más días.
Nos va como nos va porque somos una sociedad dionisiaca, una sociedad que rinde pleitesía al Dios Baco, a tal grado que, en muchas ocasiones, la gente llega al trabajo (¡lunes odioso!) con lentes oscuros, ojos hinchados y aliento alcohólico, porque el domingo bebieron trago. Jamás he visto a alguien que en la mesa de domingo, a la hora que beben la cerveza y escuchan la marimba, se pare y diga: Gracias a Dios mañana es lunes, y que todos aplaudan y den gracias a la divinidad por la posibilidad de trabajar y de hacer más grande la patria y de hacernos más grandes como personas. Nunca lo he visto, nunca lo veré. Pero sí he visto, cada fin de semana, a medio mundo agradecer a Dios porque el viernes llegó. ¡Dios bendito!
Nos va como nos va ¡por eso! No nos quejemos. La única posibilidad es el cambio, pero, bueno, bueno…