miércoles, 3 de agosto de 2016

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DE ARI PERALTA





Ari es abogada, pero también es periodista. ¿O se vale decir que es más periodista que abogada? Y digo esto último porque nunca la he visto en litigios y sí la he visto en mil doscientos treinta y dos actos deportivos o culturales. Ella cubre la nota deportiva (el deporte es una de sus pasiones), pero también cubre las notas donde artistas e intelectuales participan. El periodismo, entonces, es otra de sus pasiones, pero una más es la fotografía. No es fácil aliar estas dos últimas actividades; es decir, el periodismo y la fotografía. Yo conozco columnistas y reporteros que son asistidos por compañeros fotógrafos para tener la nota completa: el texto y la fotografía. Ari se basta por sí misma: ella hace la entrevista, redacta el texto y toma la fotografía. En ocasiones (¿lo digo?) me gustan más sus fotografías que sus textos. Y esto me sucede porque, dando sustento a aquella sentencia que dice: “Una imagen dice más que mil palabras”, la lente de Ari dice más, mucho más que mil nubes o mil árboles, por eso sus fotos son cielos y son bosques.
Acá, en esta fotografía, está su amiga Lupita Nájera (amiga mía, también). Tuve el privilegio de conocer a Lupita cuando fue Directora de Turismo, del Ayuntamiento comiteco. Si digo que Lupita es una mujer linda, sencilla, talentosa y responsable, no descubro el hilo negro, porque medio mundo de Comitán sabe que sus virtudes son muchas. Debo decir entonces que para mí fue un privilegio verla trabajar en favor de Comitán. ¿Cómo le hacen las mujeres talentosas para hacer que el tiempo rinda más, que las veinticuatro horas se conviertan en ríos productivos sin que rebosen las orillas? No lo sé. Algún día, alguna tarde, en que encuentre a Lupita caminando por el parque central se lo preguntaré.
Lupita y Ari me hicieron el privilegio de asistir a la inauguración de la exposición de algunas de mis obras que están a la venta (un amigo me dijo: “Sos un mudo, ¿por qué solo exponés cuatro cajitas y cinco dibujos?”). Ambas vieron las cajitas y los dibujos. Pero, Ari (Lupita comentó: “Siempre capturando el momento, Ari, gracias”), como siempre, además de la grabadora y de la libreta de apuntes, llevaba su cámara, porque ésta le permite “capturar” instantes de vida.
Y acá, Ari capturó lo que Lupita captura en el instante de ver una de mis cajitas (de madera de pino, pintadas en acrílico). ¿Qué pensaba Lupita en ese momento? No lo sé, no puedo imaginarlo. Pero sí puedo decir lo que la foto de Ari me trasmite, porque su genio hizo que las cajitas levitaran. ¿Lo ven? La caja que está en primer plano (difuminada por la magia de su lente) pareciera subir hacia el techo, hacia el cielo, mientras la otra (la que Lupita observa) también levita frente a la espectadora. Y Lupita, con su mirada, trata de pepenar algo de las imágenes ahí mostradas, porque la cajita está subiendo, como si fuese un asteroide, como si fuese un planeta bailando a mitad del espacio.
Las veo levitar. Siempre he visto a mis cajitas levitar y he visto levitar a muchas personas que se acercan y modifican su mirada en cuanto las ven. Lo he dicho, muchos espectadores pasan y siguen su camino (con una mirada fastidiada, como si pensaran: ¿Qué gracia le encuentran a esto?), pero he visto a muchos que se detienen, observan y, también, ¡oh, prodigio!, levitan. Acá, Lupita (siempre gentil), ¡levita! A ella la vi levitar y hacer magia con el tiempo. Cuando me tocó ser compañero de trabajo la vi entregada al ciento por ciento, haciéndolo por Comitán.
Y Ari, ¿dónde está? ¿En dónde estuvo para tomar esta fotografía que es una fotografía como vuelo de pájaro? ¿Vuelo de pájaro dije? Sí, sin duda. Ella está por encima de la cajita del primer plano, ella, también, ¡levita! Las fotos de Ari, casi siempre, me elevan tantito del suelo. Lupita tiene razón: Ari siempre captura el momento: el momento en que el portero se lanza debajo del travesaño para atrapar el balón; el momento en que el motociclista sube por encima de un montón de arena y grava; el momento en que el basquetbolista se lleva las manos a la rodilla porque cayó mal a la hora de elevarse para el enceste. Ari capta el momento, es pepenadora de instantes. Ella captura el momento en que Lupita vuelve a ser niña e imagina las fábulas e historias que (sin decir una palabra) Molinari cuenta.
Mi amigo me preguntó que por qué sólo cuatro cajitas y cinco dibujos. ¡Y las cajitas tan pequeñas y los dibujos tan igual! Nada dije, porque ahí estaban las imágenes para hablar por mí, pero sí pensé que, probablemente, mi amigo no sabe que lo que vemos del universo apenas es una mínima parte, una brevísima parte, un átomo de una mota de polvo, de polvo estelar.
Tal vez tengo algo de Ari: yo también capturo instantes, yo también trato de hacer que los espectadores leviten, tantito, un poco como para decir que los asteroides no siempre colisionan contra planetas, sino que, a veces, iluminan el corazón.
¿Debo decirlo? Creo que no. Ya todo mundo se dio cuenta que robé esta fotografía a Ari, sólo para aterrizarla en un texto que nunca alcanza a decir todo lo que Ari dijo en esta fotografía, donde su amiga tiende un puente a través de su mirada. Si, como dicen los que saben, la mirada refleja el alma, Ari supo captar la tersura del alma de Lupita. ¡Por siempre!