domingo, 7 de agosto de 2016

EL DÍA QUE MURIÓ LA CHAYO




Rosario murió un 7 de agosto. Mario preguntó: “¿Qué Rosario, vos?”. Yolanda respondió: “Castellanos, quién más”.
En Comitán, cuando se menciona el apellido Castellanos muchos piensan en varios personajes. El Castellanos, se sabe, es un apellido de abolengo. Algunos piensan en don Matías, quien se hizo yerno de Belisario Domínguez, al casarse con doña Milita, hija del héroe comiteco. Los comitecos recuerdan a doña Milita como una mujer amable; la recuerdan más que por el museo de arte que lleva su nombre, porque, a decir verdad, el nombre es muy pomposo: Hermila Domínguez de Castellanos. Los comitecos, afectuosos siempre, a la hija de Belisario la nombran Milita y al propio Belisario le dicen tío Belis, casi casi como si medio mundo quisiera emparentarse con él.
Pero, cuando se menciona el nombre de Rosario, la mayoría de comitecos (con excepción de Mario y de algunos otros despistados) sabe que se habla de la Castellanos, la escritora, la que le dio fama mundial a este pueblo a través de su novela Balún-Canán. Porque ya Jorge Alcocer Vidaurreta, crítico literario, dijo que su novela bien pudo llamarse con otro título. ¿Por qué Rosario eligió titular a su novela con el nombre antiguo de Comitán? Si bien es cierto que su novela está ambientada en este pueblo, también es cierto que el nombre (cualquier editor lo sabe) no es muy atractivo para provocar entusiasmo en los posibles lectores. ¿Pensó Rosario escribir un clásico a la manera del Chilam-Balam o del Popol Vuh? Bueno, con el paso del tiempo, la novela logró tal trascendencia que, en efecto, miles de lectores la identifican y pronuncian ese nombre antiquísimo.
Rosario logró poner en boca de medio mundo de un tercio de países del mundo el nombre de Balún-Canán, que en el propio Comitán se pronuncia de vez en vez. ¿Cómo suena Balún-Canán en japonés? ¿Cómo suena en francés?
Cuando en Comitán, en alguna plática brinca el nombre de Rosario debe, necesariamente, agregarse el apellido, porque, de lo contrario, se piensa que alguien se refiere a la Castellanos. Una vez, en una fiesta de quince años, oí una conversación que fue más o menos en el sentido siguiente: La señora, con gargantilla de oro y escote que dejaba ver buena parte de sus generosos pechos, se limpió los labios con la servilleta de tela y dijo: “¿Ya supieron que la Rosario anduvo metida en líos de pantalones?”. De inmediato los tres acompañantes de la mesa pusimos cara de sorpresa y se nos quitó cuando Elena, delgada, con un vestido de coctel color verde, del mismo color de sus ojos, dijo que eso no era posible. “Su marido fue el que anduvo metido en líos de faldas. Ricardo era un coscolino”. La otra mujer (que, igual que la primera, tenía un escote generoso, tan generoso que yo no sabía para dónde ver cuando ella me hablaba) asintió y yo hice lo mismo. La primera mujer rió y dijo que no hablaba de la escritora, ella hablaba de (y acá dio el apellido de la coscolina). “Ah, pues por ahí hubieras comenzado”, dijo Elena, y la tercera mujer la apoyó diciendo: “Claro, ¿cómo querés que adivinemos de quién se trata si no decís santo y seña?”. Todo mundo estuvo de acuerdo que la Rosario, apellido tal, había andado en líos de pantalones, pero parecía (el chisme se extendió, mientras varias parejas bailaban al ritmo de la marimba) que ya había regresado al redil.
No faltan los afectuosos (llevados, dirían los jóvenes) que a Rosario le dicen La Chayo, porque en Comitán es costumbre, también, anteponer el la al nombre de la mujer, o el el al nombre del hombre, así decimos: “La Meche compró el libro de la Rosario, “Balún-Canán”. Mudenca, ni lo va a entender”, o “El Isaías quiere con la Refugio. Mudenco, ni le van a hacer caso”.
Cuando en Comitán alguien dice que Rosario murió un 7 de agosto, medio mundo de acá sabe de qué Rosario se habla.
Ella murió lejos de acá. Pajarito que comía alpiste adentro de una jaula prestada. Pajarito que nunca pudo volar libre.