viernes, 5 de agosto de 2016

JUEGO DE PALABRAS




Armando juega el juego de las palabras. A veces intenta rimas simpáticas o grotescas, dependiendo del caso.
Armando es un niño que tiene, no sé, siete u ocho años. Es un niño atrevido, lo que los sicólogos llaman precoz. Ojalá, en el futuro, sólo sea precoz de su mente, para que sus novias no se vayan a sentir frustradas.
El otro día, mientras esperábamos que le sirvieran un vaso de esquites, en los puestos de la Casa de la Cultura, me dijo que le gustan todas las palabras que empiezan con p. A mí me sorprendió cuando me dijo que la letra p es como un tambor o como una trompeta que da sonoridad a las palabras. Me dijo que una palabra que comienza con s, por ejemplo sala o senado, suena como si fuera una culebra (una serpiente) desplazándose sobre la arena del Sahara. En cambio, dijo, mientras recibía el vaso de unicel con los esquites y yo pagaba los veinte pesos, las palabras que comienzan con la letra p suenan como si un emisario, en la antigua Roma, a mitad de un palacio, tocara una trompeta para alertar la presencia del César.
Por eso, me dijo, la palabra palabra comienza con p, porque cada vez que pronunciamos una es como si tocáramos una trompeta para decir a la gente que se romperá el silencio. ¿Imaginás -me preguntó- si las palabras no se llamaran así? ¿Imaginás que en lugar de p comenzaran con la letra s? En lugar de llamar palabras a las palabras las llamaríamos salabras y esto, me dijo (mientras nos sentábamos en las gradas de la Casa de la Cultura y saboreaba los granos de maíz tierno con su complemento exacto de polvojuan), sonaría como muy salado, como muy soso. En cambio, como la palabra palabra comienza con p suena alegre, vivaz, llena de energía y de luz.
Y entonces entró al terreno que yo intuía. Dijo, mascando sus esquites y mirando hacia el parque donde un par de muchachas bonitas caminaba, que, por esto, la palabra puta o la palabra pendejo son tan escandalosas. Y yo imaginé al emisario Armando, en la antigua Roma, leyendo un edicto en voz alta.
Sí, Armando tiene razón. Todo mundo sabe que hay letras y palabras que son más sonoras. Bueno, los lingüistas nos han enseñado que en las mismas vocales hay unas que son fuertes y otras que son débiles. De la misma manera hay palabras fuertes y palabras debiluchas, tilibrices. Y no se trata de los conceptos sino de los sonidos. La palabra tambor suena fuerte, porque empieza con t y se acompaña con dos vocales fuertes; en cambio, la palabra Luis suena como si un pájaro no terminara de cantar su canto, luis, luis, luis, luis…
Armando, ya lo dije, es un niño precoz. Él, me dijo esa tarde, mientras abría la boca para que cayeran los últimos granos del vaso que golpeaba con su mano en la parte inferior, nunca mienta madres. Cuando alguien le cae mal, canta, en voz baja, el siguiente cuarteto que inventó:
A la p le agrego u
y a la t le agrego a,
pa’que suene como tú,
Saludame a tu mamá.
Así, en comiteco: saludame a tu mamá, sin la tilde de la esdrújula, como para quitarle un poco de fuerza al saludo mienta madre.