sábado, 5 de agosto de 2017

CARTA A MARIANA, CON NOBLEZA INCLUIDA




Querida Mariana: Vos y yo somos pueblo, como millones de personas. Pero hay un sector, mínimo, que pertenece a la nobleza.
En las artes hay también esas diferencias. Miles y miles de escritores no pasan de ser glorias locales. Muy pocos son los que alcanzan el privilegio de la fama mundial.
Ayer vi un video donde aparece la reina de la feria de Comitán de este año, una niña bonita que, gracias al protocolo de elección, pasó de ser pueblo a ser soberana. Sé que ella sabe que esto es pasajero, que, en realidad, su sangre roja no se convirtió en azul. No obstante, ella debe cumplir con las encomiendas que su cargo trae adosadas.
Nuestra reina de feria 2017, Gricely I, debe estar en los actos más relevantes del festejo. Repartió sonrisas y saludos desde su carro alegórico, el día del desfile; luego debió estar en el corte del listón oficial de inauguración de feria y también, ni modos, en el corte de listón de la exposición ganadera. Ella, generosa, sonriente, caminó al lado del secretario general de gobierno, del diputado local, del presidente municipal de Comitán, viendo las vacas y los toros que ahí se exhiben. Quien ha visitado esa zona sabe que el olor no es el más agradable. Pero, Gricely, chica espléndida, se prodiga con gusto y es tolerante. Tolerante, porque también estuvo al lado de los comediantes en la conferencia de prensa. Esto fue como si caminara por el fango de la exposición ganadera. Todo mundo sabe que los artistas (perdón, por los verdaderos artistas) que conforman el espectáculo llamado “Guerra de chistes” son lo más burdo que la televisión comercial ha parido en los últimos tiempos. Pero bueno, ellos, como dijeran los clásicos, ¡no tienen la culpa! ¡La culpa la tienen los que disfrutan su espectáculo de quinta categoría! Y cuando vi a Gricely al lado de estos chistosos sin chiste pensé en que las verdaderas reinas aparecen al lado de artistas sublimes. Los responsables de la feria deberían cuidar como una joya exquisita a nuestra reina, deberían seguir los protocolos que la nombran como la representante de nuestra ciudad.
Nuestra reina reparte su tiempo generosamente. Hace dos meses, Gricely disponía de su tiempo. Desde que entró al concurso de elección supo que su tiempo ya no le pertenecía, debió repartirlo en presentaciones a medios de comunicación, en ensayos, en sesiones fotográficas y demás responsabilidades a que se ven sometidas las participantes. Igual que sus demás compañeras soñó con ganar la corona, deseó convertirse en reina. Y supo que si, como sucedió, ella ganaba su tiempo debería destinarlo de manera abierta a cumplir con los múltiples compromisos. ¿Hay cuadrangular de básquetbol? Pues debe ir y apreciar los encuentros. Y así con cada uno de los actos del festejo supremo. Si a ella le gusta el pop tuvo la dicha de estar al lado de Carlos Macías y se tomó la foto con el cantante; pero no creo que haya sido muy satisfactorio estar al lado de Radamés en la conferencia de prensa que los supuestos comediantes ofrecieron antes de su participación en el escenario del teatro del pueblo. No lo creo. Tal vez me equivoque, pero no lo creo. Radamés se sentó a su lado, el tipo (con camiseta) colocó sus manos detrás de su cabeza y dejó expuestas sus axilas. Lo bueno es que nuestra reina ya había pasado por los pasillos donde estaban expuestos los toros y las vacas. Nuestra reina siempre fue tolerante, siempre se portó con gran dignidad. Supe que los tiempos han cambiado. Lejos quedó el año en que Charles Chaplin (él sí un verdadero comediante) fue nombrado Caballero del Imperio Británico por la Reina Isabel II de Inglaterra. ¿Cómo Gricely podía nombrar Caballero a Radamés si él es un patán? Gricely lo abrazó, lo trató bien. Ella (¡bendita!) supo que debía tratar con cortesía a los visitantes, sin importar que ellos fueran unos groseros que basan su humor en la pura leperada.
Y digo que su tiempo, durante este tiempo, no es ya su tiempo, porque se volvió famosa. Todo mundo de Comitán sabe que ella se convirtió en parte de la nobleza del protocolo de feria. De igual manera, los escritores que se ven tocados por la gloria del Premio Nobel dejan de ser ellos por un tiempo y aceptan ceder su espacio a presentaciones de libros, conferencias de prensa o conferencias magistrales en universidades de todo el mundo. Ellos, igual que nuestra reina, llegan a un restaurante y siempre se ven acosados por admiradores que les solicitan un autógrafo o tomarse una foto con ellos. Se convierten en figuras públicas que deben ser tolerantes con los otros, con los que, siendo pueblo, se sienten orgullosos de estar al lado de estos nobles caballeros y reinas sin par.
Cuando un escritor recibe el Nobel de Literatura su mundo se transforma. Deja de escribir, porque los compromisos sociales son imperativos. Vi fotos donde Mario Vargas Llosa después de recibir el premio debió asistir a recepciones con integrantes de la nobleza. Todas las revistas y televisoras del mundo lo asediaron para obtener la primicia de una entrevista. Debe ser maravilloso para la gente común toparse con alguien de la nobleza literaria. Cuentan que (también después de recibir el Nobel) Gabriel García Márquez entró a un restaurante en compañía de su esposa y cuando los comensales vieron que el famoso Gabo entraba todos comenzaron a aplaudir. ¡Ah, qué gloria tan disfrutable! El desasosiego llegó después cuando cada comensal quiso tomarse la foto con el autor o recibir el autógrafo. No lo dejaron comer a gusto. A veces, cuentan las crónicas de sociales, la admiradora no tiene un papel donde recibir la firma del famoso. No hay inconveniente, puede ser en la servilleta de papel o de tela o, ya en el último de los casos, en la playera o en el sostén. Ya imagino el sostén de la chica bonita colgado a mitad de la sala porque tiene el autógrafo de Juan Villoro.
¡Ah, la nobleza! No cualquiera. En Comitán hay miles y miles de muchachas bonitas, pero pocas son las que pasan a formar parte de la nobleza pueblerina, del ramillete de reinas que conforman el abanico de las ferias.
Yo, mi querida niña, no es por nada, pero de vez en vez paso a formar parte de la nobleza y me siento bien. Por eso, me gusta ir al mercado primero de mayo donde una muchacha bonita, empleada de uno de los merenderos que hay ahí, en cuanto me ve me dice: “¿Va’comer mi rey?”. ¿Mirás cómo me dice? ¡Mi rey! Ah, yo me siento más importante que Vargas Llosa a la hora que, en Estocolmo, recibió el Nobel de Literatura. Me siento a la altura del Rey de España.
Cuando la muchacha del mercado me dice “Mi rey” yo permanezco en las nubes como unas dos horas, no me bajo, no quiero bajarme. Si me topo con algún amigo sé que él nota que mi trato no es el de siempre. ¡Que me perdone mi amigo! No puedo tratarlo igual, porque yo soy de la nobleza y él es un simple plebeyo. Rocío dice que la muchacha del mercado trata así a todos. Yo no lo creo. No quiero creerlo, porque ella, sonriente, me ve a los ojos y se dirige a mí: “Mi rey”. ¡Soy su rey!
Pero la bobera no me tarda más de dos horas. Algo pasa en el mundo (la vida es maravillosa) que me baja de las nubes y me vuelve a colocar en el plano de la realidad donde no soy más que un peatón, un hombre de a pie, uno más entre los millones de plebeyos.
Las reinas europeas tienen tratos diferentes. He visto fotografías en la revista española “Quién”, donde la Reina de España toma té en jardines de palacios de ensueño, o acude a conciertos de música clásica, o va a exposiciones a museos y posa al lado de los artistas que participaron en alguna ópera.
A nuestras reinas locales no les queda más que ir a conciertos donde la Banda MS hace las delicias de la audiencia. Nunca están frente a un Goya o un Picasso; ni nunca tienen la oportunidad de educar sus sentidos con lo mejor de la ópera.
Una vez, ahora un ex presidente municipal, alcalde en ese momento me dijo que no pidiéramos cultura para la feria, para eso estaba ya el Festival Rosario Castellanos, remató diciendo: “Ahora en la feria habrá música para el pueblo”. Nada dije. ¿Qué iba a decirle? ¿Decirle que toda la música es cultura, pero que hay niveles culturales y las autoridades deberían procurar emplear los recursos públicos para elevar el nivel cultural de su pueblo?
Las personas consumen lo que se les da. Si les dan banda ¡banda consumen!, si les dan conciertos de música culta, poco a poco notarán la diferencia y su espíritu se volverá más exquisito. Los niños y jóvenes leen lo que se les da. Muchos consumen a Paulo Coelho porque eso es lo que encuentran en las manos adultas, pero muchos otros, poco a poco, van al encuentro de mejores escritores.

Posdata: Entre la nobleza también hay niveles. Existen los nobles que se consumen en la banalidad de la “socialité” y los nobles de espíritu selecto.
Mario Vargas Llosa, durante el año posterior a la recepción del premio, no tuvo tiempo para escribir. Debió ir a decenas de convivios. Su vida cambió de tal manera que, supongo, en uno de esos convivios “convivió” de más con Isabel Preysler y rompió con su Patricia de muchos años y se hizo amante de la gran socialité de Europa.
Las vidas cambian para los verdaderos nobles. Los demás tienen que volver a sus vidas comunes y corrientes. Gricely, un día de éstos, volverá a su rutina. Su reinado es efímero, tarda un año, no más. Cuando estuvo como candidata pidió apoyo. Ahora que es reina ¡la apoyemos!