sábado, 12 de agosto de 2017

CARTA A MARIANA, CON TORTILLA SIN SAL




Querida Mariana: Me encanta comer tortillas recién salidas del comal. En los Lagos de Montebello hay fondas, con techos de lámina de zinc y paredes de madera, donde las mujeres echan las tortillas al comal. ¡Ah!, es un disfrute mirar cómo les crecen las pancitas (hablo de las tortillas no de las muchachas bonitas), se van inflando y, ya en la servilleta, quedan planas de nuevo. Raquel dice que quedan con su bolsita, como si fuesen panzas de canguro hembra. A Raquel también le encanta comer de esas tortillas calientes, siempre les echa un poco de salsa roja molcajeteada o un poco de queso panela o le unta crema o frijol molido o… Siempre le pone algo. Si no hay salsa ni queso ni frijol, le pone un poco de sal. Hace taco la tortilla y pone cara de gorrión arrecho cuando se la lleva a la boca. Cuando la veo comer esas tortillas pienso en la diferencia que hace un poco de sal. La tortilla recién salida del comal es genial, pero un poco de sal le da un sabor diferente, como que magnifica el sabor del maíz. La sal siempre es así, activa sabores escondidos. Por eso, la tía Chepa siempre decía que al día de todos los días había que agregarle un poco de “salero”. Esto lo aprendió de su mamá que amaba todo lo proveniente de España, y es que en aquel país, además de referirse al contenedor de la sal, el término salero se aplica a una persona que tiene una gracia especial en su comportamiento. Tal vez vos, igual que yo, has escuchado que alguien dice: “Aquella chica tiene mucho salero”; es decir, tiene una chispa especial, es arrecha. La sal es esencial para darle sabor a la vida. Claro, todo debe ser con medida, porque si se le echa mucha sal a la vida puede subir la presión. Aunque ya sabés que muchas personas dicen que fulano de tal está “muy salado”, porque tiene muy mala suerte. Con lo que se reafirma lo que digo al principio: Todo debe usarse en la justa medida, ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre.
Y digo esto, porque, en días pasados, el licenciado Segundo Guillén, que vos sabés es presidente de la asociación de hoteles de Comitán, solicitó, en nombre de los ciudadanos, la apertura del museo Rosario Castellanos. Comitán (así lo veo) es un pueblo que tiene las virtudes de las tortillas recién salidas del comal. Los turistas que llegan a nuestro pueblo admiran sus calles con subidas y bajadas y se extasían ante los ramos de buganvilia que se descuelgan desde los altos de las bardas y que parecieran dar la mano a los caminantes. El otro día una señora de todos mis respetos (quien tiene años viviendo en este pueblo) me dijo: “Ya me quedé a vivir acá. Me encanta su clima”, y yo pensé que en ese momento que estábamos sentados en la sala de su casa, los tuxtlecos estaban sude y sude y nosotros disfrutábamos una tarde sencilla y fresca, tan fresca como la limonada que me había ofrecido y que yo tomaba agradecido con ella y con Dios por todas las bendiciones. ¿Y la sal? ¿Y el salero comiteco? ¡Ah!, eso está en su gente, en la gracia de sus muchachas, en los modos de ser de nuestro pueblo, en las costumbres.
Entiendo que la solicitud del licenciado Guillén va en ese sentido, que le demos valor agregado a la vida de este pueblo, con un ingrediente esencial: el rasgo cultural. Porque (todo mundo lo sabe) Comitán contó con el don especial de cobijar en su seno a la gran escritora. Los comitecos hemos dicho hasta la saciedad que Rosario colocó el nombre de Balún-Canán en boca de medio mundo. Ella es uno de los grandes valores. Muchos lectores de la obra de Rosario llegan a nuestro pueblo para beber los mismos cielos que Rosario bebió de niña y de adolescente. ¿Qué encuentran los turistas? Si me permitís seguir con el símil de la tortilla, encuentran lo esencial. Digo que acá hallan la tortilla recién salida del comal, bien calentita, bien panzudita, sabrosa, única. Por algo, quienes conocen Comitán se enamoran sin oponer resistencia. Los amantes de la obra de Rosario Castellanos encuentran el pueblo que fue su inspiración: ¡Comitán!, pero, la mera verdad, muy poco encuentran de ella. Los visitantes encuentran más de Belisario Domínguez que de Rosario y (también se ha dicho en muchas ocasiones), don Belis es reconocido como un gran héroe mexicano, pero sólo es conocido por los paisanos y (en ocasiones) ni siquiera por éstos. En Baja California hay muchos compas que no saben quién fue tío Belis, pero puede ser que si se pronuncia el nombre de Rosario la reconozcan como una escritora. El otro día comentábamos que en Japón, difícilmente, algún compa de aquel país puede saber quién fue don Belis, pero sí hay más de tres que saben quién fue la Chayo, porque la novela Balún-Canán tiene su traducción en aquel idioma. Belisario Domínguez tiene su casa museo (remodelada a lo calash, pero ahí está para gloria de él y para vanagloria de este pueblo). Y ahora, Rosario también ya tiene su museo. Dicho museo se llama MUROC. Hugo Fritz comentó que el museo debe ostentar el nombre completo y no el simple MUROC, cuyas siglas sólo siguen un patrón muy de moda. De acuerdo con un video que el licenciado Segundo compartió en las redes sociales, el museo ¡ya está listo! ¿Por qué no se abre entonces? El licenciado Guillén dice que: “… por algún tema político… esta obra sigue sin inaugurarse”. ¿Esto es así? De ser así ¡Es el colmo!
De lo que se comenta se colige que el museo (construido con dinero público) sigue cerrado porque existe una rebatinga de egos, de colores, que está pasando por encima del interés colectivo, del interés nacional. Tal parece que el licenciado Segundo, con su petición de apertura y su denuncia de intereses egoístas, ha colocado un letrero, con letras grandes, en la fachada del museo de Rosario Castellanos que dice: “Este programa es público, ajeno a cualquier partido político y queda prohibido su uso para fines distintos a los establecidos en el programa”. ¡Ah! Muy bien dicho: “Este museo es de Comitán y los comitecos. Honra la memoria de nuestra destacada escritora y está prohibido, terminantemente prohibido, que se use para fines políticos”. Todo muy claro. Entonces, ¿por qué no se inaugura? ¿Por qué este granito impecable de sal nos lo están presentando como un grano que está salando la sopa?
El licenciado Segundo ha insistido. Recordemos que su terquedad hizo que nuestro pueblo consiguiera la denominación de pueblo mágico. En las mismas redes sociales le escribió al secretario general de gobierno, el licenciado Juan Carlos Gómez Aranda, pidiéndole lo siguiente: “Ayúdenos a que el museo sea abierto. Tiene años cerrado”. El licenciado Juan Carlos, un comiteco distinguido y siempre bien intencionado, respondió: “Me introduciré en el tema”. Tal vez esto anuncia ya una pronta solución a la exigencia ciudadana.
Todo mundo entiende que estos mojoles culturales hacen que nuestro pueblo sea único. Cuando un visitante encuentra una rica oferta cultural se siente complacido y disfruta su estancia. Comitán es una ciudad con “salero”, con gracia especial. Cuenta con la ya citada casa museo y con el museo de arte, el de la ciudad y el arqueológico. Dicha oferta se incrementará con la del museo dedicado a Rosario.
Creo que todo mundo apoya la solicitud del licenciado Segundo. Muchos comitecos están ansiosos por conocer el interior del museo.
Una tarde, la maestra Lina Hall Kapeloff dio una charla que se llamó: “La vida de Rosario Castellanos”. Fue una charla espléndida. La maestra Hall demostró un gran conocimiento acerca del tema. De manera sencilla y clara logró eliminar muchas inexactitudes que enturbian la vida de Rosario. Entiendo que la maestra Lina fue una de las encargadas de la museografía de este recinto, lo cual, entonces, garantiza la exactitud y precisión de los datos que ahí se muestran.
Todo apunta pues a que el museo tendrá el “salero” comiteco que dará prestigio a la región.
El director de Coneculta, Juan Carlos Cal y Mayor, anunció, como dicen los clásicos, con bombo y platillo que el museo se inauguraría en enero de 2017. Esto lo declaró en diciembre de 2016. Pues ya se le constipó la inauguración al director de Coneculta, porque ya andamos en la primera quincena de agosto y no hay señas de lo que prometió. ¡Ay, don Juan Carlos! Según el licenciado Segundo, el retraso se debe a un estira y afloja que tiene tintes políticos. ¡Ah, qué pena! Están revolviendo el agua limpia con aguas de lavadero.

Posdata: Veo muchos restaurantes que anuncian, como cosa excepcional, que ahí ofrecen tortillas hechas a mano. Tienen razón, las tortillas recién sacadas del comal son una delicia. El Museo dedicado a Rosario Castellanos ofrece lo mismo: la historia limpia de una mujer hecha con maíz, de la misma sustancia con que estuvo hecho el libro de los mayas.
Si, como lo prometió, el licenciado Juan Carlos (Gómez Aranda, no Cal y Mayor) ya anda introduciéndose en el tema, es de augurar que muy pronto se cumpla la exigencia que hizo el licenciado Segundo, en nombre de los hoteleros y de la sociedad en general. ¡Ojalá!