martes, 6 de marzo de 2018

CON ARETES O SIN ELLOS




A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: Mujeres que son como un cuento completo y Mujeres que son como una calle sin baches.
Sí, lo sé. En apariencia, la mujer calle sin baches no existe por estos lugares. Pero no es así. Por fortuna, las mujeres superan con mucho la realidad absurda; por esto, a veces, muchos hombres no logran comprenderlas a cabalidad, porque insisten en compararlas con el espejo más cercano, olvidándose que el territorio natural de la mujer está en lo más alto de los árboles, en lo más intrincado del bosque, en el abismo más sugerente y en la espina más decente. Hay más mujeres calles sin baches de las que intuimos. Si no fuera así, el mundo ya se habría parado, como se detienen los autos que transitan las calles de los pueblos chiapanecos. ¡No hay ciudad de Chiapas que se salve de esa epidemia de viruela!
¿Qué características posee la mujer calle sin baches? La primera, que es muy obvia, es la que nos presenta un rostro sin alteraciones, pero no escribo de los rostros físicos sino de los espirituales, porque los rostros físicos son engañosos. Ahora, con tantos avances científicos, las mujeres chipotudas pueden presentar rostros perfectos, gracias a los implantes y a las cirugías. Escribo del rostro espiritual sin mácula. Por eso, cuando escribo de la mujer calle sin bache, escribo de la inmaculada, de la que, sin ser perfecta, camina con la dignidad con que caminó María a la hora que supo que había sido la elegida para ser madre de Jesús. Por eso, cuando escribo de la mujer calle sin baches escribo de la mujer que posee la característica de ser madre, aun cuando no lo sea físicamente, porque la mujer es madre del aire y del sol y del agua. ¿Han visto cómo se mueve una chica a la hora que se para a bailar a mitad del patio de una casa, a la hora que el dj pone un disco de música electrónica? ¿La han visto correr un medio maratón en Reforma, en la Ciudad de México? ¿La han visto aventarse en un parapente desde lo alto de la montaña sagrada del Tepozteco? ¿La han escuchado caminar a la hora que sube hacia su cuarto después de haber estado en un bar con sus amigos hasta la madrugada? ¿La han visto darle comida a los gatitos? ¿La han hallado en medio de una multitud, porque su luz era como un faro en una isla solitaria? ¿La han escuchado cantar, cuando se disfraza de Nina Simone o cuando se vuelve cenzontle a mitad de la luna? Si la han visto o escuchado o presentido, saben entonces que ella es madre de la piedra y del sueño y que estar a su lado significa caminar sobre un tapete diáfano, sin piedras ni baches.
¿Ven por qué digo que ella está en todas partes, sin mancha, sin hueco, sin abismos, en cualquier ciudad del mundo? Siempre que exista una plaza donde suene una marimba ¡ahí estará ella bailando! Siempre que haya un aroma de chocolate en un café, ahí estará ella, con sus lentes, leyendo alguna novela de Gabriel García Márquez. Siempre que una gaviota pinte su raya blanca en algún cielo de mar, ahí estará ella, debajo de una palmera, pidiendo a un lanchero que le riegue bronceador por todo su cuerpo.
A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: Mujeres que son el anticipo de una catástrofe y Mujeres que son tan útiles como el hambre al perro.