martes, 13 de marzo de 2018

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




Sí, es el árbol emblemático de Comitán: El tenocté. Los que saben dicen que la palabra quiere decir: “Árbol de algodón”. Debe ser, pero también puede ser árbol nube, árbol sueño, árbol milagro.
La semana pasada, como hace mucho tiempo no sucedía, los tenoctés comitecos se pusieron de acuerdo y florearon al mismo tiempo, como si algún director de orquesta hubiese levantado las manos y, con la batuta, hubiese marcado el inicio de una sinfonía de color puro, de puro color, en donde el árbol tuba lanzó su gorjeo infinito.
Arminda dice que, del árbol, le llama la atención que no tiene hojas, que su vestido es puro racimo de pequeñas flores blancas que, reunidas en un mazo, ofrecen macollos que son pura bendición para la vista y para el corazón.
Los comitecos vivimos, la semana pasada, la más hermosa postal. Como nuestro pueblo posee la peculiaridad de tener empinadas cuestas, el subir o bajar por las calles es como un baño de luz, al apreciar los tenoctés florecientes.
Todo mundo recuerda la anécdota que se repite cada año, ya sin mucha credibilidad. Cuentan los mayores que antes, cuando floreaba el tenocté, las muchachas preparaban su “maletía” para huir con el novio. La leyenda ha perdido credibilidad porque ahora las muchachas se escapan en cualquier época del año y los tenoctés, de igual manera, florean en cualquier estación. Por eso digo, que este año (¡Bendito Dios!), la naturaleza comiteca recordó cómo eran los viejos tiempos y los árboles de tenocté, como si fuesen los viejos más jóvenes del mundo, se llenaron de mechones blancos.
La fotografía que acá presento la tomé desde la entrada del estacionamiento que está a media cuadra de Banamex. Es una casa tradicional comiteca, con dos magnos corredores, que ahora funciona como estacionamiento para autos. Cuando entré con el auto, tuve que detenerme, porque al fondo vi lo que acá se ve. Era como una aparición, como cuando la Virgen de Lourdes se le apareció a Bernardita, porque esta aparición, como aquella, era manifestación de Dios. Pau, mi sobrina, me dijo que no tuviera miedo, que buscara un cajón para estacionar el auto. Yo seguía arrobado. Pensé que Dios extendía su mano y nos recibía con su mejor bienvenida. No tengas miedo, tío, volvió a decir Pau. Me dijo que era un gatito, que no era un tigre. Fue cuando reaccioné y le dije a Pau que no tenía miedo, que me había detenido porque era algo maravilloso, que era el mojol de vivir en esta tierra. Sí, dijo Pau, es maravilloso. Luego, cuando me detuve y bajamos del auto, nos paramos a mitad del patio y vimos hacia la pared. ¿Viste que no es un tigre?, dijo Pau. Y entonces, hasta entonces, vi lo que ella miraba: Al lado de la cabellera de espuma de mar, había una modesta copa de un arbolito que tenía la forma de un felino. Sí, le dije a Pau, ¡es maravilloso! Sí, dijo ella, con las manos en la cintura, casi imitándome: Es el mojol de vivir en esta tierra.
El tenocté también podía llamarse el árbol mojol. César Robles (no sé si en compañía de vecinos) sembró una serie de árboles de tenocté en la sexta avenida (en el par vial) y, me contaron, la calle se llenó de flores. Cuando esos árboles crezcan será visita obligada. Será un espectáculo tan fascinante como cuando los cerezos florean en Japón.
En la Universidad Mariano N. Ruiz también sembraron un modesto árbol de tenocté. Este año llenó de luz el espacio, en un diálogo infinito con el árbol que el químico Raúl Leonel tiene en su quinta. Comitán, este año, se llenó de blanco. En algunos espacios se dio el contraste (el enamoramiento) con los árboles de jacaranda. El morado con el blanco matizando el cielo azulísimo de Comitán fue una mezcla sensacional.
Ernesto Núñez, en su canción “Comiteca”, dijo que las muchachas comitecas tienen un bello símbolo “en la flor del tenocté” y terminó bien bonita la rima: “Se nota que eres mimada, yo también te mimaré”; es decir, la naturaleza, de por sí pródiga en Chiapas, en Comitán se sublimó y le regaló a las mujeres cositías el mejor símbolo en la flor del tenocté. Núñez fue un compositor generoso y las comitecas así deben entenderlo porque el blanco, lo sabemos, es el color de la esperanza y de la pureza y de la virtud.
Que ahora, como en cualquier lugar del mundo, las muchachas huyan con el novio a la hora que se les calienta el horno no resta que sean chicas con virtudes señaladas, y si bien no son puras al ciento por ciento poseen un misterio que las hace florecer con la misma dignidad y belleza con que lo hacen los tenoctés. ¿Quién es puro al ciento por ciento?
¡Ah!, qué bonita flor corona estos árboles, con qué deleite sobamos esas imágenes en nuestro corazón. ¡Qué hermoso mojol para Comitán!
Diez días después, las flores blancas se lanzan al vacío, caen al piso (sin paracaídas) y toman un color amarillo cirrótico. Ahí mueren. Doña Lulú, con escoba en mano, rezonga: “¡Qué símbolo ni qué ocho cuartos! Fábrica de basura es este árbol.”