miércoles, 21 de noviembre de 2018
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE SOMOS MÁS DE DOS
Querida Mariana: Cada persona tiene características especiales que las diferencian de las demás. Mi amigo el doctor Jorge Antonio es un gran aficionado a la tauromaquia (Iván también ama la fiesta brava), mientras mi amigo Eugenio odia todo lo que tenga que ver con el sacrificio de los animales, considera a las corridas de toros como la gran estupidez humana. Digo esto para que mirés que hay polos opuestos, pero éstos, digamos, son los que provocan la energía del mundo. Debe haber positivo y negativo para que la pila funcione. A vos y a mí no nos gusta lo de las corridas (bueno, en una ocasión me jalaste a tu optimismo juvenil y me hiciste correr al salir de la fonda sin pagar, con el pretexto de que era comida corrida. Claro, después fui yo quien te jaló a la cordura y regresamos a pagar. ¡Cómo no! La deshonestidad no es buena consejera y, además, la dueña de la fonda es mi conocida. Cuando regresamos, doña Chena dijo: “Ah, estaba yo segura que se había olvidado de pagar”.)
Como dice aquella cita famosa: “De todo hay en la viña del Señor”. Por eso, ahora que releo las “Cartas a Ricardo”, de Rosario Castellanos, me dio gusto hallar las siguientes líneas: “…me he acostumbrado demasiado a vivir sola y a no compartir con nadie ni mi tiempo ni mis gustos ni mis actividades…” Pensé: ¡Vaya, somos más de dos!
Yo, igual que Rosario, me he acostumbrado a vivir solo. Esto no quiere decir que viva en una burbuja o en lo alto de una montaña adentro de una cueva, como ermitaño. Igual que Rosario he terminado de adaptarme a la convivencia. Intercambio conversaciones con amigos, con compañeros de trabajo o con personas que me encuentro en el parque o en el billar o en el café, pero si me dan a elegir ¡elijo estar solo! Sí, como decía Armando: “Me llevo muy bien conmigo, soy mi mejor amigo”.
Y esto de acostumbrarse a vivir solo no es poca cosa. Requiere una gran disciplina y una fantástica contención, porque, así como dijo Nietzsche que los seres humanos estamos inclinados al mal también debemos admitir que estamos inclinados a la convivencia con otros, ya nos explicaron los que saben que los seres humanos somos seres sociales. Es tan bonito ver a grupos de amigos en el relajo sabroso de una sobremesa en la que hay cervecitas y botanas y música y chistes y tijereteo de honras ajenas. Como me acostumbré a vivir en soledad, a veces, cuando estoy con un grupo de amigos me engento y tengo necesidad de apartarme tantito, abandono la mesa y voy al jardín y me entretengo en ver las plantas y las mariposas y los colibríes que se acercan a libar o me acerco (de lejitos) al río y escucho cómo se desbarranca como potro desbocado en pequeñas cascadas. El sonido del agua desparramándose es, tal vez, el sonido más cercano del instante en que el universo dejará de expandirse.
Sí, igual que Rosario, me he acostumbrado a no compartir con nadie ni mi tiempo ni mis gustos ni mis actividades. Claro, igual que ella yo también comparto mi tiempo con mis afectos cercanos, con mi Paty, con mi mamá y lo hice con mis hijos y ahora lo hago (con mucho gusto) con vos, pero si me dan a elegir ¡elijo la soledad! Ésta me permite pintar, leer, dibujar y escribir. Todos los escritores han señalado una realidad: el oficio de escritor es un oficio solitario. Lo mismo resulta con los dibujantes, con los músicos; es decir, con los creadores. Aquellos artistas que son muy pachangueros, que son muy de tertulia, no alcanzan a realizar la obra a que estaban destinados. Claro, igual que Carlos Fuentes, me doy mi tiempo para lo demás. Fuentes (quien nos regaló un decálogo del buen escritor y señaló que la disciplina es una condición indispensable) escribía todas las mañanas, sin excepción, después de la comida ya salía con su esposa o con sus amigos e iba al cine o al teatro o a la ópera o al salón de baile o a cualquier lugar en donde la gente acostumbra reunirse. Las personas que viven a plenitud están en lugares donde la vida se manifiesta como un panal.
A veces, amigos me han dicho que yo no vivo, porque todo el día estoy casi encerrado como en un monasterio. Digo que no. Yo vivo y vivo bien y muy contento. Vivo enamorado de la vida.
Posdata: Los hijos únicos nos acostumbramos a vivir solos. Vivir en soledad es todo un privilegio, además de un conocimiento difícil de lograr. Conozco a muchos, muchos, que no se encuentran bien si no están en comunidad. Debe ser porque no se llevan bien consigo mismos. ¿Yo? Yo soy mi mejor amigo, me caigo muy bien. Por esto no me importa si a los demás les caigo bien o mal.