viernes, 9 de noviembre de 2018

DÍA DE AGUA CLARA




Natalia contaba. Contaba que era feliz el día de su cumpleaños. Bueno, era feliz desde muchos días antes. Pero el mero día era tan feliz como un colibrí.
Natalia contaba que le encantaba oír desde su cama los preparativos. Sus familiares, desde temprano, se levantaban y todos, ¡todos!, preparaban el festejo. En la cocina, la abuela Hermila, con el chal cubriéndole la espalda y la boca, colocaba sobre el brasero la olla donde preparaba el chocolate. Natalia, desde su cama, imaginaba el momento en que la abuela Hermila soltaba las dos tabletas de chocolate que, una tarde antes, había hecho Eugenia, en el metate.
Natalia contaba que Eugenia se hincaba en el piso, frente a la piedra y molía el cacao para hacer el chocolate. Natalia contaba que Eugenia colocaba una brasa debajo del metate, a fin de que el cacao se reblandeciera y no le costara tanto la molienda, decía que cuando Eugenia molía el cacao toda la casa se llenaba de ese aroma, era como si alguien, desde arriba, desde el cielo, regara pétalos de chocolate dulce.
Natalia contaba que le encantaba oír desde su cama, el sonido tenue del papel de china. Su mamá Herlinda y su papá Alfredo, se subían a sendas sillas y, con cera cantul pegaban la tradicional reja. Natalia contaba que la reja de papel de china la hacía su tío Emilio una tarde antes del cumpleaños. Natalia lo había visto, en el sitio, debajo del árbol de durazno, con un troquel y un martillo hacer los diseños sobre las hojas de papel de china que, luego, unía hasta formar un tapete de formas maravillosas. A Natalia le encantaba ver los dibujos. Decía que cada año eran diferentes. Así que cuando ella escuchaba las mañanitas que tío Chilo interpretaba con su guitarra y que cantaban todos se levantaba, caminaba en puntillas y abría la puerta para recibir la lluvia de confeti, los aplausos, los abrazos y los regalos.
Natalia contaba, decía que el día más hermoso de todo el año era el día de su cumpleaños. ¡No, no!, decía con convicción. No, el día de la navidad no es especial; no, en navidad hay, también, muchos regalos, pero ese día celebramos el nacimiento del niño Dios. El día de mi cumpleaños, decía, con su sonrisa de dulce de melcocha estirada, suave y dulce, sólo me celebran a mí y, con el dedo índice, se apuntaba al pecho.
Natalia contaba que era feliz el día de su cumpleaños. Abría la puerta y antes de romper la reja de papel de china, miraba a través de los huequitos, a través de un pico de estrella o del pétalo de una flor, que eran figuras que formaban el diseño de la reja. Miraba a través de esa sábana de papel tan delicado, lo hacía como si fuera una niña que mirara a través de un cristal de balcón o fuera una estrella que mirara a través del ventanal del universo. Miraba a sus papás que cargaban los regalos; miraba al tío Chilo, quien con un pie sobre una silla sostenía la guitarra que rasgueaba; miraba a su abuela Hermila con las manos temblorosas, llenas de confeti; miraba al Duque, el perro de la casa, que brincaba ansioso por ver aparecer a su ama; miraba a Eugenia, quien, con las manos adentro del delantal, también esperaba el momento para abrazarla. Sí, ese momento era único, absolutamente fantástico. Esas personas, que eran como planetas alrededor del sol, estaban ahí sólo para ella. Natalia contaba que se sentía como esos políticos que son vitoreados en las plazas y en las calles; se sentía como esos artistas que seducen hasta el paroxismo a miles de fanáticos que se emocionan cuando el cantante aparece en el escenario. Era una irreverencia, pero ella contaba que se sentía como cuando todos los fieles escuchaban la campana y se hincaban porque ante ellos aparecía el Santísimo.
Natalia contaba que era feliz el día de su cumpleaños. Por eso, ahora, cuando es el día de su cumpleaños, todos los de casa van al panteón y colocan una reja de papel de china sobre su tumba. Todos piensan (así debe ser, sin duda) que ella, cuando le cantan las mañanitas, se levanta y mira a través de los huecos de esa sábana coloreada, frágil, infinita, y se siente feliz, feliz.