domingo, 4 de noviembre de 2018

PREGUNTA COMÚN, DE DOMINGO COMÚN




Fui a casa de Pau. Ella jugaba en la sala. Mientras su mamá me preparaba una limonada (sin azúcar), mi sobrina dejó de jugar la muñeca y, desde el piso, me preguntó: “Tío, si fueras joven ¿de quién te enamorarías?”.
La mamá de Pau me sirvió la limonada, dejó un platito con semillas de calabaza en la mesa de centro, y volvió a meterse a la cocina.
Pau levantó la muñeca hasta el horizonte de su mirada y le dijo: “Mi tío ya está grande”. Volvió su mirada hacia mí y dijo: “Entonces, tío, si fueras joven ¿de quién te enamorarías?”. Pensé en decir que no se valía ese juego porque implicaba entrar al terreno de lo imposible. Nadie puede regrear a la juventud. Pensé decirle que la pregunta no debía incluir ese condicional, pero un segundo después entendí que Pau me invitaba a imaginar, a jugar desde mi edad de sesenta y uno.
Como la mamá de Pau escuchaba una canción de la Sariñana en la computadora me levanté y fui a detener la imagen. Como si hubiésemos estado en una sala cinematográfica en la que se suspende la función, mi prima protestó desde la cocina, silbó y demandó que Ximena siguiera cantando.
“Sariñana -dije- me enamoraría de alguien como la Sariñana”, y oprimí el botón para que ella siguiera cantando la canción de Juan Gabriel. Pau se levantó y fue a ver la imagen proyectada. “¿Te enamorarías de alguien como Ximena?”, preguntó. Dije que sí. Me gusta la Sariñana. Admiro su capacidad para envolver los años. Parece (así la veo) una chica de dieciocho y sin embargo tiene más de treinta. ¿En qué pliegue esconde el tiempo inclemente?
Hubo un tiempo (ahora lo confieso) que me enamoré de Susan Dey, quien era una actriz que aparecía en el programa de televisión “La familia Partridge”. La niña me encantaba. Tal vez ella tenía la misma edad que ahora aparenta Ximena o tal vez era más chica. Una vez la vi en la Proveedora Cultural. ¡Claro!, en una revista. Compré la revista y recorté el poster central donde aparecía ella. Tenía los ojos verdes y el labio superior siempre estaba levantado, como pajarito parado sobre una rama, como si invitara a darle un beso. El cartel lo pegué en una de las paredes de mi cuarto y en la noche, antes de apagar la luz y antes de rezar mis oraciones, la veía y la deseaba.
Como yo era muy tímido y las chicas de Comitán me ignoraban (por lo mismo, tal vez, porque no me acercaba a ellas), se me hizo fácil tener un amor platónico que estuviera en mis manos. Porque en ese tiempo (escribo de los años setenta) era muy difícil tener la fotografía de una chica comiteca real (dichosos estos tiempos en que cualquiera toma una foto con celular o baja la foto de perfil del Facebook de la chica que le gusta. Dichosos estos tiempos en que las chicas no son tan mojigatas y algunas mandan “The pack” a sus amados). En aquel tiempo fui feliz siendo uno más de los millones de fans que Susan tenía, fui uno más de la cofradía de chavos que la amaban. La tenía a la vuelta de la esquina, bastaba prender el televisor en el canal 5 para verla en un glorioso blanco y negro, en la Ciudad de México.
Sí, si fuera joven otra vez, me enamoraría de Ximena Sariñana. Entraría al Youtube y, antes de apagar la luz y rezar mis oraciones, la vería y la escucharía y la desearía. Sin importar que cante canciones de Juan Gabriel. La amaría por encima de todas las demás mujeres, así como amé a Susan Dey.
Hoy, me da pena decirlo (las comitecas de mi generación dirán que hablo de ardor), pero lo cierto es que en el Comitán de mis tiempos de adolescente no había una niña tan linda como Susan Dey. Bueno, la verdad es que en todo México nadie la superaba. Las niñas de acá tenían los labios más gruesos, más de cuch joceador; sus pieles eran más betún de chocolate; sus ojos eran de color tazón de café con roya. Ella, por el contrario, era perfecta, virgen del Renacimiento.
Como los tiempos son otros, las chicas de estos tiempos ya son más bellas. Las chicas comitecas son tan lindas como muñequitas hechas en talleres artesanales. Son casi perfectas, pero siempre por debajo de la Sariñana.
La mamá de Pau salió de la cocina y dijo: “¿Así que Ximena, eh?” Sí, dije, Ximena. Ella (la mamá de Pau) se acercó y me tomó de la barbilla y dijo: “Menos mal que juegan a imaginar, porque la verdad, así como estás, ya con prótesis dental y con el cabello en retirada, no tendrías más oportunidad que andar con Paquita, la del barrio, o con Lucía Méndez” y rio, como si hubiera hecho el chiste del año. Pau también sonrió. Yo nada dije. Le pedí a Pau que pusiera otra canción de Ximena y puso “Aire soy”, que canta al lado de Bosé (cantante maravilloso) y fui a sentarme y tomé la limonada y disfruté a Ximena, porque la mamá de Pau conectó la computadora a la pantalla gigante de televisión y vi a la Sariñana alzar los hombros mientras seducía a Bosé y yo cerré tantito los ojos cuando ella dijo: “…sin ti, soy nadie, sin ti, yo no” y lo repitió una y otra vez.
Sí, si fuera joven me enamoraría de alguien como Ximena, Ximenita ojos de mandarina, sonrisa de colibrí en vuelo, pechitos de durazno. Sí, Ximena, aunque cante con Los ángeles azules.