jueves, 22 de noviembre de 2018

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




Sí, quien camina a mitad de la avenida es Óscar Bonifaz. ¿Por qué camina a mitad de la avenida? ¿Por qué no tiene precaución con los autos que ahora son manejados como si fuesen caballos desbocados en la estepa rusa? ¿Acaso no recuerda aquella anécdota que él cuenta en la que estaba parado en una esquina esperando cruzar la calle cuando alguien, un muchacho sonriente, con el pelo engominado, detuvo su auto, movió el brazo cediendo el paso y dijo: ¡Ah!, sería un privilegio atropellar a tan destacado escritor?
Sí, quien camina a mitad de la avenida es Óscar Bonifaz. Avanza y supera una ligera pendiente. ¿A pesar del riesgo camina por la avenida porque ésta tiene el nombre de su amiga Rosario Castellanos? ¿Acaso es como una manda para recordar la memoria de su amiga? El maestro siempre se ha sentido orgulloso de la relación personal que llevó con la famosa escritora. El pasado domingo dieciocho de noviembre, estuvo en el encuentro del gobernador electo de Chiapas con algunos (más de doscientos) integrantes de la comunidad intelectual y artística del estado. Cuando pidió la palabra se presentó así: “Señor gobernador, soy Premio Chiapas, Óscar Bonifaz, amigo de toda la vida de Rosario Castellanos”. ¿Ven? Ninguno de los otros participantes que hizo uso de la palabra en el encuentro “chenteó” amistad con alguna persona ilustre de Chiapas. Óscar sí lo hizo. Su amistad con Rosario ha sido una carta de presentación para él. Ha dicho que todos los biógrafos de Rosario (que son varios y muy inteligentes) no conocieron a Rosario en edad temprana. Bonifaz cuenta que sí, que fue “amigo de toda la vida”. Él insiste en decir que los otros biógrafos ya conocieron a Rosario cuando ésta vivía en la Ciudad de México.
Pero no, Óscar Bonifaz camina a mitad de la avenida Rosario Castellanos, porque es veinte de noviembre y las autoridades de vialidad de Comitán no permitieron el paso de autos para que el desfile transcurriera con fluidez. Es veinte de noviembre, se conmemora el Día del inicio de la Revolución Mexicana. A la hora que Bonifaz camina por la avenida, acompañado por su asistente y por el maestro Sergio Peña (y casi protegido en la retaguardia por el artista Raúl Espinosa, quien va acompañado de su esposa y de uno de sus hijos), el contingente de avanzada del desfile pasa por el parque central. Aún falta que los grupos participantes del desfile lleguen a este punto, frente a la casa donde se puede contratar a la marimba orquesta Teclas Comitecas. Lo que se ve al fondo es el cerro donde está (mero en lo alto) la Piedra de la Ametralladora.
El señor que está parado y el joven que está sentado sobre la banqueta, son personas que esperan el paso del desfile. En el parque central cientos de personas están, como pájaros alegres a las seis de la tarde, viendo el paso de los participantes del desfile.
Mientras tanto, Bonifaz, Premio Chiapas y amigo de toda la vida de Rosario Castellanos, camina tranquilo por la avenida. ¡Ah!, es tan agradable caminar por lugares que son territorio natural de los autos. Es tan bonito volver andador a las casi ya pistas de Le Mans. Bonifaz caminaba apoyándose con el bastón que, insiste, emplea por recomendación médica, pero que no necesita y lo demuestra a cada rato al subir el bastón hacia su hombro y caminar dando saltitos como si fuera un grillo alebrestado, juvenil. Porque medio mundo ve que camina ya cansadito, pero sigue teniendo la misma vitalidad de siempre. Cuando sus ex alumnos ven una fotografía de grupo de los años setenta en la preparatoria, no les queda más que decir: “Los viejos somos nosotros”. Todos piensan: “El maestro sigue igual”. Los ex alumnos ya han perdido parte del cabello, sus vientres han crecido como globos y sus rostros coleccionan arrugas y cicatrices. La carita de Óscar es la misma carita de tiuca sonriente, llena de luz; su complexión física es la misma. Sólo sus piernas están un poco cansaditas y ya no camina con la misma velocidad de antes, pero, en esta fotografía se advierte, él ahí la lleva, sigue caminando solo, sin ayuda. Cuando se le antoja sube el bastón a su hombro y da saltitos como de grillo asombrado y feliz.
¡Ah!, qué bonitas son las calles y avenidas cuando se vuelven andadores y los autos vomitan su rabia en otros territorios. ¡Qué bonito es caminar con tranquilidad, al lado de amigos! La cara del pueblo se llena de armonía, lo cotidiano queda tirado en la esquina del aburrimiento.
Bonifaz debe sentir bonito caminar a mitad de la avenida que lleva el nombre de su famosa amiga. ¿Cuándo la autoridad nombra una calle con su nombre para que sus amigos sientan bonito caminar a mitad de la calle Óscar Bonifaz?
Esa mañana del 20 de noviembre amaneció chispeando, pero luego el sol salió. Óscar también salió y caminó por esa avenida llena de luz y de murmullos suaves y afectuosos.