lunes, 19 de noviembre de 2018

RETRATO




Raúl no sabe lo que dijo mi mamá cuando vio este retrato. Mi mamá se acercó y dijo: “No puedo dejar de verlo. Está muy bien hecho”.
Mi mamá no sabe que Raúl ha pasado de ser el Caricaturista Comiteco al Retratista Comiteco. Ambos caminos están llenos de luz.
Cuando Raúl me entregó este retrato me preguntó quién había hecho el retrato que, hace tiempo, subí a las redes sociales y, en los últimos días, alguien lo oxigenó y volvió a aparecer. Le dije que es un retrato que me obsequió Julio Alegría, el artista chiapaneco que realiza retratos con gran acierto. Julio ha hecho retratos (a lápiz y a tinta) de muchos personajes estatales y nacionales. Sin duda que formar parte de esa galería es un altísimo honor.
Lo mismo sucede con los trabajos de Raúl. Conozco a Raúl desde hace muchos años. En dos ocasiones hemos sido compañeros de trabajo (en el Colegio Mariano N. Ruiz y en el ayuntamiento de Comitán). Conozco, desde siempre, su pasión por el dibujo, disciplina que practica desde niño.
Sé, entonces, que dos de sus grandes influencias son: el comiteco Armando Alfonzo (quien fue su amigo, además de su maestro) y el poblano Jorge Carreño, el gran cartonista de “Siempre”, revista nacional; aunque en su trazo acusa también influencia del cartonista Naranjo, quien bien podía pasar a formar de los records Guinness, porque para hacer toda su obra empleó miles y miles de líneas. El trabajo actual de Raúl también está conformado por cientos y cientos de delicadas líneas a todo color. Me emociona ver cómo trabaja, ver cómo traza una línea delgadísima y luego otra y otra más y así hasta que logra dar el contraste preciso entre luz y sombra.
Raúl no distorsiona los rasgos físicos de una persona, lo que Raúl hace con sus trabajos es acentuar los rasgos síquicos y lo hace, igual que Julio Alegría, con gran acierto. Por ello, cuando Raúl conoció el trabajo de Jorge Carreño, quien elaboraba sus caricaturas con respeto del rostro se convirtió en apasionado seguidor de la obra del famoso cartonista. Hoy, las caricaturas de Raúl han mutado hacia el trabajo del retratista. Yo alabo este puente.
El mes pasado estuve en casa de don Roberto Albores Guillén, destacado comiteco, ex gobernador del estado de Chiapas y vi, colgada en una pared, una caricatura de Carreño, que éste le hizo cuando don Roberto ocupaba un relevante cargo en la función pública a nivel federal. Ya antes había visto en casa de don Jorge De la Vega Domínguez, otro destacado comiteco y también ex gobernador del estado, una caricatura del mismo Carreño que apareció publicada en “Siempre” y que tiene como título: “Le tocó bailar con la más fea”, en alusión a que había tomado posesión como Secretario de Comercio. De igual manera había visto en la oficina de don Enrique Montero, decano de la radio poblana, otra caricatura que le hizo su destacado paisano. El trabajo de Carreño obtuvo el reconocimiento nacional. El de Raúl comienza a ser conocido y reconocido, porque, ¡por fin!, logró ya un estilo inconfundible. El otro día estuve en el local comercial de un amigo y vi, a lo lejos, una acuarela, pregunté: ¿Es de Mario Pinto? La respuesta inmediata fue ¡Sí! Las acuarelas de Mario tienen estilo.
Raúl ¡ya encontró un estilo propio! Al principio acusaba mucha influencia de Armando Alfonzo, ahora, sus caricaturas más recientes y sus retratos a color son inconfundibles. Armando Alfonzo Alfonzo se sentiría muy orgulloso de la obra de su amigo Raúl. Los comitecos comienzan a sentirse chentos de la obra artística de Raúl Espinosa Mijangos. Estar incluido en la galería de sus personajes ¡es ya un altísimo honor!
Yo digo que muchas personas deberían buscar a Raúl y solicitarle un retrato. Los precios que Raúl ofrece son módicos, muy módicos. Como dijeran los clásicos, hay que aprovechar antes de que su obra obtenga reconocimiento nacional. Después, Raúl (qué bueno) se cotizará muy alto y no todo mundo podrá poseer un original de él. Por el momento, nuestro paisano comparte su arte con todos, a precios muy accesibles.
Mi mamá se acercó al retrato y dijo que no podía dejar de verlo. Raúl no lo sabe, pero éste fue uno de los mayores halagos a su obra, porque mi mamá es exigente en sus delicados gustos.