jueves, 8 de julio de 2021

CARTA A MARIANA, CON FOTO DE 1979

Querida Mariana: la fotografía está en el Archivo Municipal de Comitán. Es una joya. Es testimonio de un momento triste para algunos y de alegría para muchos. La tristeza se pintó en los rostros de quienes vivían y de quienes tenían sus negocios en este lugar que está siendo derruido; y la alegría se instaló en los rostros de quienes festejaron lo que hoy disfrutan los comitecos y visitantes de esta bendita tierra. ¿Si sabés de qué se trata? Acá un grupo de personas, como si jugaran el juego de jalar la cuerda, hacen fuerza para tirar un muro. ¿Mirás que se alcanza a ver un letrero en la fachada de esa casa a punto de derrumbe? “Selecciones”, fue el nombre del negocio que Merce Solís tenía en ese lugar, para que te orientés diré que ahí, metros más, metros menos, ahora está la fuente del parque central de Comitán. Esa manzana fue derrumbada a finales de los años setenta. Esta fotografía tiene anotado el año en que fue tomada: 1979; es decir, en este año, los encargados de la demolición se pusieron a trabajar con denuedo. En el predio contiguo se ve que la casa ya fue derruida y la de la esquina espera su turno. Quienes ahí vivieron y quienes tuvieron ahí sus negocios vieron cómo caía cada una de esas casas, casas que, durante años, fueron su refugio, su hogar. No quiero pensar lo que sintieron las personas que vivían en La Concordia, cuando recibieron la notificación del gobierno que deberían abandonar sus casas, porque la construcción de una presa inundaría sus tierras, las que habitaron durante tantos años. Ahí, ahogados quedaron sus recuerdos, sus memorias. Algo similar vivieron quienes ocupaban las casas de la llamada manzana de la discordia. La propietaria de “Selecciones” fue una de las últimas personas que abandonó la vivienda. Merce Solís vivía en ese espacio. Hacé de cuenta que donde ahora está la fuente, por ahí andaba un jardín bellísimo. Cuando le avisaron que debería abandonar su espacio, porque la manzana sería destruida, para ampliar el parque y dejarlo tal como ahora lo mirás, ella dijo que no saldría, pero cuando la avalancha de polvo comenzó a invadirla, ella, con el dolor sostenido como una piedra en su corazón, sacó sus tiliches y buscó un lugar para vivir y para poner su negocio. “Selecciones” se pasó a un pequeño espacio que rentó con sus parientes Macal, a media cuadra del parque; veinte pasos frente a la casa que acá se ve en la fotografía, la de dos plantas. Lo que hizo Merce debieron hacer todas las personas que, insisto, vivían o tenían ahí sus negocios. Mi mamá fue una de las personas afectadas, a medias, ella no vivía en la manzana, pero ahí tenía su negocio, en una esquina frente al parque, en el mítico edificio Yannini. Ella cuenta que una mañana, el rumor comenzó a circular: el gobierno había decidido derruir la manzana completa y comenzaron a hacer avalúos para pagar a los propietarios, quienes se unieron para formar un grupo opositor a la decisión. Todos los propietarios se reunían, buscaban elementos para evitar la caída de la manzana, viajaron a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, se entrevistaron con autoridades, pero éstas decían que nada evitaría el proyecto de ampliar el parque, que más les valía aceptar lo que ya no tenía vuelta. Y así fue. Poco a poco, los propietarios recibieron la notificación del avalúo y se presentaron en palacio de gobierno, para recibir un cheque que les serviría para comprar algún terreno o casa donde volverían a sembrar sus sueños. Carmelita Ruiz, propietaria de la Proveedora Cultural, le dijo a mi mamá que había rentado un local en el Pasaje Morales. Mi mamá de inmediato fue a hablar con don Rafa Morales, el propietario del Pasaje. Don Rafa, quien era un señor muy afectuoso con mi familia, de inmediato le dijo que sí, y mi mamá pasó su negocio al Pasaje Morales. Tiempo más tarde, don Rafa le propuso la venta y mi mamá compró el local. Así, todos buscaron dónde ir. Si mirás bien, la casa de la esquina, que espera su turno para derrumbe tenía paredes de bajareque y adobe, en la parte alta del techo se ve una división hecha con tejamanil. La mayoría de casas estaba construida con métodos tradicionales. El edificio del Café Intermezzo ya tenía varillas y cemento. Las construcciones de adobe fueron las más fáciles de tirar. Los dueños sacaron ventanas, puertas, instalaciones, lo más que pudieran rescatar y vieron cómo los obreros comenzaban a derrumbar las paredes y techos. Para el derrumbe de esta manzana nadie recuerda el uso de alguna máquina para tumbar paredes, todo, digamos, fue manual. Posdata: la historia completa de este hecho histórico aún está por escribirse. La vida de muchas personas se modificó. Ahora, donde estaba el negocio “Telas León”, metros más, metros menos, se ponen las marchantas que venden pitaúles, taquitos dorados, chalupas, panes compuestos y pozol o café a quienes se sientan en una esquina de la ampliación del parque. Lo privado se volvió público. Unos sueños se derrumbaron, otros comenzaron a aparecer.