jueves, 29 de julio de 2021
CARTA A MARIANA, EN BUSCA DE UN ME GUSTA
Querida Mariana: ¿has oído la frase “Mi reino por un caballo”? Yo sí. Muchos repiten la frase. ¿Quién la dijo? La mera verdad, no sé. Pero el Internet dice que es una frase que aparece en una obra de Shakespeare. Pucha, nadita. Ahora que lo estamos diciendo honramos a ese gran escritor inglés, muy mencionado en México, pero poco leído. Tal vez lo que más se ha leído de él en el país es la obra “Romeo y Julieta”. Yo la leí cuando tenía catorce años, en esa colección que tanto he mencionado: la Biblioteca Básica Salvat.
Lo ideal sería leer a don William en su idioma original, pero, ¡ay, prenda!, qué puedo esperar si reprobé inglés en la secundaria y no pasé de lápiz, pencil. Vos, que sabés inglés, deberías entrarle con todo al gran dramaturgo.
Debe ser genial leer a Shakespeare en ese inglés clásico, elegante. El Internet dice que la susodicha frase la pronunció Ricardo III. Como digo que no he leído la obra y mucho menos verla en el teatro debo acudir a mi imaginación (que a veces se desboca como caballo en hacienda) y decir que Ricardo III debió estar muy desesperado por conseguir un caballo, pues lo cambiaba por su reino. Es un exceso. Pero, como desconozco el contexto, no comento más.
Abordo el tema porque, ahora, medio mundo dice, sin decirlo abiertamente: “Mi reino por un Me gusta”. Claro, los reinos de los compas no son de la grandeza del reino de Ricardo III, pero reino es reino. Quienes cambian su reino por un Me gusta abandonan su personalidad en pos de un estatus. La frase actual nos indica que muchos compas viven ahora a expensas de los Me gusta que otorgan los otros.
Yo, querida mía, soy un ser humano y tengo debilidades, muchísimas. Pero estoy lejos de estar pendiente de la opinión de los otros. Desde hace años aprendí que soy por lo que soy y no por lo que digo ser o por lo que dicen los otros que soy. Claro, cuando subo algún texto de mi autoría me complace hallar varios Me gusta (que son deditos que indican que todo es mero lek). Mi trabajo creativo sí está expuesto al escrutinio público, ¡por supuesto que sí! Mi trabajo consiste en dejar una huella positiva en mis semejantes. Pero, una cosa es mi obra (textos, dibujos, pinturas, caricaturas, libros, revistas) y otra cosa es mi persona.
Mi mamá dice que el mundo está de cabeza. Ahora, hay millones de compas que cambian su reino por un Me gusta. Un reino irreal, de cartón mojado. Hay compas que todos los días comparten sus fotos personales en redes sociales y aspiran a lograr millones de likes (así le dicen en inglés a los Me gusta). ¿Y sabés qué es lo peor? Millones de compas que suben fotografías sacándose los mocos reciben la aprobación de millones de compas. Millones de boberas reciben millones de Me gusta.
Dentro de los que aman los Me gusta hay una categoría que provoca envidia en millones de usuarios que nada ganan y pierden su tiempo y queman su personalidad en el santuario de la pretendida fama, los llamados influencers obtienen millones de Me gusta y esto les permite llenar sus bolsas con dinero, muchísimo.
A este fenómeno bien puede llamársele “Van Gogh sigue presente, pero en reversa”, porque, vos sabés, el genial pintor vivió en la miseria y actualmente su obra se subasta en millones de dólares. Su genio creativo sirvió para enriquecer a galeristas contemporáneos. ¿Qué pasa con los influencers? Son personas con gran capacidad para comunicar sus ideas, ideas que son pobrísimas, pero que son aplaudidas por millones de fans. El talento no es prioridad, lo prioritario es la forma de mantener el statu quo (pucha, qué palabritas tan mamilas), para que la sociedad siga la tendencia inerte. Basta ver quiénes son los influencers que tienen más Me gusta en el mundo para constatar que el dicho de mi mamá es cierto: el mundo está de cabeza.
Posdata: no sé si vos conocés a Yuya. La tal Yuya fue una de las influencers mexicanas que más paga ganó. ¿Cuál fue su gracia? Hizo tutoriales de belleza; es decir, les dijo a las chicas cómo ponerse la sombra en el ojo izquierdo y cómo hacerlo en el ojo derecho. Ahora ya creó su propia línea de maquillaje y gana muchos dólares, mientras millones de fanáticas gastan sus dólares en comprar los polvitos que produce, y los usan en la forma que ella les indicó. Por eso, los influencers son menos que los millones de fanáticos que, desde su casa, le dan Me gusta a las publicaciones.
Cualquier mortal de estos tiempos cibernéticos aspira a ser influencer, a ser reconocido en las redes sociales, a obtener miles y millones de Me gusta en cada publicación.
¿Yo? Yo me quedo en mi reino, por nada lo cambio. Y no cambio mi reino por un Me gusta, debido a que no vendo tamales, ni sé los secretos del maquillaje que Yuya sabe. Vendo productos culturales y ya se sabe cuál es la historia de Van Gogh.