sábado, 9 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON APUNTES

Querida Mariana: el mundo conmemora este año los cincuenta años del fallecimiento de Rosario Castellanos y se prepara para celebrar el centenario de su nacimiento el próximo año. Recordá que Rosario nació en el Distrito Federal el 25 de mayo de 1925 y falleció en Israel el 7 de agosto de 1974. Las personas que son dadas a hallar semejanzas numéricas dicen que Rosario estuvo marcada por el cinco en su nacimiento y con el 7 en su muerte, y agregan, con el nueve en su estadía en Comitán, por lo de Balún Canán, lugar de las nueve estrellas. El otro día saludé a mi querida amiga Blanquita Tovar en su casa. En esa casa vivió Rosario parte de su infancia y parte de su adolescencia. Actualmente, en la fachada, hay una placa que consigna que ahí vivió nuestra paisana, en tiempo que Eduardo Ramírez fue presidente mandó a colocarla. ¡Bien! Debemos recordar que el papá de Rosario nunca tuvo casa propia en la ciudad. Él tenía paga, pero por alguna situación especial no compró, sino rentó. En el centro están las dos casas donde Rosario vivió. No existe dato preciso del porqué la familia dejó la primera casa donde habitaron (que es la casa donde estuvo el restaurante Ta’bonitío y donde ahora hay un salón de videojuegos). Doña Lolita Albores, que fue amiga íntima de Rosario, decía que cuando caminaba por la calle del templo de El Calvario al parque central miraba a Rosario con su hermanito parados en uno de los portales; es decir, cuando murió el hermanito de Rosario vivían en esa casa. ¿Sería el fallecimiento del niño la causa de cambiarse de casa? Esto que digo es una mera especulación, no me lo creás, pero cuando leemos la biografía de Rosario nos enteramos que la muerte del niño (¡el varón!) fue una enorme tragedia para Don César y para Doña Adriana. Recordá que en la novela “Balún Canán”, la narradora cuenta que un día le dicen a la mamá que morirá uno de sus hijos y ella, transformada, pide que no sea el varón. Pucha, este trauma siempre lo llevó cargando la escritora, porque significaba: si alguien debe morir que sea la niña, no el varón. Pero el niño murió y los papás de Rosario lo sufrieron mucho. ¿Cómo sobrevivir en el espacio donde estuvo la recámara del niño, donde jugó, donde convivió con ellos, donde les dio alegría? Muchas personas cambian el mobiliario y hacen transformaciones a la casa a fin de que el entorno no les recuerde la presencia del fallecido. ¿Por eso se cambiaron de casa? No me hagás caso, digo que es mera especulación. Lo cierto es que la familia se pasó a vivir a la casa que ahora es de la familia de Blanquita, que está frente a la entrada del Pasaje Morales. La casa, me platicó Blanquita, fue dividida en dos. Las dos partes fueron modificadas, la que sufrió más modificaciones fue la parte donde vive Blanquita, porque ahora tiene dos plantas, pero el día que fui a visitarla me invitó a pasar y, como se dice, fui hasta la cocina, más bien hasta el sitio. Ahí, las transformaciones son mínimas, se ve la barda divisoria, con ladrillos sin repello. Tal vez esa barda es la misma que tuvo la casa en tiempos de Rosario, porque, bueno, tampoco hace mucho tiempo de la estancia de la escritora. Rosario y su familia dejaron Comitán, más o menos en 1940, hablamos entonces de ochenta y tantos años. Es probable que esa pared sea la misma que Rosario vio cuando jugaba en el sitio de su casa. Sí, en ese entorno creció la niña que después se convertiría en una de las más brillantes escritoras mexicanas del siglo XX. En la otra parte de la casa, que es del ingeniero Tovar, existe todavía un techo de teja. Pienso que esa techumbre, con ligeros cambios, es la que vio Rosario Castellanos todos los días. Los comitecos somos privilegiados, porque, con modificaciones y todo lo que vos querás, aún están de pie las dos casas donde Rosario vivió. La casa del Distrito Federal donde ella nació ya no existe. Sus biógrafos señalan que la casa marcada con el número 108, en la Avenida Insurgentes, fue derruida. Luego, la casa que compró su papá, en Avenida Constituyentes, frente al bosque de Chapultepec, donde Rosario vivió muchos años, también ya no existe. Existía hasta hace algunos años, pero un día el hijo Gabriel la vendió y los nuevos propietarios derruyeron la casa y levantaron otro edificio. ¡Chin, habría sido maravilloso que el gobierno de Chiapas la hubiera adquirido para hacer un museo en ese espacio! Pero ya sabés que el hubiera no existe, lo único que hay es lo que hay y ya no hay casa de Rosario. Los festejos y conmemoraciones de los famosos sirven para honrarlos, para mantenerlos vivos en la memoria de los pueblos, pero, entre otras cosas, también sirve para desempolvar las historias. De Rosario se ha escrito mucho, pero aún existen muchos huecos que debemos llenar, sobre todo en este pueblo que fue su pueblo, que es su pueblo. Ahora ya contamos con un museo donde se le honra, claro no es el museo más digno, pero ya es algo. Antes nada había para recordarla. Un ejercicio sano es hurgar su vida conforme ella lo contó. Por ejemplo, de su papá, Don César Castellanos, dijo: “tenía una posición social más alta, el prestigio de que había estudiado en Estados Unidos y de que era un señor muy respetable”. ¿Qué dijo de su mamá? Mirá qué dijo: “era una criatura sensible y afectuosa, que provenía de una familia pobre y no de las reputadas como aristocráticas”. De ese árbol viene Rosario, por un lado, familia de aristócratas y por otro lado familia modesta. En esos años los apellidos tenían mucho peso en Comitán, el apellido Castellanos era de abolengo, el otro, el Figueroa, no era de brillo. En el caso de Rosario parece que se cumplió. Rosario reconoció que estaba hecha de esas dos raíces, una con blasón, respetado en la sociedad, y el otro sin mayor mérito social. Cuando César se fija en Adriana y se casa con ella, de inmediato, Adriana pasa a formar parte de la clase alta, pero no deja de ser una mujer de condición humilde. Don César tuvo un hijo fuera del matrimonio, era hijo de una mujer también de condición humilde, al final, Raúl Castellanos, llegó a vivir con la familia y fue tratado como lo que era: hijo del hacendado Don César. Por el otro lado, Rosario tuvo a su servicio una niña que ejercía lo que se llamaba “cargadora”, esa niña era María Escandón, que era sobrina de su mamá, ella jamás logró ascender en la escala social, a pesar de que se dedicó en cuerpo y alma al servicio de Rosario y de los papás de Rosario. En este breve comentario se ve el peso de las clases sociales, el apellido Castellanos era de abolengo, el apellido Figueroa no estaba a la altura. Los biógrafos dan un dato que a veces no es conocido, la fecha del matrimonio de los papás de Rosario, ellos se casaron el 14 de octubre de 1922, los casó un cura conocido en el pueblo, el padre Belisario Trejo. Cuando ellos se casaron, Don César tenía cuarenta y dos años de edad y Doña Adriana tenía 23 años, hubo una diferencia de edades de diecinueve años. En Comitán, como en muchas otras partes de México, se conmemora el aniversario número cincuenta del fallecimiento de Rosario Castellanos. En la revista Arenilla hallarás en los números 39, 40, 41 y 42 textos y dibujos que la recuerdan. Empresas, instituciones y personas destacadas del pueblo patrocinan este homenaje, porque están convencidas que Comitán debe honrar a quien honró al pueblo con su talento. Muchas personas (ya mirás que hay de todo en la viña del señor) dicen que qué hizo Rosario por Comitán. Basta decir que Rosario es la comiteca más reconocida en el mundo. No existe figura alguna que pueda quitarle el sitial de honor. Hemos comentado en varias ocasiones que la novela “Balún Canán” está traducida a varios idiomas, dentro de ellos se cuenta el inglés, francés, alemán, hebreo, italiano y japonés. Lo digo así como si mencionara azúcar y sal, pero la verdad es que esto significa que nuestro pueblo es conocido en muchos países. Ningún otro comiteco ha logrado tal dimensión. Hay muchos lectores en el mundo que hablan de nuestro pueblo porque han leído la obra de Rosario. Sabemos que los escritores son aves que llegan a muchos árboles, Rosario es un pájaro de grandes vuelos, de sublimes cielos. Posdata: sé que en estas conmemoraciones se anotan los actos que realizan los maestros en las aulas, aprovechan la ocasión y dan a conocer a sus alumnos parte de la obra señera de Rosario Castellanos, sólo eso faltaba, que en su pueblo no la leyeran. ¡Tzatz Comitán!