lunes, 18 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN PAISANO TALENTOSO

Querida Mariana: te paso copia de una foto que encontré en el Archivo del Colegio Mariano N. Ruiz. Al fondo, en el centro, está el maestro Jorge Gordillo Mandujano, nuestro director general emérito. En ese tiempo era maestro de grupo, en la escuela del padre. ¿De qué año es la foto? No hay datos en la parte posterior de la foto, como era costumbre, pero puedo decir que es de principios de los años sesenta, del siglo XX. ¿Me atrevo a aventar otro supuesto? ¡Me atrevo, total! Los chicos de la foto son alumnos del sexto grado de primaria. Vos sos muy joven, no reconocerías a ninguno, pero por acá andan algunos de ellos, ya setentones. Yo sí identifico a varios, pero, si me permitís, hoy hablaré sólo de uno. Un chico que está en la segunda fila, de acá para allá. El segundo, de derecha a izquierda, es Francisco Javier Mandujano Ortiz, si ves con atención mirarás que es el chavo que tiene el cabello más güerito, ¡cómo no!, él es hijo del maestro Güero. ¿Ya viste cómo todos ven con atención hacia la cámara? Ninguno se distrajo, algunos salieron muy serios y otros sonrieron. Javier mira hacia el horizonte, como todos. Lo remarco, porque luego, Javier se dedicó a ver el cielo, no sólo como pasatiempo sino como una de sus grandes pasiones. Javier nació en Comitán, el 16 de junio de 1953. Como ya dije, es hijo del maestro Javier Mandujano Solórzano y de Doña Carmelita Ortiz. Su casa estaba frente a donde ahora está Elektra, la casa tenía un patio y en la parte posterior una alberca donde la familia nadaba. Ya te conté que en ese tiempo pocas residencias contaban con piscina. Como reprobé inglés en la secundaria, mi papá le pidió a Javier que me diera un curso de regularización, así llegaba a su casa, me atendía en el comedor, mientras me enseñaba cómo los cartelones que aparecían en las vitrinas del Cine Montebello no correspondían a los títulos originales en inglés. Siempre ha sido así, los títulos de las películas no corresponden a una traducción literal. Yo hacía los ejercicios que me ponía y él caminaba de un lado a otro del comedor haciendo brazadas en el aire, como si nadara. En 1975 saludé a Javier en la Facultad de Ingeniería, ya estaba a punto de titularse como Ingeniero Químico Metalúrgico, en la UNAM. Hallé que su tesis tuvo el siguiente tema: “Determinación de la composición más probable de muestras patrón de aleaciones de cobre”. ¿Por qué dije que luego se apasionó con ver el cielo? Pues porque, nuestro destacado químico metalúrgico ha sido, en dos ocasiones, presidente de la Sociedad Astronómica de México, A. C., que es una sociedad que se encarga de difundir el conocimiento de la astronomía. Tal vez voy a inventar, pero recuerdo que en una ocasión vi un telescopio en su casa. No sé si el maestro Güero fue aficionado a buscar las nueve estrellas de Balún Canán o Javier junior se aficionó desde joven. Al saber esto, cualquiera podría pensar que la vocación de Javier era la astronomía y no la química metalúrgica, pero él imparte clases de su profesión (fisicoquímica y química inorgánica experimental) y es asesor de tesis de dicha materia, pero, sin duda, la gran pasión de su vida es la observación del cielo, por esto, en varias universidades e institutos lo invitan a dar conferencias con el tema, por ejemplo, hallé en Internet que impartió una charla con el siguiente título: “Agujeros negros, los superhéroes de la naturaleza”. ¡Nadita! Otra conferencia que impartió se titula: “Astronomy in the land of the Aztecs”, que, con el inglés básico que me enseñó sé que significa Astronomía en la tierra de los aztecas. Su ficha biográfica dice que, como aficionado a la astronomía, ha participado en diversos programas de observación internacional; es miembro de la American Association of Variable Star Observers (AAVSO), donde ha colaborado en la observación solar diaria, así como de cometas. Posdata: Javier es uno más de los paisanos talentosos que están diseminados en todo el mundo; él es uno más de los niños comitecos que pepenó esencias en nuestro pueblo. Ya podés imaginar cómo era el cielo comiteco en noches estrelladas, limpias, diáfanas. ¡Tzatz Comitán!