miércoles, 20 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON MAO

Querida Mariana: el chiste es bobo, un comunista pregunta: ¿ama a Mao? El albur aparece de inmediato. El otro día leí algunos horrores que se dieron en la época de Mao, en la llamada Revolución Cultural. ¡Periodo tremendo! Las dictaduras son opresivas, malévolas. ¿Vos conocés China? Tenemos paisanos que sí han estado en aquel lejanísimo y enigmático país. Recuerdo, con afecto, fotografías que compartió Miguel González Alonso, ya fallecido. En una vestía una camisa china, de seda. Yo, por supuesto, no conozco China, pero sí he tenido acercamientos. El primero fue cuando tenía seis o siete años de edad, fue día de mi cumpleaños y Toña, secretaria de mi papá, me regaló cinco revistas de monitos, envueltas en papel de china. Una de esas revistas contaba la vida de Marco Polo y en una ilustración aparecía el viajero frente a la gran Muralla China, serpiente de piedra encaramada en las altas montañas. Impresionante. Esa imagen fue mi primer acercamiento. Tiempo después apareció otra imagen, en uno de los libros de texto, el maestro nos dijo que abriéramos el libro y ahí asomó la famosa Nao de China, un galeón que viajaba desde tierras orientales con productos de aquellas tierras, incluidos los chinos, parece que el barco salía de Manila y llegaba a Acapulco (eso decía el libro, marcada la ruta desde allá hasta la costa de Guerrero), a lo lejos recuerdo la mención de jarrones y ropa de seda. A su regreso, el barco llevaba productos de estas tierras. ¡Un gran intercambio cultural! (ahora estamos inundados de productos chinos, de pésima calidad). En secundaria volvió a aparecer China, una tarde, a la hora de educación física, en la cancha al final de la bajada de Doña Mariana, un compañero me quedó viendo y soltó: “Japón tu pale, china tu male”, y se botó de la risa. Hasta llegar a la casa entendí qué me había querido decir. Qué pendejo. Fue en la universidad, en la Ciudad de México, donde volví a toparme con China, primero en un libro que saqué de la Biblioteca Central Universitaria, de la UNAM: “El complot mongol”, maravillosa novela de Rafael Bernal; y segundo en un libro que leía mi compa Quique Robles, como parte de su aprendizaje en su carrera de abogado, precisamente acerca de la Revolución Cultural. Años más tarde, mi querido amigo Fito Gómez Vives me obsequió la novela “La montaña del alma”, soberbio libro, escrito por Gao Xingjian, autor que fue objeto de vejación en la multicitada Revolución Cultural. Como mirás, a lo largo de mi vida he estado en contacto con aquella región del mundo. Mi mamá nació en Huixtla y allá conoció a varios migrantes chinos, me cuenta que había un chino (papá de Dina Che,una compañerita de la primaria) que preparaba unos riquísimos cacahuates tostados. Como sé que nunca iré a China, en mi vida real, el otro día hice un viaje en forma virtual. Tecleé Pekín y hallé una serie de fotos del Today Art Museum. Un minuto antes no sabía de la existencia de ese museo, así que me dispuse a viajar con todos mis sentidos. Desde la primera fotografía tuve un deslumbre: en un patio aparece una serie de esculturas de personas que interactúan y se botan de la risa, pero lo más sorprendente fue ver que en lo alto de un edificio, en la azotea, hay un grupo de hombrecillos, sentados, viendo hacia abajo, casi como si fueran comitecos husmeando. De la imagen puede hacerse una serie de reflexiones, pero todas están encajadas en el comportamiento humano, en la convivencia en sociedad. Vi, por supuesto, chicos que se tomaban las fotografías al lado de los personajes del grupo del patio (todos están pintados en color plata, se distingue la vestimenta, pero es del mismo material y color de los cuerpos). No alcancé a ver los rostros de los tipos de la azotea, pero las facciones de los chicos del grupo del patio están distendidas en enormes carcajadas. Llamó mi atención, además, que todos los personajes son varones. Las fotos que vi fueron tomadas en 2014, pensé que estas esculturas, tal vez, eran de una exposición temporal. Pero no sólo estaban estas esculturas en el exterior, había otra escultura (de brutal impacto) donde, en una mesa larga había un grupo de cuches. Perdón, pero la primera lectura que hice fue de una parodia de la Última Cena. Me dio gusto, porque pensé que en tiempos de Mao esta libertad para presentar la creación hubiese sido imposible. Posdata: Pitol habla de la belleza de la Ópera China. ¡Tzatz Comitán!