jueves, 7 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON HUELLAS

Querida Mariana: construyeron el Tren Maya. El presidente lo celebró, los ambientalistas se quejaron y los arqueólogos hallaron vestigios. Siempre que alguien mete la pala en la tierra halla vestigios. En las propias casas hay huellas de tiempos pasados. Si vos abrís un hoyo en el sitio de la casa podés hallar chunches de tiempos lejanos. La lógica indica que mientras más profunda es la excavación los chunches son más antiguos. Hay historias de tesoros que fueron encontrados en Comitán cuando alguien excavó en un terreno. Por ahí el pico se topó con algo duro, quitaron la tierra y hallaron una ollita llena de monedas de oro. Con ese simple hallazgo la vida de esas personas tomó un rumbo distinto. Con lo del Tren Maya sucedió un fenómeno similar. Los ambientalistas aseguran que al cavar perjudicaron espacios naturales que sufrirán consecuencias irreversibles, porque es zona de cavernas y de cenotes. Pero cuando las palas y picos se hundieron también hallaron piezas arqueológicas. Fijate que el otro día le di una vuelta rápida a un artículo que escribió Doña Gudrun Lenkersdorf en el libro “Comitán, una puerta al sur”. El artículo se llama “Los comitecos” y es una mirada muy interesante de los habitantes de esta región. Doña Gudrun, junto con su esposo y sus hijos, vivió una temporada en el pueblo y, con su inteligencia natural, observó los comportamientos culturales de los comitecos. Cuando uno se topa con escritores inteligentes cada línea es relevante, todo se convierte en una huella para que los investigadores hurguen, para que saquen la pala y el pico y encuentren chunches que aporten al conocimiento. Al final del primer párrafo, Doña Gudrun escribió que entre 1895 y 1897 anduvieron por la zona el arqueólogo Eduard Seler y su esposa Cecilia Seler-Sachs. Los investigadores y estudiosos saben quiénes son estos personajes relevantes, pero los legos no estamos bien enterados. Me sorprendió saber que ambos alemanes tienen brillantes hojas de vida. Busqué en Internet y hallé que Don Eduard está considerado pionero en el estudio de la época precolombina de las culturas en América. Pucha, ¡nadita! Y su mujer fue una gran fotógrafa e ilustradora sensacional. Gracias a su talento (en época donde la fotografía en color andaba en pañales) el mundo tiene ilustraciones llenas de color de piezas prehispánicas. ¡Genial! Pues Doña Gudrun escribió lo siguiente: “… una población importante ocupaba, ya hace mil años, el lugar que con el tiempo recibiría el nombre calendárico de Balun Canal (o Canan). Restos de sus edificios fueron expuestos y nuevamente tapados al construirse la carretera a San Cristóbal a fines del siglo XIX, según lo refiere una viajera alemana, Cecilia Seler-Sachs…” ¡Dios de mi vida! ¿Mirás? Esto quiere decir que debajo de la carretera están los vestigios de las construcciones. Pues sí. ¿Cómo apareció la Coyolxauhqui en la Ciudad de México? La historia dice que en 1978 un grupo de la ya inexistente Compañía de Luz y Fuerza del Centro excavaba y se topó con algo duro, poco a poco fueron quitando la tierra y descubrieron una enormísima piedra con relieves, la Diosa de La Luna asomó su cara enterrada durante saber cuántos siglos y volvió a brillar. Vestigios mayas están enterrados debajo de la carretera donde circulan cientos y cientos de autos todos los días. Al excavar salieron esas construcciones, pero la urgencia de la comunicación hizo que le volvieran a echar tierra y luego le agregaran el asfalto. Posdata: tenemos testimonios enterrados, en manos de arqueólogos esas evidencias darían muchos datos para la historia. Lo que cuenta Doña Gudrun que contó Doña Cecilia se antoja real, porque el imponente Junchavín se encuentra precisamente al lado de la carretera; es decir, mucho de esa zona debió ser parte del conjunto ceremonial. ¡Tzatz Comitán!