lunes, 11 de marzo de 2024

CARTA A MARIANA, CON LA CASA DEL NIÑITO FUNDADOR

Querida Mariana: la casa del Niñito Fundador ha cambiado. Los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz, de los años sesenta, conocimos la casa original. La familia Pedrero ha sido devota del niñito. Cuentan que, en esa devoción, uno de los Pedrero, que andaba en el ajo de la política estatal, en agradecimiento o por petición, mandó a techar el espacio y a colocar la imagen del niño en un nicho especial. En los años sesenta había un bello jardín, simpático, a la entrada, ya luego una ermita donde estaba el niño. Los alumnos católicos (¡ah, la candidez!) entrábamos a pedirle al Niñito que nos hiciera el “milagro” de pasar los exámenes. El otro día te platiqué de la madre Sara, quien fue una de las que vivía en la misma casa del Niñito, porque era integrante de la orden de las madres franciscanas. No sé cómo mi amado Abraham Gutman se enteró del contenido de la carta y, sapientísimo como es, me envió un audio con una relación de las monjas que vivieron en ese lugar, en esos tiempos. Pensé que, tal vez, este apunte no está en el libro de nuestra historia y debíamos aprovecharlo. Así como mi amado Gutmita, no sé cómo, se entera de lo que te digo, pues ahora vos te enterarás de lo que me contó. Para comenzar diré que Abraham es ahijado de quien fue la superiora de la casa: la madre Mercedes de Jesús Martín del Campo. Esta religiosa fue muy querida en el pueblo. Gutmita dice que los milagros que reconocían al niño eran por mediación de la religiosa, que era un pan de Dios. ¿Por qué Gutmita conoció a varias religiosas de aquellos tiempos? Dice que iba a recibir el catecismo y se hizo querer por la mayoría de monjas. Yo conocí la casa cuando fui alumno de secundaria de nuestro Colegio Mariano; luego, como fui compañero de trabajo de la madre Sara entré en varias ocasiones al salón que ella acondicionó para dar clases de regularización y en una ocasión entré a la pequeña sala que las religiosas tenían y que estaba al lado del pasillo donde estaban los cuartos de las madres. Ya sabés cómo somos los comitecos, siempre que me despedía de la madre Sara, un compañero de trabajo me decía: ya sé, ya sé, saliste de ahí porque el lugar huele a madres, ¿verdad? De la relación que Gutmita me pasó en un audio, aparece primero el nombre de la madre María de Jesús Crucificado (¡échate un nombrecito!), dice que ella era madre superiora, pero que quien fue más reconocida fue la madre Mercedes. Luego mencionó a la Madre Jacobina, que era oriunda de San Luis Potosí, y que era la encargada de hacer las hostias, oficio sabroso. No sé si en la actualidad aún venden los retazos de las hostias, a veces, con los cuates íbamos a comprar bolsitas con las tiras sobrantes. No sé de qué hacen las hostias, pero son muy ricas. A mí me gustaba comulgar, no tanto por recibir a Cristo, sino por sentir la delicia de la hostia deshaciéndose en mi boca. Por eso, con los compas comprábamos los retazos y le entrábamos con fe, con mucha fe, aunque no estuvieran benditas. Luego Gutmita mencionó a la Madre Susana, cuyo oficio era andar por todo Comitán, pidiendo limosna, en ocasiones la acompañaba la Madre Dominga, quien era una “madresota”, porque era de complexión robusta. Digo que los comitecos son pícaros, fijados. En una ocasión estaba con unos amigos en lo alto de la subida de San Sebastián y vimos subir, con dificultad, a una de las madres (tal vez era la madre Susana), al ver el esfuerzo que la religiosa hacía uno de los compas dijo: “qué chinga si no hay cielo”. Gutmita mencionó después a la madre María Romero, que era de Guanajuato. Dice que años después, ya Gutmita siendo grande se topó con ella en un hogar de niños inválidos, una labor difícil, especializada. Al final de la relación, Gutmita recordó a dos monjas más, a la madre Consuelo García y a la famosa madre Rosario Zapata. Posdata: hoy son otras religiosas las que viven en la casa del Niñito Fundador. El Niñito es venerado por muchas personas del pueblo y de otras regiones. Con frecuencia llegan visitantes de otras partes, porque reconocen que les ha hecho favores. Así como la familia Pedrero, hay muchas otras familias que le tienen una especial estima al santito. Hay personas que, cada año, le bordan sus vestidos (ropones, creo que le llaman). Mi sobrina Pau entró por primera vez al interior de la capilla y al ver al Niñito Fundador con el vestido preguntó: “¿es niño o niña?” ¡Tzatz Comitán!