jueves, 27 de febrero de 2025

CARTA A MARIANA, CON LA CREACIÓN

Querida Mariana: cuento cuentos. Ah, me gusta usar esta expresión: ¡cuento cuentos! Todo mundo cuenta, la gente cuenta horas, cuenta dinero, cuenta comida, cuenta kilómetros, cuenta amantes, cuenta mares, cuenta días, meses, años. Yo cuento cuentos, me encantan los cuentos y me encanta contarlos. Me asumo como el abuelo que reúne a los nietos a la sombra de una ceiba y todos sentados escuchan la voz del viejo que cuenta cuentos, los clásicos de Caperucita y el Lobo hasta las maravillosas historias de Aquiles o de Ulises. Cuento cuentos, mientras otros cuentan cuentas. Me impresiona la capacidad de los escritores en el proceso de creación. Un autor debe elegir “la persona” que cuenta el cuento. Un cuento está escrito en primera persona, en segunda persona o en tercera persona y está también el maravilloso plural nosotros. Los expertos explican que la menos empleada es la segunda, ah, pero la primera y la tercera se usan con profusión. El uso de la primera persona permite que el autor esté metido con los pies del alma en todas las aguas del mundo; el uso de la tercera permite ver todo con la omnipotencia de un Dios. La creación es infinita, siempre es como un espejo que repite la hazaña del inicio del universo, con sus virtudes e imperfecciones. Mientras el autor es más creativo, más genial en su proceso, los lectores nos deslumbramos porque estamos frente a alguien que imita casi a la perfección el don divino. Quien traza rasgos autobiográficos en su obra narrativa está siendo él mismo, adentrándose en su ser, sacando piedras brillantes de las profundidades de la cueva más oscura y tenebrosa. Quien cuenta desde la tercera persona se asume como un ser poderosísimo, como si fuera el mago o el hada de los cuentos infantiles todo se mueve al influjo de un simple movimiento que hace con su mano o con la proverbial varita. Por eso el acto de creación es un acto individual, solitario, lleno de envidia, de pasión y de soberbia. A mí me gusta más la historia de La Creación cuando es realizada por un solo Dios; desconfío de aquellas narraciones donde aparece un grupo de Dioses. Los mismos chistes tiran la idea de la creación grupal. Nos dicen que imaginemos a Dios con su esposa. A cualquier acto que realiza el hombre, su esposa le pone un pero y sugiere con delicadeza, pero en forma estricta, que no sea así sino asá. Cuento cuentos. Me encanta crear historias. Admiro a quienes cuentan historias. Me gusta más el proceso creativo que abre ventanas inéditas, pero, de igual manera disfruto a quienes toman historias reales y nos las entregan con ligeros agregados. Todo lo que sucede en el mundo es digno de ser contado. Me fascina escuchar y leer cuentos que son árboles llenos de imaginación; admiro a quienes nos entregan historias con aires limpios, que siembran plantas con oxígeno; pero, de igual manera leo y escucho cuentos que apestan a mierda, que nos llevan por las cloacas, que nos muestran lo más denigrante del ser humano. De eso está hecho la humanidad. Todo mundo alaba la paz; eso de todo mundo es una mera utopía, porque vemos que la guerra está presente en cada instante de la humanidad, así que en el espíritu del hombre anidan las víboras, las arañas venenosas, las casampulgas, los hijos de la caca. Cuento cuentos, en primera y en tercera persona. Cuento historias que me pasaron y también historias que le pasan a otros. Mi mente siempre está armando historias. Por eso las personas dicen que soy pesado, que soy orgulloso, que soy ish, que no saludo, que no convivo, que no me doy al mundo. ¿Cómo que no me doy al mundo? ¡No puedo darme más! Me doy a través de las historias que cuento, pero el proceso de creación exige que me escabulla del mundo, que permanezca en soledad en el lugar donde escribo; la creación me exige que esté conmigo. Y como me llevo bien conmigo, como soy mi mejor amigo, puedo escribir. Prefiero contar historias luminosas, con personajes sublimes, pero si debo incluir también a personajes llenos de mierda lo hago. La vida está llena de polvo de estrellas y de polvo de caca. Posdata: cuento cuentos. Me encanta contar historias. Me encanta, asimismo, leer las historias que cuentan los otros. Cuando cuento soy como el viejo rodeado de nietos; cuando escucho soy el niño fascinado, con la cabeza levantada, con la mirada arrobada, iluminada. ¡Tzatz Comitán!