lunes, 4 de agosto de 2025
CARTA A MARIANA, CON EL RECITAL DE MAXIMILIANO Y MARIANA
Querida Mariana: asistí al recital que ofrecieron dos jóvenes artistas, el pianista comiteco Maximiliano Domínguez Mayorga y la soprano tuxtleca Mariana Chandomí Hernández.
La sala se llenó, la asistencia fue tan generosa que hubo necesidad de ocupar las bancas de los corredores. Más de ochenta personas disfrutaron el recital, que inició con puntualidad y tardó cincuenta minutos. Fue un acto fascinante, didáctico, con duración adecuada. El maestro Jorge Gordillo Mandujano repetía: lo breve es placentero. Este recital fue breve y bello. El programa advirtió que sería “un viaje sonoro desde el Romanticismo hasta el siglo XX”, fue eso y más, fue un viaje desbocado, un río de sonidos que regó todas las orillas.
Me senté en una banca opuesta a la sala, desde ahí escuché las interpretaciones con nitidez, con el mojol de lujo al presenciar las nubes del cielo, las vi tomar un color de ámbar, encima de las tejas. Mi atardecer comiteco fue acompañado por notas prodigiosas, privilegio que pocos seres mortales tienen.
En el parque todo mundo caminaba, compraba chicharrines o nieves, mientras en la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez, un nutrido grupo de personas hacía una comunidad lunar, alejada del rebumbio del día a día. Mariana y Maximiliano lograron el prodigio de invitar a la audiencia a navegar en aguas de cristal.
Mariana y Maximiliano interpretaron música alemana, música francesa y música mexicana. Este triduo fue el árbol que colocó renuevos y ojos verdes en el espíritu de los escuchas.
Lamenté que el reloj se acercaba ya a las siete de la noche, con discreción caminé con rumbo a la salida, con rumbo a mi casa, a la cocina para tomar un vaso con avena antes de ir a la cama, para continuar con la relectura de El Quijote. Lo lamenté, porque el recital era un latido manso, una voz que caminaba en mi memoria.
Maximiliano y Mariana, chicos generosos, vinieron a Comitán a desbordar sus talentos, como si fueran sábanas humildes, petates para la respiración.
Estoy seguro que cada uno de los asistentes recibió esa carretada de viento iluminado; estoy seguro que cuando salieron de la Casa Museo una llama calentaba su alma.
Estoy seguro que el recital fue como un bálsamo de hierbabuena, como miel con aroma de alcanfor.
Max y Mariana bordaron una red con cielos fundacionales.
Posdata: comparto con vos una imagen espléndida, los dos jóvenes artistas están al lado de una comiteca valiosa, la Doctora María del Carmen Vázquez Velasco, secretaria general de la Benemérita Universidad Autónoma de Chiapas.
¡Tzatz Comitán!