sábado, 16 de agosto de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN LIBRINCILLO
Querida Mariana: Marvey Altuzar Figueroa tiene pichito nuevo. La poeta regresó al redil de la poesía. Después da darse un baño en las aguas de la narrativa, ahora nos presenta un nuevo librincillo de poesía. Y esto de librincillo no se refiere sólo al trato afectuoso que le doy a los libros, digo que es un librincillo porque es chiquitío, bonito. Pertenece a la Colección Ojo de Hormiga, de ARDE EDITORIAL CHIHUAHUA y TINTANUEVA EDICIONES.
Iba en mi tsurito, con rumbo al Colegio Mariano N. Ruiz (plantel Los Sabinos), pasé por la casa de Marvey y la vi comprando con una canastera. Sí, ¿podés creerlo? Ella, ahora habitante de la CDMX, estaba en el pueblo reviviendo la gran tradición donde las mujeres caminan por las banquetas del pueblo y pasan a las casas ofreciendo diversos productos: elotes y chayotes hervidos, o chayotes y elotes sin hervir, para los guisos. Como llevaba prisa no me detuve, sólo la saludé desde lejos, pero después le envié un mensaje saludándola. ¡Te vi!, le dije. Sí, respondió, he estado acá desde hace un mes. Iba a decirle te has hecho “ojo de hormiga”, pero no lo dije. Después entendí que, en efecto, se había vuelto Ojo de hormiga al aparecer en la colección editorial.
Te mando foto del librito para que mirés de qué tamaño es. Al ver el ejemplar asoman las mejores voces comitecas: ¡qué bonitío!, ¡chulito!, y demás términos afectuosos. Por eso digo que Marvey tiene pichito nuevo, se esponja como gallina orgullosa. Ella me contó que al regresar a la CDMX, después de estar un rato en el pueblo, fue a su taller de creación literaria y ahí sus compas la recibieron con afecto, se sentó ante la gran mesa y frente a ella miró un paquete pequeño, curioseó y, ¡oh, sorpresa!, era un tanate de cincuenta flores para ella, era el grueso de una serie de cincuenta librincillos, sus librincillos, que contienen dos poemas: Poemas Escritos en Pandemia y Necio Dolor. Fue un obsequio que le hicieron.
Siempre he dicho que un obsequio grande es un libro, ahora, si en lugar de uno te obsequian cincuenta ya es algo supremo y, ¡el colmo!, si ese paquete de cincuenta es de libros que contienen obra tuya el mundo se desmorona en luces como colibríes. Cuando Marvey me lo contó vi cómo sus labios se extendieron en una enorme sonrisa, como sendero de campo lleno de verdes. ¡Ah, qué alegría! ¿Así que tenés un mes de estar en el pueblo? ¡No te has dejado ver! Luego platicó que ha estado cuidando a su mami. Casi no sale de casa. Me concedió el honor de dedicarme unos minutos para que platicáramos en la oficina de Arenilla. Privilegio. Privilegio, porque también contó la génesis de los dos poemas que aparecen en el librincillo más reciente: “Necio dolor”.
Sí, contame, le dije, porque el título del primer poema es impactante, porque regresa a todos los lectores a un tiempo que pensamos lejano, pero que está a la vuelta de la esquina y fue un tiempo lleno de incertidumbre, a nivel mundial.
Y Marvey contó que los Poemas Escritos en Pandemia fueron el resultado de un proceso de creación durante el tiempo que el mundo se confinó. Resulta que ella, días antes de que todo se paralizara en el país (en el mundo) andaba por el pueblo, en atención a su mami, pero tenía pensado regresar a la CDMX, donde estaban su esposo, su hijo y su hija. Y de pronto, como una cubetada de agua, no fría, sino ¡congelada!, el mundo se paralizó y la sugerencia, casi orden, fue ¡quédense en casa!, y Marvey se quedó en casa, al cuidado de su mamá, pero con el cogote partido en dos, porque en la gran ciudad estaba el resto de su familia. Como hizo todo mundo, Marvey se comunicó con ellos, a través de mensajes por el celular o videollamadas. Había que buscar la manera de enviarse cintas de luz. Su mamá estaba delicada de salud, necesitaba tratamiento, fue necesario internarla de nuevo, en tiempo donde en el hospital ya había un área dedicada especialmente para enfermos de COVID. Por fortuna volvieron pronto a casa, pero un día, Marvey escuchó que su mamá tosía, que no sea, pensó; pero al rato ella también estaba tosiendo. ¡Sí fue! Se contagiaron en el hospital, así que a los dolores en conjunto apareció un nuevo clavo. Sus familiares les llevaban comida, lo recibía de lejos, asimismo las hierbas milagrosas para prepararse tés, al lado de los medicamentos que les recetaron médicos de la familia. Un día la molestia para respirar era intensa, ella pensó que se internaría y que pasara lo que Dios dijera, pero Dios decidió que al día siguiente amanecería mejor y poco a poco ambas se recuperaron. Y ahora mamá e hija siguen con vida, y Marvey viene con frecuencia al pueblo para cuidar a su mamá, para apacharla, ya con mejores aires, con cielos más benignos. Pero durante la época de confinamiento, de incertidumbre, la poeta, como muchos creativos en el mundo, buscó la forma de quitarle espinas a ese cardo y en este 2025 regala al mundo el obsequio que le hicieron sus amigos del taller de creación: un librincillo que se llama “Necio dolor”, que además de este poema contiene “Poemas escritos en Pandemia”, que son ocho breves textos, identificados con números romanos. Cada texto es un canto único, pero los ocho forman una unidad, así que bien pueden leerse como un solo poema o como ocho ventanas de un mismo vecindario, pero en el que cada mirada es única.
¿Cómo en un librincillo tan pequeño puede concentrarse tanto de los sentimientos humanos? El maestro Jorge Gordillo Mandujano, querido maestro, siempre decía “lo breve es placentero”, claro, él lo decía en latín. Esto ha sido como una fórmula para muchos creadores. En este caso, Marvey lo aplicó, condensó en breves poemas toda una visión de un tiempo general y de un tiempo particular. Acá está lo que ella vivió en tiempos aciagos que vivió el mundo entero. Digo que ahora poco se habla de los tiempos de pandemia, pero están tan a la vuelta de la esquina. Ahora que platiqué con Marvey mis fantasmas aparecieron de nuevo, volví a sentir el desasosiego que vivimos en casa, así como lo vivieron millones de personas en otras latitudes. Tengo en mi mente imágenes de un París vacío que vi a través del Internet. Las calles estaban vacías. Tengo en mi mente imágenes de un cantante que, desde un balcón de un departamento en quinto piso, salió a interpretar unas canciones para decirle al mundo que ahí estaba una voz que no se acallaba, que seguía dando esperanzas, sembrando ideales. El mundo no estaba aniquilado, sólo había entrado en una pausa, una pausa obligatoria, no deseada, pero a final de cuentas una pausa, porque (así lo atestiguamos) el mundo siguió su marcha y ahora, qué pena, el mundo ya parece olvidar la lección y sigue cometiendo estupideces.
Marvey, narradora y poeta, aprovechó esa pausa y canalizó los temores, les dio cauce y sembró árboles con palabras. En este 2025, años después de la pandemia apareció este librincillo con poemas que escribió en ese tiempo de confinamiento.
El canto V casi sintetiza lo que la poeta vivió. Sin permiso de la autora te paso copia. A ver cómo lo mirás.
V
Extiendo mi plegaria
a lo largo,
a lo profundo de la noche;
se incendian los temores,
la duda existe, madre,
¿te irás ahora,
de este agonizante mundo?
Posdata: digo que la duda ya se hizo polvo. Por fortuna su madre no se fue en ese momento. Se irá, porque todos los seres humanos traemos enredada la cinta de la muerte, pero ella, su madre, y ella, la poeta, son sobrevivientes de esa pandemia. Los que seguimos sobrevivimos a ese corte de guadaña. Acá estamos. Acá, para reír, para beber, para vivir, para leer los poemas de Marvey.
¡Tzatz Comitán!