lunes, 25 de agosto de 2025
CARTA A MARIANA, CON UN INSTANTE DE HACE MEDIO SIGLO
Querida Mariana: llévala, llévala. Foto de hace medio siglo, para enmarcar, para colgarla o para colocar en el patio del corazón; para que se asolee, para que la güerita del frente agarre color.
Miré la foto y pensé: la tomaron en el rancho. Qué bobo, dijo la güerita. Fue tomada en el parque central del pueblo. Quise justificar mi bobera diciendo que en ese tiempo Comitán era como un ranchito.
¿Qué pensar?, ¿qué decir?, al saber que estamos frente a un instante luminoso de hace cincuenta años. ¿Qué decir al pensar que la mamá y el papá de la güerita ya fallecieron? San Caralampio tatita, vírgenes y santos del Calvario, el instante presente es sólo el recuerdo que la güerita atesora.
Llévala, llévala, como pregona el vendedor de la Ciudad de México, el de Tepito. Acá en Comitán diríamos llevala, así, sin tilde, colgala en el tendedero de los recuerdos bonitos, los que se pueden colocar en el patio, como grano de café recién cortado, para que reciban el sol, para que se calienten tantito, para que se quiten el suéter que enfría, que adelgaza la sonrisa, la que saca la lágrima. Llevala, ponela en un relicario, de esos que fabrican los artistas de la filigrana. Sí, eso, volvela miniatura, para que la llevés colgada en el pecho y podás mirarla siempre, a cualquier hora, abrir el relicario a la hora que se calienta el café en la estufa, a la hora que te sentás en el parque y mirás cómo vuelan las palomas y los niños corren tras ellas; a la hora que en el templo de El Calvario tocan las campanas.
Hace medio siglo, en el Comitán de 1975, la mamá, el papá y la güerita posaron ante la cámara. La güerita de la mañanita bordada tenía cinco años y cuando Don Jorge regresaba del rancho las invitaba (a Rosa Godelva y a su mamá Doña Alicia) a dar vueltas al parque. Ese día tuvo mojol: una fotografía, abajo del parque. ¿Por qué ahí? No lo sé. Los travesaños que vi se me figuraron trancas de algún potrero. Qué bobo, me dijo la güerita de la mañanita, son el respaldo de las bancas, cuyos asientos eran de granito.
Sí, ya luego identifiqué el espacio. Ese día yo estaba en la Ciudad de México, ya estudiaba en la UNAM, por eso no vi a la güerita ni a su papá ni a su mamá, pero ahora, medio siglo después, pensé que ese parque elevado fue también mío y ahí di vueltas con los amigos viendo a las muchachas bonitas que daban vueltas en sentido contrario. En el Comitán de hace medio siglo era nuestra costumbre, el parque se llenaba de personas el domingo por la tarde y los hombres daban vuelta en un sentido y las mujeres en otro, para mirarnos, para desearnos, para darse de “quemones”, palabra que se usaba para nombrar el coqueteo.
La güerita de la mañanita me compartió está fotografía. Pensé que ella, ahora que recién falleció su mamá hurga en álbumes para recuperarla, para tenerla cerca, muy cerca, en el sagrario de su espíritu.
Posdata: es la única manera que tenemos los seres humanos de recuperar los instantes pasados. Las fotografías ayudan a abrir ventanas y volvemos a respirar aires limpios, vuelos de palomas.
Este instante se dio hace medio siglo, como decir a la vuelta de la esquina del tiempo. Llévala, llévala, dice el pregonero de Tepito; llevala, decimos nosotros.
¡Tzatz Comitán!
