domingo, 10 de agosto de 2025

CARTA A MARIANA, CON UNA ORACIÓN

Querida Mariana: murió la mamá de Rosa Cancino Meza. Rosa, igual que Rosario Castellanos, es vecina del templo de El Calvario. Ahora que su mamá falleció los rezos por su alma han sido en ese templo, casi la capilla de su casa. Cuando me enteré del fallecimiento de su mamá, le envié un mensaje a Rosa y ella me respondió: “Ay, me duele el alma”. En esas cinco palabras se resume el sentimiento de una hija que amó y fue compañera y amiga de su mamá. Hace tiempo platiqué un poco de la vida de Doña Alicia, la mamá de Rosa, ah, mujer luchona, valiente, emprendedora; platiqué del tiempo que, al lado de su esposo, atendió el local donde rentaban videos. El local estaba en la esquina de su casa, justo frente al templo de El Calvario. Ahora que falleció, no sé el porqué, a mi mente llegaron dos palabras: “Oración Caribe”, que es el título de una vieja canción escrita por el Flaco de Oro, y que Natalia Lafourcade ha dado a conocer a los de esta generación. Llegó a mi mente por asociaciones extrañas. Tal vez por la palabra oración, porque ahora todos los amigos de mi amiga acuden a los rezos en el templo de El Calvario, su capilla. Se sabe que en un duelo la palabra no sirve como consuelo efectivo. En un duelo, la persona que tiene dolor en su alma vive en un estado de suspenso, donde todo transcurre como en una burbuja indefinible; sin embargo, la oración reconforta, posee un poder inmanente que es como bálsamo para el espíritu. Como dice Rosa Cancino, la ausencia física definitiva de un ser amado provoca un dolor en el alma. Un dolor de cabeza o de huesos o de músculos se apacigua al tomar una pastilla. ¿Con qué pastilla calmás el dolor del alma? Agustín Lara compuso la canción “oración del mar” y lanzó a los cuatro vientos una plegaria: “piedad, piedad para el que sufre; piedad, piedad para el que llora”. Natalia hace una genial interpretación de la canción. Digo esto, porque el ritmo que le imprimió fue un ritmo cachondón, alegre, que le quita la solemnidad de lo que la palabra dice. El compositor, maravilloso, lanza la plegaria sin un destinatario preciso; es como si la petición fuera a las potestades que están por encima de lo terrenal, porque ¿quién puede poner un poco de luz cuando hay desasosiego, cuando el dolor es una grieta oscura, brutal? Oración Caribe pide “Un poco de calor para nuestras vidas”, un poquito de bálsamo para paliar el dolor. Posdata: mi amiga Rosa Cancino se quedó sin su gran amiga, su fortaleza, el camino. Ahora, ay, pichita, tiene un gran dolor en su alma. No hay palabra que pueda ser una caricia, pero la oración sirve para convocar a la naturaleza, para que ésta haga su prodigio, el milagro, que hace todos los días, porque todos los días mueren seres amados y los que soportan la pérdida siguen caminando porque sabemos, ¡qué jodido!, que la muerte es la única certeza de la vida. Todos moriremos. Nos duele la pérdida, pero sabemos que es inevitable. La oración sirve para poner curitas en el alma, mientras la herida cicatriza. No hay más. El único asidero es la oración, donde pedimos piedad, para el que sufre, piedad para el que llora; donde pedimos luz infinita para la ausente. ¿Qué decirle a Rosa, qué decirle a cada persona que pierde a un ser amado? No hay palabra suficiente, todo es como una niebla enrarecida. No hay más consuelo que una oración. Para el no creyente le basta ver el mar, caminar por un bosque con sombra, sentarse en una piedra y ver el horizonte, correr, nadar. Estas dos prácticas deportivas son esencia de mi amiga Rosa, tal vez son modos de expresar una oración, una oración que también cure el alma de su mamá. Le envío mi abrazo respetuoso a mi querida amiga y canto, al lado de Lafourcade: “una poca de luz en nuestra aurora”. La foto que anexo es la que usan en el altar de los rezos. Doña Alicia tenía un poquito más de treinta años de edad, pichita linda, hermosa. ¡Tzatz Comitán!