miércoles, 30 de julio de 2008

KIKA

He permanecido en las instalaciones de la Expo Feria. Estoy casi casi de tiempo completo. Llego a las ocho de la mañana, para recibir el parte, y salgo a las dos de la tarde, para ir a comer a casa. Regreso a las tres, y permanezco ahí hasta las nueve, hora en que -con respeto- le echo su bendición a ese amontonamiento de gente alegre.
Por lo anterior casi casi no he presenciado ningún evento. A la hora que actúan los cantantes nacionales en el Teatro del Pueblo ya me dispongo a salir de las instalaciones. Con todo respeto -de nuevo- ningún cantante vale mi descanso. Llevo una rutina de vida muy estricta, así debo estar ya descansando a las diez de la noche (a las diez y media a más tardar). No escuché a Reyli, tampoco a Capetillo, menos a Banda Maguey. La que sí llamó mi atención fue la Kika, así que decidí escucharla. Como el Teatro del Pueblo ha estado llenísimo todos los días, me paré (al lado de dos afectos) en un área que está despejada, justo detrás del graderío del teatro. Logré escuchar dos canciones de ella. Uno de mis afectos dijo que era como si la Kika nos estuviera brindando un concierto especial. Bastaba colocar una mesa ahí y pedir una botella de vino, para sentirnos dueños del mundo, porque estábamos debajo -no de la estructura metálica del Teatro del Pueblo, sino debajo del cielo que era como una manta de tul transparente. El otro afecto me llamó y por un huequito vimos a Kika, mi afecto sonrió, y, con su carita de Frida comiteca, me mostró el cielo. Unas nubes pasaron y taparon momentáneamente una estrella. Dos segundos después la estrella reapareció y yo presencié eso y escuché la privilegiada voz de Kika. A la Frida comiteca la dejé en ese espacio y con mi otro afecto salimos a buscar a la Paty, quien nos estaba esperando ya en el acceso principal.