En Puebla asistía cada domingo al Bazar "Los Sapos". Ahí exponía y vendía las cajas de madera que pinto. Conocí ese micromundo que concentra vidas, que resume historias.
Ahora tengo la oportunidad de conocer de cerca el espacio donde se realiza la feria de agosto, en Comitán.
Como en cualquier espacio donde se concentra la vida, la feria es un mundo aparte del mundo cotidiano.
Anoche, en la explanada principal, un grupo de niños colocó una mesa de plástico, mientras la mamá servía la cena. No los cubrió más techo que el cielo comiteco. Por fortuna, anoche no llovió a esa hora.
Esos niños, tal vez no lo saben, definen su destino en esas noches donde la feria no es más que una burbuja sin tiempo.
A partir del viernes este mundo será un reflejo del caos. En un espacio de dos o tres hectáreas se concentrarán miles y miles de visitantes. Y ahí, estos niños andarán desperdigados, mirando, oliendo. Son niños diferentes a los que llegan agarrados de la mano de los papás para subir a los juegos mecánicos o para jugar canicas o para comprar dulces o algún juguete.
Los niños de la feria vivirán ahí por once días y serán los dueños de esos cielos.
Mientras los niños visitantes durmieron en sus casas, sobre una cama, los niños de la feria improvisaron una carpa donde durmieron sobre una tarima de madera.