miércoles, 29 de julio de 2009

CON AROMA DE MATE


Los comitecos somos los mejores lectores de Rosario Castellanos en todo el mundo (o deberíamos serlo). Cada uno de los espacios y rebozos que forman su narrativa nos son muy cercanos. Conocemos y reconocemos cada una de las tejas de sus techos.
Pero, no sólo somos buenos lectores de la Castellanos, también lo somos de Julio Cortázar (o deberíamos serlo).
La literatura de Cortázar tiene una cercanía entrañable con nosotros, porque Julio habla de vos (escribe, pues). No de vos, vos, lector, sino que emplea el voseo, tan entrañable al pueblo argentino y al nuestro.
Es maravilloso pensar que, a pesar de la distancia enorme que separa Buenos Aires de Comitán, un vocablo nos acerca de una manera íntima.
Claro que el tono de Cortázar tiene esencias de mate, de bandoneón, de churrasco, de tango; y nuestro tono tiene un aroma de marimba, de chulul, de tzizim y de “hueso de Tío Jul” o “hueso del Foquito”; y esta diferencia podría pensarse insalvable, pero no es así.
No es así porque muy pocos pueblos del mundo hacen uso del voseo en la actualidad.
Los maestros comitecos deberían enseñar a sus alumnos a leer a Rosario y, dos minutos después, a Cortázar. Sólo para que el oído de los niños comitecos se afine y descubra que el vos, además de ser un pájaro que vuela a diario en nuestros cielos, camina de puntillas en las páginas de los libros.
¿Y si copio el fragmento de un libro de Julio? Abro el libro al azar (lo juro) y encuentro lo que busco. Va pues la copia:

“No habré podido hacerte vivir esto, lo escribo igual para vos que me leés porque es una manera de quebrar el cerco, de pedirte que busques en vos mismo si no tenés también ahí uno de esos gatos”.

¿Ven? El texto es de un cuento de Cortázar. ¡Julio escribe como hablamos acá en Comitán! ¿Algún complejo? En lo absoluto, Julio está considerado por la crítica mundial como uno de los más grandes escritores del siglo XX. Por esto puede resultar muy cercano a nuestro mundo.
La literatura de Julio es una de las más elegantes. Sus textos tienen un ritmo sublime. Parte de esta musicalidad está cimentada en la propia cadencia del habla popular de los argentinos. Caray, ¿quién podría pensar que un escritor que usa el voseo tiene entrada en los salones más elegantes de todo el mundo?
Si eliminamos complejos y escuchamos con atención el habla comiteca descubrimos un ritmo maravilloso.
Creo que uno de los grandes errores que cometemos en Comitán es la exageración. En ocasiones escucho algunos comerciales en la radio que pretenden rescatar nuestro modo de hablar. Por lo regular son fallidos y chocantes. En el interés de hacer notorio nuestra personalidad se cae en la exageración y de ahí se resbala en la caricatura y en lo grotesco. Cuando hablamos con naturalidad, con la misma frescura de la juncia y de los aires de estos cielos, nuestro dialecto es uno de los más hermosos del mundo.

“Vení, voy a contarte de un tiempo ido, de cuando los hombres eran como un sueño de Balún. Vení, detené esta vela, que es como el baúl de la luz. Vos no recordás este tiempo, no lo recordás porque sos menos que una semilla, menos que un asomo de viento”.

¿Ven? Hablar de vos es tan simple como meter los pies adentro del agua limpia; tan nuestro como tomar un vaso de jocoatol en el mercado; tan digno como decir Rosario, Cortázar, Buenos Aires, Comitán.