lunes, 20 de julio de 2009

MARIANO DEL GRIJALVA, MARIANO DEL UNIVERSO



Con un abrazo para la familia Penagos Macal.

Pepe Espinosa me envió un correo. Contrario al carácter del remitente, el mensaje era lacónico. En medio de seis o siete palabras se deslizaba la nota del fallecimiento de don Mariano Penagos Tovar. De inmediato busqué en el Internet la confirmación de la infausta noticia. ¡Nada! ¿Cómo era posible que la prensa no consignara la muerte de un Premio Chiapas? Él recibió en 1989 la presea con que el estado de Chiapas reconoce a sus hijos más ilustres.
Mariano, su hijo mayor, me confirmó el fallecimiento del escritor, poeta y periodista. Don Mariano tenía ochenta y nueve años al momento de fallecer en la ciudad de Comitán. Era vegetariano y su luz cesó como si algo o alguien hubiesen bajado el interruptor sin aviso previo. Una noche antes se acostó y a la mañana siguiente era agua de otro río.
La casa de Comitán es una casa amplia, un árbol generoso da sombra a la entrada de la casa. El día que doña María Luisa Macal me recibió un hombre podaba el jardín. La también poeta me invitó a entrar a su casa y en ese instante la luz del patio se escondió. Algo como una luz de quinqué apareció en la estancia.
Tuve el privilegio de ser editor del último libro de poesía de Mariano Penagos Tovar: “Desmantelar a Dios”. En este libro el autor confirmó su perenne búsqueda de asir lo mínimo con lo eterno. Había en él una tendencia a buscar una respuesta en lo infinito, casi casi como si fuera un hombre parado a mitad del patio reflexionando acerca del milagro de la poda. Es posible cortar el viento, pero ¿se puede podar?
En 1967, el SNTE le editó el libro “Entre el guijarro y el astro”. El título ya alude a la búsqueda del poeta por hallar el vaso comunicante entre un puñito de tierra y un puñito de universo.
Cuando le pregunté a Mariano hijo la causa del aparente vacío informativo en torno al fallecimiento de su papá, él me confió que don Mariano, hará cosa de cuatro o cinco años, tuvo una caída que lo obligó a recluirse en su casa de Tuxtla. A partir de entonces ya casi no salió al calor de esas calles. Algunos de sus íntimos llegaban a platicar con él y a tomar la copita, pero tiempo después, don Mariano regresó a Comitán y cesó el contacto con sus afectos tuxtlecos. ¿Se enteró Javier Espinosa Mandujano o Enoch Cancino Casahonda del fallecimiento de Mariano Penagos?
La muerte llegó como una lluvia de estrellas no advertida. El poeta usaba un bastón para caminar, pero, en ocasiones, lo dejaba arrumbado en algún rincón de la casa. No tenía ninguna enfermedad, más que cierta dolencia por la caída. Pero una noche se acostó y el río eterno retomó su cauce.
Él ya se fue y ahora somos nosotros los que nos hacemos la pregunta: ¿qué pasa con los guijarros cuando se unen con los astros? El universo es un río de agua eterna. ¿Qué pasa con la gota que camina junto al caudal de un río rengo?
La casa de Comitán es una casa generosa. Esa casa recibió a don Mariano los últimos meses de su vida. Ahí, como si fuera un jardinero avezado, cosechó las espigas de luz que siembran doña María Luisa y sus tres talentosos hijos.