martes, 21 de julio de 2009
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
La palabra es una espiga de luz. No tiene sosiego. Como gato jodón anda de un lado para otro. Pájaro infatigable se posa en unos labios, ahora en otros, más tarde en un oído y luego en otro. Revolotea frente a mis ojos y siempre ignora la magnificencia de mi silencio.
La palabra se enreda en todos lados, como si fuese la pita de un trompo, está en el mercado, en la plaza, en el templo y en la cueva del murciélago.
Como si fuese un negocio de esos que abren veinticuatro horas, la palabra es infatigable catarina de día e insomne luciérnaga de noche.
La palabra, tea que alimenta el espíritu de los desamparados, de los que creen que todo es un río de mariposas negras. La palabra es la flor que el amado obsequia a su amada. A diferencia de aquélla nunca se marchita, jamás sed padece, porque la palabra es el surtidor donde el agua pura nace.