domingo, 26 de julio de 2009

LA VIDA EN UN DOS POR TRES


Las mesas del Café de la Casa de la Cultura están en los corredores exteriores. Desde ahí se mira el parque central de Comitán y su infatigable alharaca: Los muchachos que se trepan alrededor de la fuente; los que se sientan en la escalinata principal; los que, en las bancas, chatean en sus computadoras; los que -gracias a Dios- buscan las bancas más escondidas para bordar hilos instantáneos.
"¿Volverían a ser jóvenes?" preguntó Marcos a quienes estábamos en la mesa tomando café. Todos dijimos que no. Por fortuna, los de mi generación, no añoramos el pasado. Vivimos con emoción el día de hoy y, tal vez, con cierta ilusión el día que no sabemos si llegará mañana.
Los jóvenes de hoy, como una vez me confió Óscar Bonifaz, gozan de muchas libertades que carecieron los jóvenes del siglo pasado; pero, en contraparte, viven de prisa. Los jóvenes de hoy ya no esperan nada porque el futuro los alcanzó muy pronto.
Mi generación perteneció a la generación hippie. Los años sesentas se definieron como una época rebelde. Los jóvenes de entonces buscaban mejores perspectivas. Ante la neblina de la guerra propusieron "El amor y la paz" como los caminos certeros. Si la paz estaba en la ausencia de la guerra entonces había que sembrar el amor libre. La psicodelia fue un camino.
La juventud nunca ha sido una etapa de certezas, al contrario. Los jóvenes de los sesentas también tuvieron confusión, pero deseaban un mundo mejor. El Ché era el icono más seguido y la mariguana la musa más socorrida.
En todos lados hallábamos jóvenes que levantaban los dedos con la señal de la victoria convertida en "Amor y paz". Estos dos conceptos parecían ser la respuesta ante el mundo confuso que tenían ante sus ojos.
Nos quedaba el hilo del misterio. Muchas cosas nos reservaba el destino. Algunos conocimientos nos serían dados conforme creciéramos y maduráramos. Hoy, los jóvenes, a su edad, ya han visto todo. El futuro ya no les reserva ningún misterio. Es como si de pronto se hubieran vuelto viejos y no tuvieran ilusión de nada.
"¿Volverían a ser jóvenes?". Por supuesto que ¡no! Lo único que deseáramos sería que los jóvenes volvieran a ser jóvenes y lucharan por una mejor vida, por un mejor mundo, pero ellos ya aceptaron dócilmente el mundo que les diseñaron los viejos capitalistas y no se puede hacer ya nada más.