sábado, 28 de agosto de 2010

AYER FUI SEMINARISTA


El Centro Cultural Rosario Castellanos me invitó a participar en el foro del Seminario de Radio Cultural. Para tal propósito escribí (y leí la tarde de ayer) un textillo. Paso copia.

Buenas tardes.
Desde siempre tuve conciencia de que en el principio fue El Verbo, por esto, confieso ante Dios Todopoderoso y ante ustedes, hombres y mujeres sonoros, que ¡no soy hombre de radio! Me asumo hombre de letras, me asumo escritor.
No obstante, en dos o tres ocasiones de mi vida me he descubierto metido en cabinas de radio. Ahí he descubierto porqué soy hombre de letras y no hombre de radio. Los escritores realizamos nuestro oficio en soledad. Por el contrario, los hombres y mujeres que hacen radio deben hacerlo con la total certeza de que lo hacen con otros, para otros. Yo escribo solo también para los otros, pero no necesito de nadie más para la posproducción, por ejemplo. No necesito de nadie que le ponga efectos especiales o haga labores de edición. Me seduce el mundo de la radio, pero no me hace suyo, por esto. Soy hijo único, ahora entenderán.
Quien se asuma como ser de radio debe asumirse como un ser social y saber que la comunicación depende del trabajo en equipo, más un equipo (antes se decían hombres bulbos, ahora son digitales y, entiendo, digital viene de dígito – dedo y pues con los dedos se hacen muchas más maravillas que con los delicados bulbos).
Ayer, un participante del Seminario preguntó si en radio ya todo está descubierto, si ya no tiene cabida la imaginación. Hace trece años me pregunté lo mismo, me lo pregunté con mayor conciencia, porque siempre rondó tal idea en mi cabeza. En Comitán, ah, pueblo querido, casi casi olvidado de la mano de Dios, los programas radiofónicos eran sosos en el inicio de la radio. En el principio no fue el verbo sino la voz repetitiva de Enrique Guzmán o de Leo Dan (¡por el amor de Dios).
Hace trece años le presenté un proyecto a Mario Escobar, gerente del IMER, que ayer participó en este Seminario. Él, al ver que la presentación del proyecto fue un simple: “¿Cómo lo mirás si me das una hora de radio para hacer un programa?”, me preguntó: “¿De qué va a tratar?”, y yo le dije: “No sé, bien a bien. Quiere ser un programa de imaginación”. Mario, que es imaginativo, saber qué imaginó ante tal propuesta, pero, generoso, dijo: “Sale” y una noche el programa “salió al aire”.
Ale Laguna que acá sigue enredada en este oficio (parece que es un mal que no tiene cura), hizo la entrada del programa, que más o menos decía “Imagina que te llamas, viento, mar, agua, libertad, casa, tren, pala, hoyo (sin albur)”, y bueno, por ahí se iba. Claro, trabajado con sus efectos, de tal manera que a la salida de la entrada (ah, qué bonita paradoja) había un conteo hacia atrás, como si estuviésemos en Cabo Cañaveral y el cohete despegaba y con ello el programa, que, ya ustedes adivinaron, se llamó “Imagina que te llamas”.
En medio del programa colocábamos algo que llamamos viñeta, término que, entiendo, no tiene algo que ver con el argot radiofónico, pero nosotros lo usábamos. En un instante determinado anunciaba: “Ahora va viñeta” y la viñeta aparecía.
(inserción)(Nota: acá el auditorio escuchó un fragmento del programa).
Claro, esto era como un complemento, porque el platillo fuerte era ¡nuestro invitado! Juan de las Pitas o Amanda de los estambres llegaba, se sentaba y, sin saber bien a bien qué onda (ahora sí empleé un término radiofónico) era invitado a jugar con nosotros.
Digo nosotros porque ya dejé en claro que este oficio no permite el acto individual. En esta aventura me acompañaron Luis Felipe Gómez Mandujano, Olga Alicia Montejo Baeza, Raúl Espinosa Mijangos, Monserrat y Fabiola Guillén Solís, Guadalupe García Gómez, Roberto Antonio Álvarez Solís y más compas, muchos más.
El invitado, entonces, tenía que imaginar que se convertía en el objeto que le señalábamos. Era divertido, lúdico, cachondo.
Oímos la inserción del programa donde jugamos el juego de “Imagina que te llamas ojo”. Ahora es bien sencillo. Imaginen que son nuestros invitados y los invitamos al juego. Imaginen que se llaman ojos, imaginen que son ojos. Shhh, cuidado, no se metan el dedo, porque se pueden infectar. El que se puso colorado en este instante es porque es aficionado a fumar de esas matitas verdes que ahora existen en muchos sitios de las casas comitecas.
Esto era el programa. No recuerdo el día de transmisión, pero se transmitía de noche. Creo que de 8 a 9. Francisco Nucamendi, el famoso Nuca, también colaboró porque, él, igual que ustedes, es hombre de radio y, todo mundo lo sabe, en vida pasada fue un hombre que en lugar de tener la barba negra que tiene hoy, la tenía roja porque le encanta hacer radio pirata.
Gracias por su atención.