martes, 10 de agosto de 2010

LO QUE NOS ACOMPAÑA SIEMPRE


Hay sustancias y chunches que nos acompañan siempre. Un chunche presente en mi vida es la cajita de cerillos, de La Central, "Clásicos de lujo". En su portada vi, por primera vez, a la Venus "mochada"; es decir, para mí, la cajita funcionó como un museo, porque hubo un tiempo (bueno, varios) donde, en la parte de atrás, venía impresa una pintura de "los clásicos".
Es bueno hallar esos chunches que han permanecido con el tiempo y han soportado todos los huracanes. Ahora sí que estos cerillos han dado luz a la vida de mucha gente.
Es malo enterarse, de pronto, de algunas empresas con tradición que andan con el ala caída, como, ahora, la compañía de aviación "Mexicana". Dicen los conocedores que esta compañía, también de mucha tradición en el país (basta ver su nombre), está a punto de sucederle lo mismo que a Camilo Mouriño.
Hoy en la mañana, para prender el boiler tomé una cajita de cerillos y leí en su portada que anda por los ciento veinticinco años de vida. ¡Bárbaro! Ha iluminado a este país desde fines del siglo XIX.
¿Cómo ha resistido tanto tiempo? Bueno, ya se sabe que medio mundo necesita cerillos. A veces no sólo los físicos. Mucha gente anda en penumbra. Los seres humanos somos frágiles y necesitamos cerillos que alumbren nuestro camino.
Aunque, tal vez, esta compañía ha sobrevivido porque "se da sus trampitas" para sobrevivir. Una vez, por iniciativa de Ramón, fuimos a la tienda de doña Angelita y compramos diez cajitas de cerillos. Llegamos a la casa, nos sentamos en el suelo de los corredores y contamos los cerillos que contenía cada cajita. Encontramos que en tres de ellas no estaba completo el número de cerillos ofrecido. Ah, tramposos, dijimos, con los faltantes llenan otra cajita.
Ahora me topé con la novedad de que los cerillos son más chaparritos. Prendí el cerillo y bien pronto sentí el calor que abrasaba mi dedo. Claro, diría Ramón si estuviera ahora acá (anda por Nuevo Laredo), con los sobrantes hacen más cerillos.
¡Se los perdono! Les perdono que sus cerillos sean más chicos, que sólo tengan un lomo donde raspar (hubo un tiempo donde ambos lomos de la cajita ofrecían la cinta para raspar) y que "se claven" uno o dos cerillos en cada caja. Se los perdono. Sería muy triste que esta compañía dejara de dar luz. Ha sido fuente de trabajo de tantísima gente durante tantísimos años. Cuando a Albert Einstein le preguntaron por el mejor invento de la humanidad, no lo pensó dos veces y dijo: ¡el cerillo!
Aquella tarde en que Ramón y yo nos volvimos contadores de cerillos, nos cachó mi mamá y nos metió una buena tunda a ambos, por andar jugando con cerillos. ¿Qué no sabíamos que nos podíamos quemar? Poco a poco el enojo llegó a más y hubo un instante en que mi mamá cambió la comedia por tragedia y, llevándose la mano a la frente y cerrando los ojos, dijo, como si fuera la actriz Amparo Rivelles: "Van a quemar la casa un día de estos".