miércoles, 14 de mayo de 2014

EL AGUA DEL CIELO





¿Cómo decir que no soy lo que dicen que soy? Al estilo de García Márquez podría decir que no soy más que el hijo de un hombre sencillo, honesto y bueno que falleció en 1990 y que se llama Augusto. Eso soy, un niño, ya viejo de cincuenta y siete, que le gusta jugar en las calles de Comitán. No me gusta jugar “cascaritas” de fútbol, sino levantar cascaritas de nubes.
Digo esto porque un mediodía de septiembre de 2013 el Presidente de mi pueblo me invitó a colaborar con él y me honró con el nombramiento de Director de Cultura, del Ayuntamiento. Cargo en el que empeño el poco talento que poseo y el mucho de voluntad y cariño.
Este cargo me instala, a veces, en una silla de la mesa de honor de un acto significativo. A veces acudo en representación del Presidente y, en otras ocasiones, acudo con la representatividad de mi encargo.
En varias ocasiones, en lugar de dar mi cargo me adosan otros. A veces, quien conduce el acto dice mi nombre y agrega “Director de la Casa de la Cultura” (ah, ya imagino la cara de sorpresa de mi amigo Luis Armando Suárez Argüello, Director de la Casa de la Cultura). El otro día el maestro de ceremonias me presentó como Director de Coneculta (¡Santo Dios y María Santísima! Si se enterara Juan Carlos Cal y Mayor).
¿Qué hago? ¡Nada! ¿Qué voy a hacer? Como nunca he sido muy solemne, porque en el fondo, ya lo dije, soy un niño de cincuenta y siete, estos hilitos retorcidos los tomo como si fuesen meros jueguitos que Dios me envía, un poco como la cuerda para saltar, un poco como el hilo para enredar el trompo.
A veces alguien me dice doctor (¡quién sabe por qué!). En una ocasión que vestía traje y la bufanda la llevaba sobre los hombros como estola, se acercó una señora, chaparrita y con medias negras, me tomó la mano izquierda (no me pregunten por qué ésta), la llevó a sus labios, la besó y me dijo: “Buenos días, padrecito”. ¿Qué me tocaba hacer? Pues seguir el juego, levanté la mano derecha, hice la señal de la cruz en el aire, casi casi como si fuese el Papa y dije: “Que Dios te bendiga, hija mía”. Miré que su carita se iluminó. Supe que había jugado bien, supe que el juego es cosa buena en la vida.
¿Cómo decir que no soy lo que dicen que soy? Hace quince o veinte años recibí un oficio de un alto funcionario local del IFE que se refería a mí como “Presidente de la Asociación de Intelectuales de Comitán”, cargo inexistente de una asociación inexistente. Pensé, entonces, que sería bueno fundar dicha organización. Uh, me daría mucho prestigio, así como les da prestigio a todos los presidentes de fundaciones equis, zeta y ye.
¿Cómo explicar a las personas que no soy lo que ellos dicen que soy? Ni soy todo lo bueno que me adosan, ni soy todo lo malo que dicen. Soy un niño de cincuenta y siete. Me gusta ir a los mercados, disfruto los aromas y los colores. Disfruto el cantadito de la gente de mi pueblo. Disfruto el aire y el cielo de mi pueblo; lo disfruto como muchachito, como si me subiera a un carretón o jugara canicas.
Alguien, cuando escuchó que me nombraron como Director de Coneculta, dijo que me estaban elevando de categoría. ¿Cómo explicar que el más alto honor que hoy disfruto es el de ser Director de Cultura, del Ayuntamiento de Comitán, y que lo considero de más relevancia que el otro puesto? ¿Cómo decir que la mayor bendición es ser hijo de un sencillo hombre bueno?
¿Cómo decir que la altura sólo me gusta a la hora que vuelo el papalote de mi imaginación?