viernes, 9 de mayo de 2014

UNA VUELTA SIN BICICLETA





El miércoles pasado estuve en el Salón Salomón González Blanco, de La Trinitaria, para presentar la novelilla “Yo también me llamo Vincent”. Con este acto, el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Chiapas, Plantel 08, de La Trinitaria, celebró el Día Internacional del Libro. Fue emocionante estar frente a más de trescientos alumnos. Algunos (la mayoría) estuvieron atentos a mis palabras; algunos (los menos, qué bueno) checaron mensajes en sus celulares. Se sabe, los jóvenes son así, ¡maravillosos! Me emocionó ver dos copias de un cuadro de Van Gogh, cuadro que usé para ilustrar la portada de la novelilla, en su versión electrónica. Tal detalle fue hecho por Addy Belén Espinosa Aguilar. A Addy agradezco su tiempo, su talento y su generosidad; así como agradezco la generosidad, el tiempo y el talento de los jóvenes estudiantes y maestros que estuvieron ese día en el Salón. Paso copia del textillo que leí:

Esta novela breve cuenta la historia de un hombre-niño que tiene treinta y tantos años de edad. Y digo hombre-niño porque, a pesar de que tiene 30 y tantos años y mide más de uno ochenta de altura y es tan gordo como un tinaco rotoplás, es como un niño inocente y tierno.
Esta novelita cuenta la historia de ese hombre-niño y de cómo muere. En realidad se suicida. ¿Por qué se suicida? Porque así lo exige su trabajo. ¿Imaginan un trabajo en donde el jefe indica que su empleado tiene que suicidarse y el empleado debe cumplir la orden? ¿Qué tipo de trabajo es ese?
Su trabajo es muy simple, pero, a la vez, ya lo vieron ustedes, es muy complicado. Les pregunto: ¿qué harían ustedes si, de pronto, un escritor que está sentado en una banca del parque de acá de La Trinitaria, acá frente al templo, o frente a la colina donde está la cueva de los murciélagos, los llama y les pregunta si quieren trabajar como personajes de su próxima novela? Estoy seguro que ustedes dudarían. ¿Qué clase de trabajo es ese?
Hay miles de trabajos en el mundo. Hay gente que trabaja como personajes de telenovelas y como personajes de películas y de series de televisión. Claro, a ellos les llaman artistas y son famosos en todo el mundo. Ahí está William Levy, ahí está Eugenio Derbez (pregúntame, pregúntame), ahí está Mariana Ríos (mamita), ahí está Angelina Jolie. Ser personaje de una telenovela, de una película o de una serie de televisión es lo más común del mundo.
¿Ustedes han estado cerca de una artista de cine? ¿Han platicado con ella? Yo tuve una compañera en la escuela secundaria. Ella era de Comalapa, de acá abajo por Tierra Caliente. Ella se sentaba en el asiento anterior de donde yo estaba sentado. Ella se sentaba al lado de una compañera que se llamaba María de los Ángeles. Yo me sentaba al lado de Ramiro. Ella, que se llamaba Leticia, siempre soñó con interpretar personajes en el cine. Cuando salimos de la escuela tuvimos una reunión y al despedirnos, ella me abrazó y me dijo: “Nunca cambies, Alejandro”. No recuerdo qué me dijeron mis otros compañeros, pero sí recuerdo mucho lo que ella me dijo y recuerdo mucho su abrazo, tal vez porque ella era muy bonita.
En fin, años después fui a estudiar a la Universidad Nacional Autónoma de México, en el Distrito Federal, y, una tarde, caminando frente a un cine y bobeando me detuve a ver los carteles de los próximos estrenos. Vi uno que anunciaba la película “La banda del carro rojo”, donde actuaban Los Tigres del Norte, un actor de apellido Almada (debo decir que los hermanos Almada fueron muy famosos en los años setenta y, sin duda, sus papás saben de quiénes estoy hablando) y una actriz llamada Leticia Pinto. ¡Supe que era ella!
El día del estreno, mis amigos y yo, estábamos sentados en primera fila para ver a la Lety.
Hay miles de trabajos que ejecutan millones de hombres y de mujeres. Hay peluqueros, carpinteros, secretarias, arquitectas, científicas, químicos, futbolistas, maestros, ingenieros, cargadores, comerciantes y mil oficios más, pero, ¿alguien de ustedes conoce a un tío o a un primo que trabaje como personaje de novela o de cuento?
¿Conocen a un escritor que contrate a personas para que trabajen como personajes de cuentos o de novelas? ¡Suena a locura!, ¿verdad? Bueno, pues el personaje de esta novela breve trabaja como personaje de una novela que se llama “Yo también me llamo Vincent”, que es el título a la vez de la misma novela. El nombre verdadero del personaje no es Vincent; dice llamarse así porque interpreta, como si fuese una obra de teatro, a un personaje famoso en la historia de la humanidad: el pintor Vincent Van Gogh.
Ustedes, sin duda, conocen obra del pintor Vincent Van Gogh, él pintó muchos cuadros y, en vida no vendió su obra. Ahora, sus cuadros están colgados en todos los muros de los museos más importantes del mundo y cada uno de sus cuadros se cotiza en millones de dólares.
El escritor que contrató al hombre-niño hace que Vincent Van Gogh llegue a Comitán, en compañía de otro gran pintor que se llama Paul Gauguin. Ustedes saben que Comitán, como cualquier lugar del mundo, es un pueblo mitotero. Cuando la gente ve a los dos pintores raros comienzan a inventarles historias y uno de los comitecos dice que es muy extraño que ellos estén ahí. ¿Qué harían en sus pueblos de origen? Una tarde, decenas de comitecos, con palos y machetes, se paran frente al hotel donde Vincent Van Gogh y Paul Gauguin están hospedados y, con gritos, les dan un ultimátum. Deben salir de Comitán.
Inicialmente, la novela iba a terminar con la huida de dos de los pintores más importantes de la historia de la humanidad. El hombre-niño iba a cobrar su paga y todos tan contentos. Pero el escritor perverso, en afán de lograr la gloria, hace que el hombre-niño vaya más allá.
Ustedes saben que Vincent Van Gogh, en una tarde en que el valle de Aubers se teñía de dorado trigo, salió de la posada donde vivía y, a la hora que una bandada de cuervos trazó una línea en el cielo, él sacó una pistola y se metió un balazo a mitad de la panza. No murió de manera instantánea, caminó como pudo, llegó a la posada, subió a su habitación y ahí, como si fuese un niño recién nacido, como si fuese un pichito, se colocó en posición fetal y dejó que su vida se diluyera como se diluye el agua tierna. Esa tarde murió uno de los más grandes artistas del mundo. Esa tarde, también, el pobre hombre-niño, murió, murió de la misma forma que murió el personaje que interpretaba. ¡Mierda! Cuando un artista en el cine muere por un disparo, a la hora que el director dice: “Corte”, el actor se levanta, se sacude la ropa para quitarse el polvo y deja que le tomen fotografías y da autógrafos.
Acá, en la novela, no sucedió así. El hombre-niño se pega el tiro y se lo pega de verdad, porque así lo exige la trama de la novela, porque así lo exige el perverso escritor. El hombre-niño muere, muere debajo de un árbol de tenocté, su cuerpo es tapizado por florecitas blancas. Esa tarde, en Comitán, muere uno de los hombres-niños más hermosos que pobló el mundo.
Bueno, muchachos, esta novelilla breve que escribí, cuenta esta historia. Si a alguno de ustedes llama su atención y quieren leerla completa, pueden entrar a la página de Coneculta-Chiapas, en el Internet, y descargarla. El librincillo fue publicado por el gobierno de Chiapas, a través del Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
¿Ahora qué? Si ustedes están de acuerdo daré respuesta a dos de las preguntas que más a menudo me hacen cuando asisto, como hoy, a la presentación de libros. La primera pregunta es: ¿cómo se hace uno escritor?, y la segunda es: ¿Es fácil ser escritor?
Doy respuesta a la primera. ¿Cómo se hace uno escritor? Respondo de manera individual. Tal vez hay mil modos de hacerse escritor, pero en mi caso, yo fui como Leticia Pinto, mi compañera de la escuela secundaria. Siempre quise ser escritor. No aspiré a ser famoso, porque eso de la fama es muy complicado, está inmerso en leyes complejas de mercadotecnia y del azar. Quise ser escritor porque cuando escribía boberitas en la escuela ¡me sentía pleno, a gusto! Era la actividad que más me gustaba. Más que jugar fútbol (era malísimo, era gordo y me cansaba mucho) me gustaba escribir boberitas. Tenía una libreta especial donde consignaba, a manera de diario, lo que me sucedía en la escuela, en el parque, en las calles. Escribía todo. Así que un día dije que sería bueno ser escritor y me dediqué a escribir más. Una vez, en clase de literatura, en la prepa, el maestro Óscar dejó una tarea: debíamos leer un libro que narraba los viajes de Colón (de Cristóbal) y hacer una síntesis. Yo no resistí la tentación y, en lugar de hacer una síntesis común, escribí una especia de historia donde Cristóbal Colón se aparecía por un corredor de la Presidencia Municipal y contaba la experiencia de sus viajes. ¿Miran cómo esta historia se asemeja a la de Vincent Van Gogh? ¡Dios mío, desde la preparatoria ya estaba preparándome para escribir esta novelilla!
Escribí, escribí muchas historias, sólo por el mero placer de hacerlo. Ahora sigo escribiendo, escribo todos los días. Siempre me levanto a las cuatro de la madrugada y escribo. Hoy, lo juro, a las cuatro de la mañana, me preparé un té de limón, prendí la computadora, me puse los audífonos, escuché a un músico muy bueno llamado Barry White, y escribí estas líneas que ahora les estoy leyendo. Escribo todos los días. La única manera de ser escritor es escribir siempre. La disciplina hace la diferencia. Mi maestro de preparatoria me dijo que si yo escribía una cuartilla al día (una cuartilla, es casi nada), al final del año tendría trescientas sesenta y cinco cuartillas. ¡Un libro! Conozco muchos amigos que son muy talentosos y siempre están hablando de la gran novela que escribirán, pero no la escriben. La escritura exige disciplina. Creo que todas las cosas en la vida exigen disciplina. Hay que ser necios, tercos, con la pasión que uno siente. Porque, para ser escritor, se necesita pasión. ¿Cómo se hace uno escritor? ¡Escribiendo! Escribiendo diario con mucha pasión.
Ahora doy respuesta a la segunda pregunta: ¿Es fácil ser escritor? Sí, es una de las profesiones más sencillas. Basta tener una libreta a mano y una pluma para ejercerlo. Bueno, ahora también se vale usar una lap top o un Ipad. Ahora bien, para no escribir boberitas es condición indispensable ejercer otro de los más hermosos oficios del mundo: ser lector. Todo aquel compa que desea ser escritor, que sueña con ser escritor debe leer mucho. Leer todos los días. Debe ser un apasionado de la lectura. El acto de la lectura, ustedes lo saben, es uno de los actos más bellos del Universo entero. No sé si en otra galaxia los seres que la habitan comen como comemos nosotros. No creo que coman taquitos de chicharrón o carne asada en una parrilla. Pero de lo que sí estoy seguro es que leen, leen de la misma forma que lo hacemos nosotros. Leen muchos libros.
Ustedes saben que la vida es simple. No tenemos más que una vida. Nuestras vidas son casi casi aburridas, casi casi monótonas. En Comitán, a veces, voy al cine; a veces, voy al parque; a veces, me subo a un camión o a un avión y viajo a otra ciudad en donde voy a los parques y a los cines. La vida no es muy emocionante que digamos. Y no es emocionante porque sólo podemos vivir una vida. Ah, pero la vida se convierte en la gran aventura de la vida cuando conocemos otras vidas. Acá no sé, pero allá en Comitán, la gente es muy chismosa y metida. ¿Por qué creen que la gente es chismosa y metida? Muy sencillo. Quieren conocer de las otras vidas. Por esto, desde que Dios amanece, andan husmeando en las otras vidas. Van al mercado y preguntan: ¿ya sabés lo que hizo fulanita anoche?, y, en voz baja, pero gritadito para que lo oiga medio mercado, cuentan que la fulanita se acostó con… Y así nos pasamos la vida, metiéndonos en vidas ajenas. Ah, pobres pobres. De todos modos, La Trinitaria y Comitán son pueblos pequeños y las vidas son, de igual manera, limitados.
Quien lee ¡vive otras vidas! ¿Cuántas? ¡Miles y miles de historias, millones de vidas! Yo nunca he estado en el fondo del mar. No sé nadar. No he estado en el fondo del mar de manera física, pero, a través de la lectura, he estado muchas veces y he estado al lado de cachalotes y he descubierto, al lado de maravillosos personajes, tesoros que estaban ocultos desde tiempos en que Colón y todos los demás marinos recorrieron los mares del mundo. He estado, de veras, en el espacio y he vivido la maravilla de conocer otros mundos.
Desde el día que supe que no me había tocado vivir más que una vida limitada, en un pueblo limitado, decidí no aceptar mi destino. Decidí leer mucho, conocer miles de vidas y vivirlas todas a plenitud. Cada vez que abro un libro abro la posibilidad de conocer el mundo y más allá. Vivo muchas vidas. Por esto digo que soy un hombre pleno. Soy feliz. Leo, leo mucho, porque un día decidí ser escritor y pensé que era bueno que yo conociera cómo se cuenta una historia ¡leyendo historias! He leído, por eso, a los mejores escritores del mundo. No leo boberitas. Leo grandes historias, porque aspiro a escribir grandes historias. No sé si lo logro, pero lo intento, y en el intento me divierto enormidades. ¿Es fácil ser escritor? Tan fácil como leer, leer mucho, leer a los grandes escritores. Tan fácil como escribir, procurando no escribir boberitas.
Gracias por su atención. Fue un placer estar con ustedes.