viernes, 13 de noviembre de 2015

CON EL CORAZÓN EN LA MANO




A Rocío le gusta Chayanne, le gusta como canta, le gusta como baila, le gusta como se mueve. Ella tiene un cartel de Chayanne en su recámara, justo frente a su cama, al lado del espejo de cuerpo entero. Imagino que en las noches, a la hora que Rocío se pone el pijama y se recuesta, ve la imagen y sueña. ¿En qué sueña? No lo sé. Igual que Rocío sé que hay miles y miles de mujeres que aman a los cantantes de su preferencia: Luis Miguel, Miguel Bosé, Julio Iglesias (éstas deben ser ya betabeles de mi generación). Imagino que también hay mujeres que aman a Vicente Fernández y no faltará la que se sube a la cama y brinca al ritmo de “Oh, qué gusto de volverte a ver…”
¿Por qué ahora saco a bailar a Rocío y a Chayanne? Porque ayer escuché una declaración de este cantante, en el sentido de que cada vez que él se presenta en un escenario sale “con el corazón en la mano”. ¡Ah!, ahora sé por qué Rocío tiene ese cartel donde, con el torso húmedo, el artista le sonríe con una sonrisa de playa, sin muros, sin ventanas falsas.
“Con el corazón de la mano”, dijo. Y luego pensé que la mayoría de los bien intencionados hacen lo mismo arriba de un escenario. Puede ser un vocalista, pero también puede ser un pianista. Si digo pianista algún lector irónico (nunca falta) dirá que no puede ser, porque el corazón quedaría aplastado sobre el teclado, pero (se sabe) el corazón es el órgano más dúctil. Con el corazón en la mano se presenta, también, el escritor humilde que presenta su libro. La imagen me remite a la figura que Julia Estévez dijo una noche en la Librería del Sótano: “Vengo con flores en mis manos, quiere sembrarlas en su corazón”. ¿Ven? Los creadores honestos abren sus manos y riegan luz. Pareciera que el sinónimo del corazón de Chayanne es la luz, la flor, el aire, el agua limpia, el ramito de menta.
Rocío dice que Chayanne es un artista limpio, que no está enredado en la caca que sí ensucia las carreras de muchos artistas. Por ello, quiero pensar, cuando sube al escenario ofrece un corazón puro. Mi amiga llega al extremo de decir que su deseo más vehemente es conocerlo en persona. Ha acudido a conciertos de él, en la Ciudad de México, pero lo ha visto de lejos, tan cerca como le ha permitido su boleto general de quinientos pesos. Yo le digo a Rocío que ahorre mucho dinero, para que, cuando menos, una noche de concierto esté en las primeras filas, para que lo vea de cerca, para que pueda sentir un poco de su aliento, para que se ilumine con alguna gota de sudor que el cantante lance a la hora que mueve los brazos en el movimiento exacto.
Sí, a veces voy a una lectura y me toca ver al poeta (al verdadero poeta) abrir las manos y ofrecer su luz prístina (¡qué palabra tan de domingo de insomnio! ¡Prístina! ¡Dios nos libre de otra palabra semejante!).
Sé que quien acude a un concierto de Chayanne va porque, igual que Rocío, es admirador de su trabajo musical. ¿Qué sucede con quien acude a una presentación de libro o a una lectura de poesía? Hay algunos que sólo van para ver las posibles piedras a mitad del camino. Entonces sucede un fenómeno singular: el poeta ofrece su corazón, pero el escucha lo recibe con el hígado. Porque así como hay hombres que al saludar ofrecen su mano envuelta en alambre de púas, hay personas que suben a la palestra y ofrecen el hígado o algún otro órgano no muy agradable. He sido testigo de cómo, algunos oradores, colocan sus manos en el borde del pódium y la madera se humedece con un líquido viscoso.
Respeto a quienes, igual que Chayanne en sus manos, abren la boca y ofrecen su corazón a través de las palabras. Hay muchos que ofrecen la vesícula llena de piedras. ¡Qué pena!
En alguna ocasión vi a Chayanne en la tele. Lo vi bailar, cantar. No recuerdo qué canción interpretaba, ni recuerdo si me gustó la letra de lo que cantaba. Recuerdo, en cambio, el ritmo de su baile, la alegría con la que se desplazaba de un lado a otro del escenario. Recuerdo las luces que iluminaban su cuerpo y la destreza con que trazaba figuras instantáneas con sus pies. Tal vez esto fue lo que hizo que Rocío se enamorara de él. Tal vez Rocío vio que el artista le ofrecía su corazón y ella, siempre bonita, lo recibió y lo conserva como en un altar y lo cuida como se cuida un árbol recién plantado.
Sé que hay muchos escritores que cuando presentan su obra lo hacen “con el corazón en la mano”. ¡Que Dios los bendiga siempre!