miércoles, 11 de noviembre de 2015

EÑE O PE QU




“¿Ya viste?”, dijo la niña y la mamá respondió: “¿Qué dice?”. Ahí se lee: Entrada vehicular. Nadie falta a la regla. El propio abecedario lo consigna: …eme, ene, eñe, o, pe, qu…; es decir, cu cu rru cu cú, paloma, pudiera escribirse, de acuerdo a la fonética de la letra, así: qu, qu, rru, qu, qú, paloma. Cuando a la qu se le agrega la e es que suena qué, mientras tanto, sola la q, suena cu. ¡Dios mío, qué complicado!
El rotulista empleó su lógica de estudios máximos de tercero de primaria. Tal vez hizo un análisis como el precedente. El gerente de la Terminal le pidió “Un letrero bien bonito”, le dictó lo que iba a decir y el rotulista escribió: “Entrada vehiqular”, lo escribió tal como lo escuchó, tal como lo aprendió sentado en el pupitre del tercer grado de primaria. Lo escribió, además, con gran estilo y corrección, porque le agregó la hache que lleva vehículo (llegó a tanto que incluso, cuando hizo la asociación le puso tilde a la palabra vehículo para que no sonara mal: vehiculo).
Los niños aplican la lógica cuando están aprendiendo a hablar. Una vez, Amalia (niña de escasos tres años) me dijo: “Ya me estoy dormiendo”, su mamá la rectificó: “No se dice dormiendo, hijita, se dice durmiendo”. La niña dijo: “No, mami, mi maestra me dijo que el verbo es dormir, no durmir”. ¡La lógica maravillosa!
Rosalinda decía que las cuestiones del lenguaje son complicadas. En efecto. Sara, quien durante muchos años fue sirvienta en mi casa, procuraba no hacerse bolas. Mi mamá le decía que pusiera a cocer la carne y luego, en la tarde, le indicaba que cosiera las playeras de mi papá y las mías. Ella, con gran propiedad, en cuanto terminaba la primera acción decía: “Ya cocí la carne”, y cuando las camisetas quedaban listas, entraba a la sala donde mi mamá bordaba y decía: “Ya terminé de costurar”. Lo decía, no lo escribía; lo hacía para no confundirse. Ella empleaba el verbo cocer para la actividad culinaria y el verbo costurar para las labores de aguja. ¡Usaba su lógica! Tal vez ella creía que era una bobera aplicar la misma palabra para dos actividades diferentes, porque sonaba igual. Desde entonces, yo también procuro aplicar lo que llamo la Lógica de Sara. El rotulista de este anuncio también empleó la Lógica del Diccionario. Está mal escrito, pero suena bien. Si ahora escribo Cirqular ¿qué lee el lector? (Perdón, es sólo como un ejemplo).
El otro día llamó mi atención la palabra recaudo. Una estudiante de secundaria explicaba una receta de cocina y empleó la palabra recaudo como sinónimo de aderezo para condimentar; luego dijo: “… y el recado se echa…”, y corrigió: perdón, recaudo. En Comitán, la palabra recaudo aún se emplea en su acepción gastronómica, pero mucha gente mayor emplea la palabra recado, así no es difícil que una abuela, a la hora que trasmite la receta a la nieta, le diga: “Y, al final, le echás el recadito”, algo así como el mole. Si alguien ajeno a estas tierras oyera la palabra recado, pensaría, sin duda, en su acepción de mensaje. “Y al final le ponés el recado”. ¡Ya lo quiero ver! Ya quiero verlo escribiendo un mensaje y agregándolo como si el guiso fuese una paloma mensajera.
El lenguaje es complicado. Ahora, nuestras amigas feministas insisten en eliminar la carga machista al lenguaje y lo están complicando más. Una amiga escribe Amora en lugar de escribir Amor. Cuando el amado llega a casa y saluda: “Hola, amor”, ella insiste en decir que el amado debe decir: “Hola, amora”, porque la destinataria del saludo es una mujer. ¿Es lógica de niña o lógica de rotulista?
Si el mundo aplicara esta lógica, cuando alguien llegara a casa del abuelo tendría que decir: “Ya llegue a caso”, porque el hogar es de un hombre. En fin, el lenguaje ¡es complicado!